Güeppi
Por Fernán Altuve
Este 26 de marzo se conmemoran 79 años del heroico combate de Güeppi, lugar simbólico donde en 1933, una pequeña guarnición en la Amazonía peruana resistió valientemente el ataque de un poderoso contingente del Ejercito colombiano que contaba con el auxilio de aviadores alemanes e instructores militares chilenos.
En su obra El rescate de Leticia (1978) Pablo Carmelo Montalván (1916-1983) afirmó acertadamente que “Las trincheras de Güeppi, regadas con la sangre que salpicó sus fosos, hicieron germinar una nueva doctrina de regionalismo y peruanidad,…”. Pero, lamentablemente, hoy en día, solo muy pocos quieren recordar los valores de esa promisoria doctrina patriótica y –por el contrario– muchos quieren olvidar las glorias militares del valiente pueblo loretano.
Solo así se puede entender que las autoridades regionales y nacionales, a la fecha, no hayan preparado ningún acto relevante de conmemoración de los 80 años de nuestra epopeya en Leticia que se cumplen este año.
Resulta impresionante como este espíritu de claudicación y olvido solo reina en el Perú, pues en otros países del continente las glorias militares y populares son escrupulosamente recordadas y resaltadas oficialmente. Incluso ellas son un timbre de honor para sus hombres públicos. Véase el caso de la misma Colombia donde su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, une a sus cualidades el hecho de ser el bisnieto del coronel Roberto Rico aquel que, en 1933, como jefe militar en el Alto Putumayo, fue el responsable directo del holocausto de los héroes peruanos en el reducto de Güeppi.
El mismo Montalván recordó la inmolación de nuestros héroes contándonos como:
La artillería colombiana concentró su fuego en el último reducto… en el fondo de la trinchera ya no quedaba de ellos más que ensangrentados despojos y sus humeantes fusiles... Una ametralladora seguía vomitando fuego, como si fueran muchas y estuvieran en distintos sitios... era el sargento Lores que se trasladaba como en alas del pensamiento... él también estaba herido y sangrando… Salió de la trinchera al encuentro de la gloria,..era la furia de la selva convertida por sus manos en tempestad de plomo!... ¡era un corazón palpitando Patria, que agigantaba un arma para contener la avalancha del número y la fuerza!... Pero el enemigo avanzaba incontenible disparando nutridamente, cada vez más cerca... Tal esfuerzo no podía durar… el milagro tenía que acabar porque la inmortalidad venía a su encuentro … una ráfaga enemiga le rodeó la cintura en mortal abrazo y lo destrozó... alzó los brazos con la ametralladora empuñada como para lanzarla en postrer desafío… se dobló lentamente y hundió su cabeza en el suelo en actitud de reverencia... como para besar la tierra y se dio la vuelta para mirar por última vez el sol de su selva”.
El Gobierno Regional de Loreto y el Gobierno Nacional del Perú tiene la obligación cívica y patriótica de no dejar que la gran epopeya loretana quede en el olvido. Y por ello también tienen el deber moral de recordar a Fernando Lores y sus compañeros como símbolo permanente del sacrificio de los soldados y de los reservistas de nuestro país.
La República, 25 de marzo de 2012