El diario chileno El Mercurio publica hoy 18 de enero una entrevista al general Óscar Izurieta Ferrer, comandante jefe del ejército chileno. Respondiendo a las preguntas, el jefe del ejército de Chile, país ladrón de territorio y enemigo del Perú, informa haber recibido la visita del general peruano Otto Guíbovich, comandante general del ejército peruano.
Para más señas, Izurieta dice que la reunión se efectuó a pedido de Guíbovich, quien fue a Chile a limar asperezas con la banda de rateros uniformados de ese país, los que se habían hecho los resentidos por las conocidas declaraciones del general Donayre, predecesor en el cargo de Guíbovich.
No tenemos noticia de que en este mes de enero Guíbovich haya presidido alguna ceremonia pública en homenaje a los civiles y militares que en enero 1881 se enfrentaron a los asesinos y terroristas chilenos en las batallas de San Juan y Miraflores; pero sí se ha mostrado ágil para viajar a Chile y rendir cuentas al jefe de los rateros. El hecho de que el Perú perdiera la guerra no genera la obligación de que los derrotados militares peruanos, ejército perdedor, tengan que preocuparse por el “qué dirán” de sus vencedores, los raterísimos militares chilenos. ¿Dónde está la dignidad de perdedores de los militares peruanos?
Los entrevistadores preguntan a Izurieta, jefe de la banda de rateros, si el general peruano, que ya parece una geisha, llegó a Chile a pedir disculpas por lo del general Donayre, y el uniformado del país delincuente responde con la sutileza de un chancho: “Esto fue una reunión privada entre dos comandantes de ejércitos, y es importante dejarlo hasta ahí”. A buen entendedor pocas palabras.
O sea que el general Guíbovich, gastando nuestra plata, no fue a Chile para informar a los delincuentes que el Perú va a poner una estructura de concreto que marque el punto Concordia a orilla del mar, sino a aplacar la furia de los rateros chilenos.
Cuando los periodistas preguntan a Óscar Izurieta Ferrer, jefe de la banda de rateros, si en el diálogo con Otto Guíbovich se llegó a algún compromiso, contesta lo siguiente:
“Sí. La idea es retomar asuntos que estaban detenidos. Como ejemplo, llevábamos algún tiempo tratando de hacer un ejercicio conjunto de ayuda humanitaria en la frontera chileno-peruana. Ya se hizo la fase de planificación y computacional, y ha habido muchos inconvenientes para pasar a la fase efectiva, en terreno; inconvenientes de parte de Perú, de carácter presupuestario, a veces legales. Hubo un compromiso, en todo caso, de restablecerlo.”
Según esta información de El Mercurio, ahí tenemos a Otto Guíbovich prestándose al juego de permitir que los chilenos rateros y vencedores actúen en la frontera común prestando “ayuda humanitaria”, bien alcahueteados por los derrotados militares peruanos. Es cierto que el Perú es un país anclado en la pobreza, por tanto faenón y entreguismo de los gobiernos prochilenos; pero el ser pobres no nos convierte en sinvergüenzas: si vamos a recibir alguna ayuda, ¿por qué ha de ser de Chile, país enemigo del Perú?
Cada vez se ve con mayor claridad que los políticos y militares peruanos compiten en ser lacayos de Chile. Si los felipillos de la Marina de Guerra del Perú han puesto un monumento en bronce al chileno delincuente basura Arturo Prat, se ve que los del ejército no se quedan atrás y se han puesto la meta de halagar más a Chile: ya no será la presencia de una efigie en bronce (del hampón Arturo Prat) sino que en la frontera tendremos a chilenos en persona luciéndose dando “ayuda” a los menesterosos peruanos.
Preparar el terreno para que los hampones chilenos asomen su rostro asqueroso en la frontera es también preparar el terreno para que por entreguismo del gobierno aprista entren a nuestro territorio militares de EE. UU. y de la Colombia delincuente de Álvaro Uribe1, países cuyos méritos son los siguientes:
—Los Estados Unidos siempre apoyaron a Chile2, desde el inicio de la guerra de 1879-1883 hasta la década de 1920-1930, cuando los chilenos terminaron de usurpar nuestro territorio.
—Colombia se apropió de nuestro territorio del trapecio amazónico, que incluye la ciudad de Leticia.
Militares de esos países hostiles van a entrar con armas y todo al Perú, y nuestros uniformados, bien gracias. ¡Y así los militares quieren que les aumentemos el sueldo! ¡Que pidan el aumento a sus patrones chilenos, que dejen de usar el uniforme peruano!
1 Leer: La Colombia delincuente de Álvaro Uribe
2 Leer: Guerra del Pacífico, yanquis y chilenos