¿Olvidarán (también) el 7 de junio?
por Herbert Mujica Rojas
Por la vía de los hechos, la administración actual viene impulsando la inadvertencia de fechas que conmemoran hechos cúspides, esencialmente referidos a la guerra de invasión que impulsó Chile contra Perú entre 1879-1883. En noviembre del 2007, un vendepatria desde Defensa, "olvidó" la conmemoración de la Batalla de Tarapacá y los actos alusivos, y acontecieron, idénticos como reprobables sucesos, con el Combate de Iquique el 21 de los corrientes y la Batalla de Tacna el 26. No se puede ser profeta del pasado ni cambiar los resultados harto conocidos, pero tampoco se debe asesinar a Clío aherrojando la memoria colectiva del pueblo peruano al tacho como si no fuera éste un pueblo con miles de años, pasado imperial y destino rector en América Latina. ¿O, no es así?
Por tanto, cuando apenas faltan unos pocos días, para un aniversario de la gesta de Arica, es pertinente preguntar a los responsables: ¿olvidarán también el 7 de junio? ¿y en nombre de qué paz o qué integración, con amnesia vil, pretenden echar a andar? ¿o todos tienen la consigna de guardar silencio oprobioso, mudez de inválidos e indiferencia de criminales?
Para los sectores involucrados en la política, el gobierno, la oposición y la vida institucional del país, pareciera no existir un pasado, con sus yerros, afirmaciones, éxitos y fracasos. No obstante, no se debe dejar de notar que éste es un país, tan pero tan rico, que ha resistido el pillaje, la expoliación, el bandidaje de múltiples bandas en Palacio de gobierno y aún así persiste concitando la avalancha de inversionistas que no vienen a hacer de Madres Teresas, sino a ganar dinero. Y deber inexcusable nuestro es el de saber plantear las mejores y más revolucionarias condiciones para un beneficio conjunto y con miras a la recuperación de esa capitanía geopolítica que fue el Perú —y debe volver a ser— merced a sus riquezas naturales y las que se generen con valor agregado y, sobre todo, a ese valor impresionante que es su pueblo cuando transita por las avenidas del orden, la disciplina, la fe y la acción. La guerra de 1879 destruyó casi todo el país físico, sin embargo, en las Breñas, el espíritu indómito, el pueblo en armas, no cejó y peleó. Sin traidores y cómplices como Iglesias y su grupo, Perú, con un gobierno impuesto por el invasor a su medida y utilidad, habría seguido siendo una causa desesperante e incomprensible para los hunos y su pezuña abusiva.
Se dice con frivolidad que Perú sólo celebra derrotas. ¿Qué otra cosa fue el acontecimiento a que nos llevó la oligarquía miope, pusilánime, europeizante, que gobernaba Perú en 1879?: ¡una catástrofe con pronóstico más que cantado! ¿No fue acaso el gobierno de Manuel Pardo, a quien se etiqueta maniqueamente, como si eso constituyera per se un mérito, como el primer gobernante civil, hacia el fatal desequilibrio naval con Chile? ¿Por causa de qué los historiadores, nietos, bisnietos, hijastros, frutos de amores ilícitos y algunos legítimos, no ilustran al país de tantas y tantas mentiras, "escritas" para proteger a sus parientes, ponerles sus nombres a las calles y plazas y trocarlos héroes de peleas en que no estuvieron porque jamás sintieron al Perú como suyo? No obstante de lo dicho, cuando un país, empujado por timoneles enloquecidos, es atacado por la fiebre del olvido adrede, entonces, camina al despeñadero irremisible porque si no sabe cuál fue su pasado, cualquier futuro puede ser interesante, rentable, con inversiones y seguridad jurídica. Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, reza el dicho castellano.
No se trata de enconar odios sino de producir, junto a la infaltable recordación y homenaje a los que cayeron por la patria, las fechas que jalonan y brindan el espectáculo de efemérides que celebrar con respeto y amor patriótico. Flaco favor, si alguno, hacen quienes pretenden el "olvido" que, a la larga, es el perdón gratuito hacia quienes hasta hoy no se disculpan por sus atrocidades y porque tienen sobre sí, esa pesada carga en sus conciencias. La andadura a una complementariedad con los del sur, será creación heroica por sobre condiciones puntuales que guíen hacia el respeto mutuo, la valoración entrambas naciones y, sobre todo, a la sinceridad de la que se tienen que dar muestras no en el papel ni en los discursos, sino en la realidad tangible, visible y de la que son testigos los mismos pueblos de allá o acullá.
Que unos pelanduscos irresponsables crean que tienen como motivo de sus tristes vidas, olvidar la historia, sus enseñanzas que son nuestro pasado, tal cual fue, es un asunto particular y hasta posible. Lo indigesto es la neumática de estupidización permitida por todos los protagonistas que están ocupados en "analizar" cómo mata un integrante del Establo a un perro mascota o demasiado consternados por la salud de un ex dictador delincuente, pero incapaces en toda la línea de protestar cuando les roban hasta el DNI de su pasado. ¿Y qué puede decirse de nuestros "historiadores"? Más de lo mismo, bailan al son que las faltriqueras y sus sinfonías exudan por la obesidad de sus volúmenes. Entonces, normalmente no dicen nada. Y cuando lo hacen, lo "orientan" según las indicaciones que el menú o lo políticamente conveniente, les dicta. ¡Pamplinas!
Preguntemos otra vez: ¿Olvidarán (también) el 7 de junio?
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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