Por Víctor Alvarado
Perú, EE.UU., México, Argentina y Chile emitieron decretos para extender su soberanía sobre las 200 millas marinas con el fin de perseguir y castigar a los depredadores de recursos marinos
Los orígenes de la demanda peruana en el Tribunal Internacional de La Haya para la determinación de una frontera marítima con Chile se remontan al histórico decreto peruano 781 de establecimiento de las 200 millas marinas, promulgado el primero de agosto de 1947 por el presidente José Luis Bustamante y Rivero y su canciller, el jurista Enrique García Sayán, y éste igualmente tiene su propia historia, pues es el corolario de la lucha de los principales países ribereños del Pacífico para conjurar las depredaciones de sus mares principalmente por parte de flotas balleneras europeas y conservar los recursos marinos para el consumo prioritario de sus poblaciones.
La historia de la lucha de los países ribereños del Pacífico contra los depredadores balleneros se pierde en la noche de los tiempos, pues se remontan al siglo XVIII protagonizadas principalmente por barcos balleneros ingleses en la costa de Chile.
Existen registros históricos sobre la presencia de embarcaciones a vela en 1789, un siglo antes de la invasión militar que lanzó la oligarquía anglo-chilena contra sus vecinos Perú y Bolivia, que entonces capturaban cachalote, desplazándose al norte hasta alcanzar las costas del Perú y el área de las Islas Galápagos.
TRÁFICO BALLENERO
Los barcos ingleses, sin oposición alguna, ingresaban a los mares de los países del Pacífico, y lo hicieron de manera muy intensa durante la primera mitad del siglo XIX, incluso para abastecerse de carne, verduras y agua en puertos peruanos del Callao, Puerto Pizarro y Paita.
Las operaciones de caza de ballenas frente a la costa peruana se realizaban de diciembre hasta marzo, y continuaban en el área de caza localizada de las Islas Galápagos. Con el advenimiento de la navegación a vapor y el desarrollo del arpón de cabeza explosiva, la actividad ballenera se centró fundamentalmente en ballenas de barba como la ballena azul y la de aleta.
En el Perú, según los historiógrafos, un barco factoría operó frente a Paracas en el periodo 1925 – 1927, mientras que en aguas oceánicas frente a estas costas una flota de barcos factoría capturó cachalotes entre 1936 y 1954.
El creciente ritmo del tráfico ballenero en aguas del Pacífico Sur experimentó una corta suspensión debido al estallido de la guerra anglo-estadunidense (1812-1815), conocida como la Guerra de 1812, que enfrentó a EEUU contra el Reino Unido y sus colonias estadounidenses, con el fin de invadir los territorios canadienses pertenecientes al Imperio Británico, los cuales habían sido poblados a lo largo de cuarenta años por angloparlantes y mantenían numerosas relaciones culturales y comerciales con los Estados Unidos.
ONASSIS EN LA ESCENA
Antes del decreto peruano 781 de las 200 millas marinas del primero de agosto den 1947, otros países ya habían emitido similar pronunciamiento, como la Declaración del presidente de los Estados Unidos de América, Harry Truman, del 28 de setiembre de 1945; Decreto del presidente de México, Manuel Ávila Camacchi, del 29 de octubre de 1945; Decreto del Presidente de Argentina, Juan Domingo Perón, del 11 de octubre de 1946; y Declaración del Presidente de Chile, Gabrielo Gonzales Videla, del 23 de junio de 1947 En aquellos años, los mares de la región eran objeto de incursiones de gigantescas flotas balleneras, de todas ellas la más conocida en los días de la promulgación del Decreto de las 200 millas, era la del magnate griego Aristóteles Onassis, las que en el año de la promulgación del citado dispositivo, y los siguientes, siguió efectuando incursiones impunes, que eran conocidas por los gobiernos, pero paradójicamente se mostraban tolerantes y cómplices con esa depredación.
Esa impunidad llegó a su fin en el año 1953, durante el segundo gobierno del presidente, general de división Manuel A Odría Amoretti (1950- 1956), cuando el notable conservacionista peruano Felipe Benavides Barreda (n. 1917+ 1991), premunido de información confidencial de primera mano proporcionada por colegas suyos europeos, y gracias a la cobertura brindada por el diario decano de la prensa nacional, denunció un nuevo ingreso de la flota ballenera de Onassis El presidente, general Odría, optó por hacer suya la denuncia y encargó a la Marina de Guerra actuar contra el depredador, quién al parecer alertado por sus colaboradores trató de fugar del mar peruano y evitar la intervención militar. La mayoría de las veinte y tantas naves consiguieron salir a tiempo del área de altamar de las 200 millas, pero menos, la "Olimpic Challenger", de 18 mil toneladas, que estaba repleto de aceite de ballena, que fue intervenida y abordada por los infantes de marina y traída al puerto del Callao.
La primera mención del “paralelo” chileno
La promulgación del decreto peruano 781 del primero de agosto de 1947, que se añadió a declaraciones similares hechas por EE.UU., México, Argentina y Chile, para ejercer jurisdicción y soberanía, fue hecho en una época en que el mundo carecía un derecho del mar, razón por la cual se incurrió en el facilismo de definir el "zócalo continental como una zona comprendida entre esas costas y una línea imaginaria trazada sobre el mar a una distancia de 200 millas marinas, medida siguiendo los paralelos geográficos".
Esta última mención ha sido usada capciosamente por la clase oligárquica política y militar chilena para convertir el paralelo en la línea de frontera marítima entre los dos países, lo que por supuesto no resiste ningún análisis porque la frontera peruana con Chile está determinada por el Tratado de Límites de 1929, tal como ha sido expuesta por el Perú en el Tribunal Internacional de La Haya.
NUEVAS REGLAS DE JUEGO
Onassis se allanó a los términos de la justicia peruana y se vio obligado a pagar una multa de dos millones de dólares, lo cual por supuesto, como alcanzó a decirlo el conservacionista Felipe Benavides Barreda, no iban a devolvernos nunca las 4.000 ballenas sacrificadas y cazadas por el ballenero.
Desde entonces para adelante, las reglas de juego en el mar peruano cambiaron y en adelante, progresivamente, se fueron implementando nuevas políticas que dieron paso a los convenios pesqueros entre los países comprometidos en la defensa y cautela de los recursos marinos, como lo hicieron después Perú, Chile y Ecuador, pero que Chile, excepcionalmente, terminaría dándole a estos convenios un tratamiento capcioso, ladino y preñado de doblez, para atribuir falsamente a los convenios pesqueros de 1952 y 1954, el carácter de tratados marítimos, que nunca lo fueron.
La Razón, 19.12.2013