Por Juan Luis Gaona (*)
Las mujeres ya son mayoría en las universidades árabes. Según la UNESCO, el 60 por ciento de los estudiantes y más de la mitad de los profesores de muchas universidades árabes son mujeres. Sin embargo, están discriminadas y siguen teniendo problemas a la hora de obtener un trabajo acorde a su formación.
“Las estadísticas muestran la mejora significativa de las oportunidades educacionales para las mujeres árabes. La educación femenina es el arma más poderosa para mejorar su estatus y la fuerza más potente de cambio social”, señala Ayad al Qazzaz, profesor de la Universidad Islámica de Gaza. El número de mujeres universitarias se ha triplicado desde 1970 en Oriente Próximo. Irak ha sido el único estado que ha retrocedido en los últimos años, en gran parte debido a la invasión de 2003.
La educación es clave en el progreso de las mujeres y el motor del desarrollo de estos países, que desaprovechan la capacidad intelectual de miles de tituladas. Uno de los problemas de la mujer en el mundo árabe es que las mejoras de su educación no se ven reflejadas en su situación laboral. Según Rafia Ghubash, rectora de la Universidad Árabe del Golfo, en Bahrein, “el problema más grave es lo que les ocurre a estas mujeres cuando obtienen su titulación y entran en el mercado laboral, donde la estricta tradición cultural y la discriminación de género les impiden obtener posiciones acordes a su educación”. Un informe de la Unión Europea indica que a pesar de la alta cifra de mujeres tituladas, su participación en el mercado laboral apenas supera el 30% en Oriente Próximo y el norte de África, el índice más bajo del mundo. La diferencia aumenta de forma considerable cuando hablamos de cargos administrativos y directivos.
Los estados dedican enormes sumas de dinero a la educación de mujeres cuyo futuro está condicionado por el mercado de trabajo, su tradición cultural y sus leyes, que las discriminan en casi todos los aspectos de la vida. La única perspectiva de muchas mujeres árabes es quedarse en casa o dedicarse a la educación de niñas, profesión que se encuentra saturada. Según la Política Educativa de Arabia Saudí, “el objetivo de la educación de una niña es darle una educación islámica que le permita ser un buen ama de casa, una esposa ejemplar y una buena madre.” Las pocas que encuentran trabajo en otros sectores, reciben salarios mucho menores que sus compañeros. Además, existen algunas carreras, como la magistratura y la judicatura, vetadas para la mujer por la tradición islámica.
“Las mujeres árabes están discriminadas socialmente, pero pueden manejar su propio dinero. De ahí que haya una pujanza empresarial y económica femenina sorprendente”, explica Celia de Anca, del Instituto de Empresa de Madrid. Muchas jóvenes buscan en la iniciativa empresarial las oportunidades que el mercado laboral les niega a pesar de su formación. Según Amnistía Internacional, en Arabia Saudí las mujeres poseen el 40 por ciento de la riqueza que está en manos privadas y son dueñas de 15.000 establecimientos comerciales. Sin embargo, las limitaciones sociales y legales les impiden ejercer plenamente estos derechos: un hombre debe representarlas en reuniones y transacciones de negocios, no pueden viajar sin compañía de un familiar varón ni conducir. Además, en los países donde no se reconoce el derecho al voto femenino, no pueden participar en las decisiones que afectan a sus vidas.
Según el Foro Internacional de las Mujeres, “gracias a la educación se están abriendo puertas de esperanza para la mejora de la situación de las mujeres en el mundo árabe con resultados palpables”. En cinco años se ha duplicado su presencia en los Parlamentos nacionales, sobre todo gracias a los avances registrados en países como Marruecos, Jordania y Túnez. Aún así, la cifra de mujeres parlamentarias no supera el 6,5 por ciento. Acabar con la discriminación de la mujer está ahora en manos de los gobiernos de los países árabes, que deben reconocer su importancia en la sociedad y contraer compromisos concretos para acabar con esta situación.
Cada paso, por pequeño que sea, nos acerca un poco más a la igualdad entre hombres y mujeres, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Hasta la más larga caminata comienza con un pequeño paso.
(*) Periodista
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.