Lecciones de la Historia en cuanto al modus operandi de la diplomacia sureña.
Entrevista a César Vásquez Bazán
Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Chile y Perú firmado en Lima el 22 de diciembre de 1876. Fue suscrito por el Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario chileno en Perú, Joaquín Godoy, y el Ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país, José Antonio García y García.
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Texto de la Resolución Legislativa peruana de aprobación del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1876 entre la República del Perú y la de Chile.
¿Estaban interesadas las clases gobernantes chilenas en aprobar el Tratado en 1877?
No lo estaban. El Tratado era un obstáculo para el logro de los objetivos de rapiña territorial de Chile. Eso lo calla la mayoría de historiadores y políticos chilenos hasta hoy.
En nuestro artículo anterior, hemos explicado las tres razones más importantes por las que Chile no aprobó el Tratado que su embajador firmó en Lima en 1876. El país del sur no quería saber nada de arbitrajes de terceras potencias en caso de un desentendimiento con el Perú. Además, para quedarse con Tarapacá y Arica, Chile sabía que tendría que poner en práctica una política genocida y terrorista destinada a doblegar la voluntad peruana. Finalmente, los gobernantes chilenos soñaban con el saqueo y robo de las riquezas peruanas, sean éstas de propiedad fiscal o privada.
¿En qué hechos se nota la apatía oligárquica chilena respecto a la aprobación del Tratado de 1876?
Es interesante observar cómo los gobernantes chilenos arrastraron los pies y miraron al otro lado cuando debió discutirse en Santiago el Tratado firmado por Godoy y García y García.
En principio, la oligarquía chilena sólo consideró el Tratado firmado por su embajador Godoy como un Proyecto.
Adviértase también que la fecha del texto y la fecha de publicación del Tratado en el Diario Oficial del Gobierno de Chile es primero de marzo de 1877.
Es importante tomar nota de la fecha anterior para comparar las actitudes de Chile y Perú respecto al mantenimiento de la paz en el Pacífico Sur.
Mientras Chile se desentendía del Tratado, el Congreso Peruano ya lo había aprobado el 3 de febrero de 1877. La Resolución Legislativa se promulgó el 6 de febrero de 1877, con las rúbricas del presidente Mariano Ignacio Prado y el Ministro de RR. EE. García y García.
Resumiendo, el primero de marzo de 1877 Perú ya había cumplido con aprobar y promulgar el Tratado, encontrándose listo nuestro Gobierno para canjear los instrumentos de ratificación. En cambio, Chile no había prestado mayor atención al Tratado; para esa nación era sólo un proyecto que finalmente desechó.
¿Por qué firmó Perú en 1876 un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Chile, habiendo firmado tres años antes, en 1873, un Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia?
Porque la intención del Perú era el mantenimiento de la paz y no la búsqueda de la guerra y, además, porque no existía incompatibilidad entre ambos Tratados. Más bien, ambos se complementaban.
El Tratado de Alianza de Perú con Bolivia era de carácter exclusivamente defensivo. No era ofensivo ni defensivo-ofensivo. Es más, en su artículo octavo, inciso primero, el Tratado de Alianza de Perú con Bolivia obligaba a ambos países “a emplear con preferencia, siempre que sea posible, todos los medios conciliatorios para evitar un rompimiento... reputando entre ellos como el más eficaz el arbitraje de una tercera potencia”. Ésa fue precisamente la misión de Lavalle en su viaje a Chile en marzo de 1879. Intentando mediar en el problema limítrofe entre nuestros dos vecinos, el diplomático peruano propuso que una tercera potencia debería realizar el arbitraje del conflicto territorial entre Bolivia y Chile.
El arbitraje fue también el dispositivo establecido por el Tratado de Amistad entre Perú y Chile firmado en 1876. El artículo XVII de este Tratado establecía que de surgir diferencias entre Perú y Chile y “después de haber agotado los medios de llegar a un arreglo amigable y satisfactorio… se someterán tales diferencias, de mutuo acuerdo, al arbitraje de una tercera potencia, a fin de evitar un rompimiento definitivo”.
En resumen, ambos instrumentos obligaban a los tres países a evitar un rompimiento definitivo. Para ello, ambos Tratados señalaron:
1. Que Perú y Chile, por un lado, y Perú y Bolivia con respecto a un tercer país, por el otro, deberían agotar todos los medios de conciliación para evitar la ruptura de la paz;
2. Que Perú y Chile, por un lado, y Perú y Bolivia con respecto a un tercer país, por el otro, deberían acudir al arbitraje de una tercera potencia como última instancia en su búsqueda del mantenimiento de la paz.
Al no aceptar el arbitraje de una tercera potencia para la resolución de las diferencias que pudieran producirse con nuestro país, ¿Chile se vio obligado a desestimar el Tratado de 1876?
Eso es exactamente lo que sucedió. Si el objetivo de Chile era apropiarse de Tarapacá, Arica, Antofagasta y todo el desierto de Atacama, es obvio que ni Perú ni Bolivia iban a ceder su soberanía territorial mediante arbitraje. Por lo tanto, a Chile no le interesó ni convino la conciliación, en especial con el Perú. El lenguaje chileno del despojo territorial utiliza mejor los fonemas de la violencia de los blindados ingleses, los cañones Krupp y los fusiles Comblain.
¿Qué lecciones quedan para el Perú de la amarga experiencia diplomática de la Guerra del Salitre?
Quizá la más importante es que Chile es una nación con aspiraciones subimperialistas en América del Sur. Es un país que sigue operando con la lógica portaliana del Chile primero; lo demás lo veremos después. Es un país que sigue armándose hasta los dientes, a un ritmo tres veces mayor que el Perú. Es una nación cuyas clases dominantes están acostumbradas a usar la fuerza militar con el fin de lograr sus objetivos, interna o internacionalmente. Los mapuches y Salvador Allende fueron sus víctimas en el primer caso; Perú y Bolivia en el segundo.
Como ya se ha mencionado, Chile se limpia el trasero con los mediadores, con los tratados y con la jurisprudencia internacional cuando ellos resultan obstáculos para la obtención de los intereses nacionales fijados por la oligarquía gobernante. Para lograr sus propósitos, en su debido momento, Chile acudirá al armamento que adquiere febrilmente día a día y contará con la ineptitud cómplice de los gobiernos peruanos como el actual. Tras analizar la experiencia histórica podemos responder a la pregunta si Perú puede confiar en Chile. No, mis estimados. ¡Ni por un segundo!
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