Malos tiempos para los derechos humanos
chinos protestan
Por Xavier Caño (*)


El gobierno de China prometió respetar los derechos humanos en 2001, cuando Pekín fue elegida sede olímpica. ¿Qué hay de aquella promesa? Nos lo ha contado Amnistía Internacional.

Por ejemplo, hace unos días, fue detenido un defensor de derechos humanos en China, Hu Jia, candidato al Premio Sajarov, galardón con el que el Parlamento Europeo reconoce la labor excepcional en la defensa de derechos humanos. Hu ha sido acusado de "incitar a la subversión". Según la ONG China Human Rights Defenders, 20 policías forzaron la casa de Hu y cortaron las conexiones de teléfono e Internet antes de llevárselo. Hu Jia y su esposa, Zeng Jinyan, también conocida activista, sufrían arresto domiciliario desde mayo. La pareja es conocida por su lucha contra la discriminación de enfermos de sida y de hepatitis B en China; además Zeng publicaba un blog donde denunciaba injusticias sociales. La detención de esos activistas es sólo una muestra.

¿Qué pasa en China? Continúa la represión contra medios informativos nacionales: han sido detenidos 30 periodistas sólo por hacer su trabajo. Persiste la censura en Internet: en los últimos meses ha sido encarcelados 50 cibernautas. En China, quienes “caen en desgracia” con los censores van a la cárcel con facilidad. Si tienen suerte, sólo son sometidos a feroz vigilancia. Unos 30.000 policías controlan y censuran Internet. Se continúan cerrando webs...

Detención de defensores de derechos humanos, persecución de medios informativos, ataques a la libertad de expresión y encarcelamientos sin juicio no casan con el espíritu olímpico.

A medida que se acercan los Juegos Olímpicos, abogados, manifestantes y defensores de derechos humanos sufren arrestos domiciliarios y detenciones arbitrarias. Delitos de ambigua definición (separatismo, incitación a la subversión, filtración de secretos de Estado) se utilizan para detener a personas por participar en actividades pacíficas en defensa de los derechos humanos. Unos 2.000 activistas fueron detenidos durante el pasado marzo en Pekín.

El gobierno chino utiliza la seguridad durante los Juegos Olímpicos como pretexto para detener sin cargos, sin juicio y sin protección judicial. Confusos conceptos como “reeducación por el trabajo”, “custodia y educación” y “rehabilitación forzosa de drogas”, significan condenas reales de prisión, justificadas con el pretexto de “limpiar Pekín” antes de los Juegos. Cientos de miles de personas han sido internadas en centros de “reeducación” por toda China, sometidas en muchos casos a duras condiciones de reclusión. En Pekín, un toxicómano, un mendigo, un repartidor de publicidad sin permiso o un taxista sin licencia pueden ser encarcelados de seis meses a cuatro años sin acusación ni juicio.

Y, para rematar la situación, China efectúa casi el 65% de las ejecuciones de pena de muerte del mundo. En 2006, fueron ejecutadas más de mil personas, aunque algunos observadores elevan la cifra hasta 7.000. Los delitos con pena de muerte son 68, no todos violentos. También suponen tiro en la nuca delitos económicos como fraude fiscal y malversación de fondos, así como los relacionados con tráfico de drogas. Un chino puede ser ejecutado por poseer doscientos gramos de heroína. Además, cada vez se ejecuta más con inyección letal.

Amnistía Internacional teme que el aumento del uso de la inyección letal sirva para poder extraer los órganos vitales de ejecutados. En 2006, especialistas chinos en transplantes calcularon que el 98% de los órganos transplantados podrían provenir de ejecutados. La pena de muerte es un castigo que viola el derecho a la vida y menoscaba los principios del “mantenimiento de la dignidad humana”, que figuran en la Carta Olímpica, principios que han de regir la actuación del Comité Olímpico Internacional, promotor de los Juegos.

Ante toda esta sinrazón, ¿qué dice el COI? ¿Qué propone? ¿Y qué, la ‘comunidad internacional ante la sistemática violación de derechos humanos? ¿Qué, EEUU, Unión Europea, Japón?

Nada. China, mercado enorme. China, locomotora económica mundial. Y todos miran hacia otro lado. Por cierto, en China, que tanto crece, es donde más ha aumentado también la desigualdad. También enorme.

Esos dirigentes mundiales de estados y entidades internacionales, encubridores, cuando no cómplices, de graves violaciones de derechos humanos por amor al mercado y a los negocios, encima pretenden que los tengamos por respetables y honorables. ¡Malos tiempos!

Escritor y periodista
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