Lucharon por la patria

por Herbert Mujica Rojas


Mañana 13 se cumple un aniversario más de una fecha aciaga para la capital. En San Juan aquel día de 1881 y el 15 en Miraflores, previo el saqueo sangriento y criminal generado por hordas embrutecidas de un odio incomprensible en Barranco y Chorrillos, sucedió lo que vino a llamarse la Batalla de Lima y que fue la invasión chilena en la guerra de rapiña de 1879-1883. Entonces, un inepto megalómano, asaltante de Palacio, Nicolás de Piérola, decía gobernar el Perú. Lo cierto es que la metrópoli cayó por el obsequio de un grupo de traidores. La historia contada por los distintos oficialistas se ha encargado de disimular vergonzosos actos proditores; se ha privilegiado el vínculo del apellido, el blasón supuesto, la cuna de "marca", para no delatar las apostasías en que incurrieron castas pusilánimes hasta para entender que jamás debe declinarse el componente nacional en cualquier forja de Estado y ¡menos en un país que como el nuestro posee cinco fronteras difíciles!

Combatientes peruanos en Lima


Que se sepa poco o casi nada ha cambiado. En el Perú de nuestros días hay no pocos que desearían en nombre de supuestas culturas de paz, borrar la pezuña y sus huellas hondas de los años de la guerra; se ha hablado hasta de historias conjuntas a nivel de escolares para esconder y sepultar lo que en diarios y medios oficialistas se demandaba en el país del sur como meta, objetivo, ambición, logro, conquista de sus tropas en tierra ajena. Ellos actuaban de ese modo porque esos eran sus objetivos. ¿Había que aceptarlos amablemente? ¿por causa de qué no se previó en la diplomacia, en las fuerzas armadas, en los grupos políticos o dirigentes, lo que se veía venir inexorablemente como había ocurrido, también y con el apoyo de militares de alto rango peruanos, entre 1836-1839?

Este año que también termina en 9 tiene un componente especial que se refiere a una justa por delimitación a que hemos llevado a Chile. No obstante es poco o mínimo, ridículamente casi nada lo que se sabe sobre el particular y mucho menos de lo que ocurrió entre 1879-1883. El gobierno no pareciera tener mayor sobresalto en cuanto a esta irregularidad desdorosa. La Cancillería, fiel a su entreguismo invariable, tampoco dice esta boca es mía. Suena hasta irónico recordar que en puestos de comando hay miserables que han dado demostración convincente de en dónde están sus preferencias, ninguna en Perú y todas hacia el sur. ¿Sería mucho pedirles que defiendan al país que paga sus sueldos? Y, con nombres y apellidos, sus actos contra la nación figuran en los registros de las peores puñaladas como en 1985, 1999 y los tristes protagonistas se huelgan, en puestos estatales o privados, de su participación. Como si no hubiera de llegar el día en que pulvericemos a los traidores.

En homenaje a los que murieron por la patria, de aquellos que no figuran en los textos de ninguna especie, en rescate del soldado desconocido y de la rabona histórica, constituye una misión ineludible leer la crónica que publicó en su libro Alfonso Bouroncle, La Tragedia del 79.

Los pueblos que no aprenden de sus errores, vuelven a cometerlos. (hmr)

Ver capítulo por capítulo:

La batalla de Lima.- 35 Preparativos

La batalla de Lima. 36 Se organiza la defensa

La batalla de Lima. El armamento

La batalla de Lima. 38 Las fortalezas de Piérola