Una verdadera Epopeya: Huamachuco, 10 de julio de 1883

La heroica resistencia peruana

Por: Carlos Pongo H. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

De la ciudad de Cajamarca, para ir a Huamachuco, debía ir a Trujillo y de allí tomar un ómnibus a la ciudad andina que pertenece al departamento de la Libertad. Han pasado 186 años de nuestra independencia de la colonización española y todavía no podemos conectarnos geográficamente entre pueblos que están a poca distancia unos de otros. Para lograrlo hay que bajar a las capitales costeras y de allí subir nuevamente a la sierra. Pero decidí continuar viaje por el camino de trocha o carrozable, como se le conoce. De la ciudad de Cajamarca continué rumbo a la ciudad de Cajabamba por una buena pista asfaltada que les une.


Cajabamba es la última ciudad antes de entrar al departamento de La Libertad. A las 4 de la mañana tomé el único ómnibus carretero que se dirigía a la ciudad de Huamachuco. Este ómnibus viejito va recogiendo a todos los pasajeros de los pequeños pueblitos. La gente que subía era de condición muy humilde. 186 años después del dominio español y estoy recorriendo territorios como el de Cajamarca y La Libertad, con abundancia de recursos turísticos, agrícolas, ganaderos y centro de grandes empresas mineras nacionales y transnacionales, pero esa riqueza es ajena al común de sus pobladores.

Llegada a Huamachuco

Llegué a Huamachuco, mi centro de destino, lugar donde se libró el 10 de julio de 1883 una de las últimas batallas entre las fuerzas patriotas y las fuerzas del ejército enemigo que había invadido nuestro territorio desde 1881.

En la misma y extensa Plaza de Armas existe un pequeño museo que recuerda esa batalla, allí en una vitrina está una bandera peruana descolorida por los años, pero que flameó ese día en el combate alentando a las tropas peruanas.

Un profesor entendido en la batalla de Huamachuco me dio un recorrido por todos los sitios históricos. En el cerro llamado Sazón, lugar donde se refugiaron las tropas enemigas ante la embestida peruana, le pedí que me dejara solo, y allí ante mis ojos pude divisar todo el panorama donde se libró la batalla. Al frente estaba la ciudad de Huamachuco y la pampa extensa que los separa, se llama Purrubamba. Yo no sé si existe un cuartel del ejército en Huamachuco, pero esa Pampa, que para alguien que gusta de la historia de nuestro país debe ser sagrada, porque allí murieron tantos nobles patriotas y allí mismo fueron enterrados o semienterrados, está siendo invadida por el crecimiento de la población. Allí debería haber un Museo de Sitio, como la del Alto de la Alianza en Tacna, donde cualquier peruano de cualquier parte de nuestro territorio pueda venir a dar respeto a la lucha y sacrificio de nuestros antepasados.

No voy a explicar la batalla, porque hay muchos libros que lo cuentan. Lo que quiero es transmitir algunos testimonios de quienes allí participaron y nos digan lo que ellos vivieron en ese día.

En el año 1883 las fuerzas de ocupación enemiga estaban tan extenuadas de una larga guerra y buscaban la manera de salir del país legalizando la apropiación de los territorios peruanos ricos en salitre, que fue el objeto de la guerra de agresión que hicieron. Las fuerzas patriotas, aunque derrotadas militarmente, aún tenían capacidad de resistencia y varias veces sitiaron Lima poniendo en jaque al ejército invasor. Las guerrillas y resistencia armada eran cada vez más fuertes y el nombre y triunfo de Cáceres era sinónimo de salir del paás sin ninguna concesión territorial. No sé de dónde viene la expresión: "mamita, los chilenos", cuando más bien lo que el enemigo decía era: "mamita, Cáceres". Qué extrañas maneras existen para cambiar la historia y aceptar la visión del vencedor.

