Por Eduardo González Viaña
Aunque el fallo del Tribunal de la Haya no fuera el deseado por una u otra parte, ambos gobiernos deberían aceptarlo desde hoy y ejecutarlo apenas sea posible.
Hay una buena razón para eso: ambas partes escogieron y aceptaron la jurisdicción de ese foro desde el momento mismo de presentada la memoria y que contestada ésta por la réplica. Esta ya no es la hora de patear el tablero.
Hay algo más. La existencia de tribunales internacionales y la plena aceptación de sus sentencias es una prueba de que la racionalidad y la paz son posibles entre las naciones civilizadas. Cuando esto no ocurre, el resentimiento y los recuerdos desdichados se apoderan de la cultura popular o son excitados partes interesadas y suelen conducir a la desconfianza recíproca o a la creencia en la solución violenta
Quizás hay algo peor que las guerras, y son las guerras frías. Ocasionan la locura mediática y, a veces también, la toma del poder por parte de chauvinistas interesados. Las dictaduras se hacen dueñas de la situación para desviar la atención de sus métodos brutales o de su insaciable rapiña. Por su parte, los gobiernos huérfanos de apoyo popular suelen también usarlas para crecer en las encuestas.
El supuesto "interés nacional" acalla cualquier disentimiento contra la política oficial. Aquellos que expresan su duda en la conducción del estado, su protesta contra el crimen o la corrupción o solamente su propuesta de una política diferente pueden ser calificados de enemigos de la patria. Los políticos de todos los sectores tienen que estar continuamente pasando un test de pretendido amor por la peruanidad. Tanto la oposición como la propia democracia que eran puestas en suspenso indefinido.
Ocurre a cada rato. El más próximo recuerdo lo tenemos en los días fujimorianos.
En condiciones de flagrante autocracia, las fuerzas cívicas del país se unieron en torno del doctor Javier Pérez de Cuéllar para acabar con la dictadura a través de las elecciones. Uno de los peruanos más respetados de la escena internacional del siglo XX se enfrentaba en los comicios a un jardinero semianalfabeto...
Sin embargo, ese jardinero no era un "caído del palto". Sus asesores y su prensa advirtieron de inmediato la posibilidad de una posible guerra provocada por el Ecuador. Al mismo tiempo, se habló de la necesidad de hacer propaganda de la posición peruana en todo el mundo. Diversos políticos opositores aceptaron el encargo... y el pasaje... Entre ellos viajó al exterior el propio doctor Pérez de Cuéllar. Sin él en el país, la oposición electoral fracasó.
En una reciente visita a mi país, el taxista me sugirió comprar barcos. Me pareció extraño porque no estábamos en época de comprar juguetes. Sin embargo, el buen hombre se refería a barcos de verdad porque había leído que los chilenos estaban próximos a invadir nuestras fronteras.
Según él, no había conflictos sociales en el país. La protesta de los cajamarquinos por la posible contaminación de sus aguas era, de acuerdo con nuestro taxista, pagada por los chilenos.
Sus "libros de texto" eran unos cuantos tabloides, de aquellos que pueden comprarse cualquier día pues lo que los diferencia no son las noticias sino los traseros que publican en primera página.
La sentencia del tribunal de La Haya y su consecuente aceptación por las partes será una prueba de que las guerras no son inevitables. Con ella, se le quitará material a los chauvinistas, soporte a las dictaduras, dólares a los corruptos y recursos a los trasnochados enemigos de la integración regional.
En las guerras, mandamos a nuestros hijos a convertirse en carroña. En la guerra fría, las aves de carroña toman el poder... y hacen las compras.
Por eso, la sentencia, sea cual fuere, debe ser bien recibida por todos.
La Primera, 09.01.2014
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