Por Juan Carlos Flórez Granda*
Nadie duda de algunos actos sobresalientes de nuestros personajes peruanos durante la pasada guerra con Chile en 1879. La historia oficial ha nombrado un sinnúmero de veces las proezas de muchos de ellos como Grau, Bolognesi, Alfonso Ugarte, entre otros. Y precisamente sobre este último se le recuerda por haberse lanzado al vacío desde el Morro de Arica durante la toma chilena el 7 de junio de 1880.
Ugarte era un acaudalado empresario nacido en Iquique el 13 de julio de 1847, administrador de las empresas salitreras de su familia. Durante la guerra dejó sus responsabilidades empresariales para contribuir a la defensa de su tierra. Para ello, junto a un grupo de empresarios, crearon el batallón Iquique No.1, conformado por personal de las empresas, siendo jefe del mencionado batallón con el grado de coronel.
Se desempeñó valientemente en las batallas de San Francisco y Tarapacá, inmolándose la mañana del 7 de junio en el Morro de Arica.
Bajo el título de “Testimonios de Guerra” presentaremos relatos oficiales de sobrevivientes que han participado junto a ellos, mostrándonos aspectos poco conocidos, datos interesantes y sobre todo, dibujado el perfil de cada personaje, todos de igual valentía y méritos como los que lo narran.
Como los relatos carecen en general de puntuaciones, estilo y tiempos, he retocado ligeramente estos para que se pueda entender el contexto. Principalmente tenían como finalidad obtener un reconocimiento de participación en las batallas, de acuerdo a las solicitudes de las distintas comisiones que se formaron a principios del siglo XX.
Los archivos originales se encuentran en distintos repositorios militares, familiares y algunos encontrados en ferias de provincia, casas de antigüedades y lugares donde venden libros de segundo uso, los cuales he ido fotografiando a lo largo de más de 15 años y que conforman una base digital de más de dos mil expedientes.
En todos los casos indicaré su origen para que el que desee pueda leer los originales.
El artesano Abraham Trillo Villamonte, cuando principió la guerra, declara que se encontraba en el puerto de Iquique en compañía de su esposa y de un niño, el mismo que tendiéndolo en sus brazos se asustó cuando apareció la Escuadra Chilena. Entregué mi hijo a mi esposa y le dije: “El deber me llama, suenan los clarines voy a defender a mi patria”. Y sin vacilar me dirigí al cuartel Batallón “Iquique No.1” que comandaba el Coronel Alfonso Ugarte.
Me dieron un rifle. No hubo lugar a hacer fuego porque los buques chilenos no nos hacían. Nos dedicamos a perfeccionarnos en el manejo del arma y la construcción de trincheras, para cuando el enemigo rompiera los fuegos.
Trascurrieron algunos meses cuando se alistó la escuadra peruana y rompió el bloqueo sobre los buques chilenos “Covandonga” y “Esmeralda”. El “Huáscar” arremetió contra la Esmeralda echándolo a pique. La Covadonga escapó, siendo perseguida por la “Independencia”, que encalló en hora fatal.
El batallón Iquique No.1 al cual yo pertenecía se encontraba en la plaza del Mercado. Mi coronel Alfonso Ugarte hizo traer varias barricas de cerveza celebrando el triunfo del Huáscar. Más tarde supo la desgracia de la Independencia y dándose una palmada en la frente dijo: “…Estamos perdidos…pero no importa, ADELANTE…”.
Dejamos Iquique y emprendimos marcha a Tarapacá, sufriendo penuria y media. Nuestro armamento estaba completamente sucio por la gran cantidad de arena que soplaba en esas pampas. Al amanecer limpiamos las armas. En esa faena estábamos cuando a las 9 am poco más o menos, tocaron a las armas. El enemigo se presentó. Tuvimos un día de combate derrotando al enemigo.
Estando en la línea de batalla, una bala vino a la frente del coronel Ugarte, agujereándole el sombrero blanco que usaba, hiriéndole en la frente. El comandante La Torre, viendo bañado en sangre al coronel Ugarte, le dijo que bajara a la quebrada a curarse, a lo que él contestó: “…Deje comandante, tengo que morir en mi línea…”
Avanzamos hasta el campamento enemigo abandonado, donde encontramos colchones y víveres. Seguimos la marcha a Arica, donde después de algunos días preguntó el coronel Varela al coronel Ugarte, si tenía algún soldado que pudiera instruir a algunos que no estaban prácticos. El coronel Ugarte le contestó que tenía un distinguido: De esa manera pasé al batallón Artesanos de Tacna.
En un pequeño descanso que tuvimos, fuimos a pasear a Tacna.
Cuando los chilenos peleaban en ese lugar, el batallón Artesanos de Tacna pasó a Arica. Nos tocó pelear en el Morro con tanta suerte que ninguna bala me llegó. Subimos al Morro. No se veía un solo chileno. Transcurrió poco tiempo y divisamos a un regimiento chileno que avanzaba, y como yo estaba de guardia con dos de mis compañeros, al ver acercarse al enemigo, le dije: “Bajemos”. Y lo hicimos por un lugar denominado la Lisera.
Bajamos a la villa del mar. Los chilenos subían al Morro, nos divisaron y nos hicieron fuego. Nos salvamos tras de una peñas. Por esos lugares encontramos a la ambulancia peruana, la misma que nos indicó una cueva llamada “Reina”. De esa manera pudimos salvarnos, pues todos los compañeros que caían en poder del enemigo eran pasados por las armas.
Optamos por dirigirnos a Tarapacá en compañía de dos tarapaqueños, Cirilo Mueco y uno apellidado Mariano Cauitín, que como conocedores bien del camino, me acompañé con ellos hasta un lugar llamado “Tirana”, donde llegamos en un estado calamitoso, muertos de hambre, de sed y sin zapatos.
Todas estas tragedias las pasé a los 23 años de edad. Es a pequeños rasgos como puedo comprobar mi estadía en la guerra fatal del 79.
Fuente: Archivo histórico del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú, letra “T”. Archivo digital Juan Carlos Flórez Granda.
*Director SEHCAP
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