Antes de la primera guerra mundial, en la ciudad alemana de Colonia, en el periódico Köln, se publicaron unas cartas que hiciera un joven alemán que emigró al Perú para trabajar en una tienda de negocios de un tío suyo. Llegó al Callao el 8 de junio de 1881 y escribió de una manera fría e imparcial todo lo que vio en esa época. A fines de 1881 escribió:.. “Es verdad que el vencedor desea más el fin de la guerra, pues su costo representa un esfuerzo enorme en hombres y dinero. No solamente en Chile, a pesar de los éxitos alcanzados, reina descontento por la larga duración de esta empresa, sino que también empiezan a murmurar las tropas ausentes tanto tiempo de sus hogares retenidas en Lima, inactivas medio año ya... Vi marchar de Lima a los soldados chilenos. En su mayoría eran muchachos de 14 a 16 años .Como los adultos han caído en la campaña, o están enfermos, o heridos en el hospital, son reemplazados por los hijos menores y semiadultos. Los pobres mozos debían caminar mucho bajo un peso de veinte libras de los cartuchos. En sus ojos se leía todo, menos ánimo y esperanza de vencer.

Tanto más alegres se les vería, sin duda, regresar a su residencia casera [hogar], aún cuando no hubiesen ganado ningún laurel...”

El que pestañaba primero era el que perdía. Desde su Hacienda Montán en Cajamarca el 31 de Agosto de 1882, Miguel Iglesias, el responsable de la resistencia del Perú en el norte del país, fue el que pestañeó primero y rompió la aparente unidad de la resistencia al enemigo al proclamar en el Manifiesto de Montán que el país debía aceptar su derrota y aceptar los términos y condiciones del enemigo. Chile inmediatamente le dio todo el apoyo económico y militar a Iglesias para que este firmara un Tratado que reconociera que el departamento peruano de Tarapacá pasaba a manos de Chile como botín de guerra. Paralelamente envió un reforzado ejército expedicionario para batir militarmente a Cáceres en la sierra.
Cáceres escribió las razones que le obligaron a salir de la región del centro del país, que era su fortaleza natural. En su parte de 1883, escrito en Huancayo después de la Batalla de Humachuco, expuso: “...las razones que me obligaron a retirarme a la zona del norte, siguiendo la opinión de la junta de guerra, que convoqué en vista del avance de considerables fuerzas enemigas que venían por todas direcciones con el fin de destruir las pequeñas fuerzas de mi mando... El 19 de mayo salí de Tarma cuando el enemigo dominaba ya la ciudad...”. Su ejército consistía en 2,240 plazas.

Marcha a Huaraz

Rompiendo el cerco enemigo, llegó a Huaraz el 15 de junio. El 16 de junio unió fuerzas con el pequeño ejército del Coronel Isaac Recavarren, que se encontraba en ese lugar armando un nuevo ejercito llamado del Norte. Juntaron fuerzas y ante el acoso de las tropas chilenas que venían de todos lados para acorralarlos en el Callejón de Huaylas subieron por la cordillera de Huaraz para escapar la persecución enemiga. Roto el cerco enemigo el nuevo objetivo era ir al encuentro de Miguel Iglesias en Cajamarca y batirlo antes que cundiese el desaliento y la división de los peruanos contra el enemigo común. El paso obligado a Cajamarca era por la ciudad de Huamachuco donde existía una guarnición chilena al mando del Coronel Gorostiaga que recibió refuerzos enviados apresuradamente de Trujillo y Chiclayo.

El escritor Abelardo Gamarra, llamado El Tunante, hizo la marcha como teniente en el Cuerpo de Ayudantes del Ejército del Centro. Como testigo excepcional, escribió para la posteridad un ensayo en 1886, llamado “La Batalla de Huamachuco”. Transcribo algunos pasajes de su escrito: “El 21 [junio] se dio principio a la ascensión de aquella gigantesca y majestuosa cordillera, por una senda escabrosa, angosta y deleznable, que fatigó indescriptiblemente a la tropa y en la que quedó asfixiada, a causa de la excesiva rarefacción del aire, casi irrespirable, una considerable porción de los animales de carga pertenecientes a la artillería y el parque, y de las cabalgaduras de los oficiales, muchos de los cuales quedaron a pie nuevamente. .. Sin embargo, nuestra entusiasta y viril tropa, compuesta de robustos y expertos mestizos, dominó la cumbre del imponente y enhiesto Yanganuco, alegre, cantando, llena de entereza y bizarría, sin doblegarse a la fatiga, ni presentar un solo soldado acometido del soroche y todos en estado de empeñarse en un combate. Pocos ejércitos en el mundo habrán atravesado una montaña de la elevación del Yanganuco...” (20,000 pies de altura sobre el nivel del mar).
Camino a Huamachuco

El 27 de junio continúa escribiendo: “Los 4 últimos días habían sido sumamente penosos por la absoluta falta de forraje para las bestias, el escaso rancho suministrado a la tropa, la fragocidad de los caminos, cruzados por elevados y consecutivos contrafuertes de la cordillera y la inclemencia de la temperatura. El número de los enfermos era excesivo y la mayor parte de los oficiales caminaba pie a tierra por habérseles muerto sus cabalgaduras de cansancio e inanición. De las 130 mulas del parque resultaron, solamente en Urcón, 40 medianamente útiles, y en estado de conducir menos de la mitad de su carga: en ellas se transportaron 30,000 tiros solamente...”

“El día 5 de julio..., el General Cáceres, que se había adelantado con su escolta, pudo distinguir, desde la cima de Tres Cruces, a las 2pm, bajar a la pampa de Yamobamba y en dirección a Huamachuco, unos 700 soldados enemigos, del refuerzo que se enviaba desde la costa a la división Gorostiaga, y los cuales venían por el camino de Santiago... En la madrugada del día 6, el ejército peruano llegó muy fatigado a Tres Ríos... Al amanecer, el 7, en cuyo día se resolvió en Junta de Guerra, y por unanimidad, marchar sobre el enemigo. Así se efectuó el 8 de julio, levantando el campo a las 6 de la mañana con 1,000 plazas del ejército del centro”, (que condujo personalmente Cáceres desde la ciudad de Tarma en un número inicial de 2,240 plazas) “y unos 400 que conservaba el del Norte” (que había formado Recavarren en Huaraz).

“La marcha sobre el enemigo, ya tan próximo, produjo en la tropa y oficiales el más vivo entusiasmo y alegría, así fue que en menos de dos horas se tramontó el contrafuerte que domina a Huamachuco por la parte sur y se hizo alto a una legua y al pie de la colina que oculta la ciudad.... Los chilenos sufrieron una sorpresa con la aparición súbita del ejército peruano, pero no tan completa que no tuvieran tiempo de sacar su artillería y colocarla sobre el Sazón... Con todo, perdieron su menaje de cocina, sus capotes, una parte del vestuario de lienzo, sus acémilas y el equipaje de oficiales... La fuerza del Coronel Recavarren atravesó la ciudad, evacuada ya por el enemigo, en medio de los fuegos de la artillería peruana, y trabó combate con fuerzas enemigas colocadas en el panteón (noroeste de la ciudad). Llegada la noche, cesaron los fuegos de una y otra parte. Los soldados del norte se habían batido con arrojo. El enemigo pasaba de 2,000 con el refuerzo de 700 que le había llegado”. “El 9 se reconoció el flanco izquierdo del enemigo, que era el único punto vulnerable de su línea atrincherada sobre el Sazón. En la tarde de ese día se acordó atacarlo en la madrugada del 10, pero la indisposición de la salud del coronel Recavarren, comunicada al general en la noche, aplazó la realización del plan”.

Al mediodía del 9 de julio llegaron al campo de batalla 200 voluntarios de Santiago de Chuco con un convoy de víveres para abastecer las tropas del Gral. Cáceres, encabezados por las personas más caracterizadas del lugar, señores Santiago Calderón, Fernando y José Porturas, Macedo y otros. Aquel gesto patriótico le valió después terribles represalias a ese heroico pueblo.

Batalla de Huamachuco

El 10 de julio “Uno de los centinelas de la artillería colocada a la izquierda de la línea, anunció a las 6am la presencia de unas 5 guerrillas del enemigo, que se dirigían sobre el flanco derecho del ejército, atravesando la llanura... Las compañías desprendidas eran cinco, en número más que menos de quinientos hombres, las que avanzando por la pampa iban cargándose hacia la derecha de nuestro ejército, bajo los fuegos de la artillería peruana, que comenzó a operar... El batallón Junín, al mando del coronel Juan Viscarra, protegido por el batallón Jauja, al mando del coronel Emilio Luna... salieron al encuentro de las fuerzas chilenas... Pronto quedó definitivamente empeñado el combate: nuestras tropas de la derecha descendían a la llanura cargando con denuedo.

El Batallón Tarapacá recibió orden del comandante general para comenzar a batirse... Los batallones Jauja, Junín, San Gerónimo, Apata, Concepción, Marcavalle, Zepita, descendiendo de sus posiciones, avanzaron resueltamente hacia nuestra derecha, donde arreció la batalla de una manera encarnizada. Acosado el enemigo por todas partes; viendo caer sus soldados, en multitud heridos o muertos, emprendió la fuga, procurando protegerse en el mampuesto llamado la Cuchilla...

En los momentos de lo más recio de la pelea, nuestros soldados atacaron con un denuedo y bizarría singulares, en el que compitieron con el de sus jefes y oficiales...”

Molinari (chileno): “Nunca se había visto una carga más brava, un ataque más atrevido y empeñoso”.
El Jefe del Estado Mayor chileno: “...El enemigo, con su arrojo a toda prueba, trataba de apoderarse del cerro Conochuco, donde hube de concentrar todas nuestras fuerzas para proteger la artillería y caballería que teníamos allí; el cholo peruano peleó esta vez como nunca...”

Hernan Gonzalez (chileno) “los cholos, al ver la retirada de los nuestros, comenzaron a perseguirnos tenazmente y cuando llegaron al plano, distaban solamente 15 a veinte varas.”

Abelardo Gamarra continúa: “Arrollado el enemigo hasta la cumbre del Sazón, fugando ya en dirección de Condebamba; descendiendo su artillería para rodar desordenadamente, dueño el ejército peruano de la línea ¡disminuyeron repentinamente sus fuegos!... Faltaron municiones y cesando el denodado ataque ofensivo, comenzó a defenderse... Apercibido el enemigo de lo débil de nuestros fuegos, volvió a envalentonarse y reorganizado cargó sobre la izquierda de nuestra línea, teniendo los soldados peruanos que defenderse a culatazos, pues sus rifles carecían de bayonetas... En los momentos más supremos, comprometidos en el choque ya todas nuestras fuerzas, el último Batallón que llegó para entrar en acción fue el Tarma. Al llegar el Batallón Tarma adonde se hallaba el general, que con serenidad y talento observaba los más insignificantes incidentes de la batalla,“Hjos míos”,les dijo, con aquella cariñosa familiaridad que ha acostumbrado con su tropa, “Ha llegado el momento de la prueba: tócame acompañaros, como recordaréis que lo ofrecí: ¡VALIENTES TARMEÑOS vuestra divisa ha sido siempre: vivir con Honra o sucumbir con Gloria! ¡Adelante! ¡A cumplir con nuestro deber! ¡VIVA EL PERÚ!

Un viva prolongado resonó en las filas del Tarma, que con su general a la cabeza, se lanzó a la pelea, cuando ya el heroísmo era el único escudo de nuestros destrozados batallones...

Sangriento fue el combate del Tarma, que hecho pedazos en una lucha desigual, vio al caudillo sereno y valeroso que le condujo hasta aquella tumba de gloria, en medio de la caballería enemiga, abrirse paso revólver en mano, acompañado de su secretario el denodado coronel Florentino Portugal. Eran las doce en punto del día 10 de julio de 1883. La derrota se había declarado”.

Los cazadores chilenos del Teniente Ilabaca lo reconocieron lanzándose tras él, pero entre ellos se interpuso una muralla de veteranos breñeros que rindió la vida en aras de su general. Bien sabían que lo mejor de ellos estaba representado en aquél héroe a quien llamaban Tayta.

Conclusión:

-Según Molinari (chileno): “el oficial encargado de contar los muertos peruanos dio la elevada suma de 1,400 muertos; en otros términos, casi todo el ejercito Breñero.” Pero la campaña de la resistencia contra el invasor no acabó allí. Fue una dolorosa batalla para la causa peruana, pero la lucha continuaba. El Gral. Cáceres llegó protegido por leales patriotas a Ayacucho, donde lo esperaba el coronel Justo Pastor Dávila con doscientos soldados y con ellos formó un nuevo ejército y entró nuevamente en acción, combatiendo al coronel chileno Urriola y expulsándolo nuevamente del centro del país. El enemigo estaba ya cansado de la guerra, había conseguido, gracias al Tratado de Ancón, con Miguel Iglesias, apoderarse de los ricos territorios salitreros peruanos de Tarapacá de Perú y Antofagasta de Bolivia y se retiró del país.

Según nuestro historiador Basadre, “las palabras que la Historia del Perú debe recoger, entre las más bellas que sus páginas pueden registrar: “es el parte que hace el Gral. Cáceres al Presidente Montero el 12 de Agosto de 1883, desde Ayacucho, dando cuenta de la Batalla de Huamachuco: “El Ejército de mi mando sucumbió valerosamente... El desastre, lejos de abatir mi espíritu, ha avivado más, si cabe el fuego de mi entusiasmo”.

-El lento retorno del cerca de centenar de sobrevivientes a sus pueblos de origen está narrado en las páginas del Pueblo de San Jerónimo: el 16 de Agosto de 1883, al mes y seis días de la Batalla de Huamachuco e ignorantes del resultado de la batalla, el pueblo celebraba bulliciosamente la fiesta de San Roque. Una pandilla de bailarines de chonguinos que ingresaban por el norte de la ciudad, para asistir a la misma de ese día, vieron que de la dirección de Concepción venían varios jóvenes con apariencia de pordioseros, unos cojeando, otros caminando apoyados en sus compañeros, algunos conservando aún sus armas.

Todos ofrecían un aspecto cadavérico. Al acercársele aún más, descubrieron sorprendidos y conmovidos que esos jóvenes eran sus añorados hermanos del pueblo, que, en número de 440, habían conformado el Batallón San Jerónimo y acudido al llamado del Gral. Tayta Cáceres para combatir al invasor extranjero. Sólo unos cuantos retornaban. Como un resorte todo el pueblo salio a recibirlos como HÉROES que eran. En la conciencia colectiva de los pueblos de la Sierra Central no hay fiestas donde no se recuerde a los Avelinos y el ingreso triunfal a sus pueblos. Es un honor para los jóvenes, en los días festivos de sus pueblos, vestirse como los Avelinos o Huishuytos, todos harapientos, pero con el espíritu de Vencedores, recordando a los mejores hijos de sus pueblos que pelearon en Huamachuco.

- Mi sueño: que alguna vez en nuestra historia los cadetes de todas las armas de nuestras FF.AA. y Policiales que están listos para graduarse lo hagan en las Pampas del Purrubamba. Igualmente, los jóvenes que se gradúen de la secundaria, o los jóvenes políticos de los distintos partidos, que hagan la marcha desde Huaraz, que suban el Yanganuco, que se reagrupen en Tres Cruces y lleguen a Huamachuco, siguiendo la ruta de los Breñeros de 1883. Y allí, en las Pampas del Purrubamba, todos alineados, hagan el Juramento de Amor a la Patria. Y qué hermoso sería que uno de los descendientes del soldado Lorenzo Yupanqui, del Batallón Concepción N.° 7, que aun herido de muerte tuvo el coraje de estrechar la mano del General Cáceres y manifestarle su cariño y decirle que moría cumpliendo su juramento de liderar la carga contra el enemigo, que un descendiente de este soldado haga el juramento a los nuevos oficiales, políticos, estudiantes, sería un Honor. Entre primos y hermanos, 14 miembros de esta noble familia murieron combatiendo como soldados o Breñeros desde San Juan, Miraflores, hasta Huamachuco.

En Lima está uno de sus descedientes El Sr. Lloque Yupanqui ( Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. ).Y que puedan todos repetir como juramento las palabras que dijera el el Mariscal Tayta Cáceres el 27 de noviembre de 1916: “Esta Tierra es nuestra y siempre debe serlo. Ciegos son los que no ven que el Perú tiene el ideal más excelso que puede tener una nación digna y libre: la reintegración y la grandeza de la Patria. La Patria integra, la Patria intangible: He aquí el ideal que debe enardecer a nuestras almas, robustecer nuestro esfuerzo y aumentar nuestra acción. El que tenga Patria QUE LA HONRE.”

DE CAJABAMBA A HUAMACHUCO
A CAMINO CARROZABLE A HUAMACHUCO
HUAMACHUCO DESDE EL SAZON
BANDERA PERUANA FLAMEO EN LA BATALLA
PAMPA DEL PURRUBAMBA
MONUMENTO A LEONCIO PRADO