Alemania no acepta enviar su gente a Afganistán
Angela Merkel
Estados Unidos estaba esperanzado en que Alemania acepte el envío de sus ciudadanos a combatir en Afganistán, pero su pedido recibió una rotunda negativa de la Canciller Angela Merkel.
Los cálculos de la cancillería estadounidense no pueden estar más miopes, pues parecen creer que la situación de su país es la misma que tenía meses después del atentado del 11 de setiembre de 2001. No toman en cuenta que la imagen del gobierno de Bush está desgastada tanto en el frente interno como ante la comunidad internacional.
Alemania mantiene 3,200 soldados desde el inicio de las operaciones posteriores al 11 de setiembre, pero el secretario de Defensa de Estados Unidos, pretendía que Alemania realice un nuevo envío de un contingente de 3, 500 alemanes.
Al avispero talibán
La respuesta de Franz Josef Jung, secretario de Defensa de Alemania ha sido tajante, no enviarán más personas ni moverán sus tropas del norte al sur de Afganistán, que bulle en violencia talibana, que era precisamente la zona donde Estados Unidos pretendía enviar a los soldados alemanes.
De nada valieron los alegatos norteamericanos sobre el riesgo de que la OTAN pierda credibilidad en Afganistán. Lo cierto es que los políticos alemanes tienen que ser muy cuidadosos, pues la opinión pública alemana no cree a ciegas que las operaciones militares en ese país asiático se realicen con la finalidad de aniquilar al terrorismo, sino que cada vez pesa más la explicación de que el propósito de ese despliegue se debe a un pretexto del gobierno de Bush para dar ganancias a las industrias de armas y tener argumentos para recortar las libertades individuales de los ciudadanos de su país.
Con el panorama en el cual parece agudizarse la violencia en Afganistán en un futuro próximo, el asunto parece complicarse para el gobierno de Bush, pues sus medidas de contratar mercenarios sudamericanos y de otros países, e incluso llegar a extremos de prohibir publicar fotos de los ataúdes de los soldados que retornan muertos a Estados Unidos tampoco han tenido mucho efecto en la opinión pública norteamericana, que cada vez apoya menos a la invasión bélica tanto de Afganistán como de Irak, mientras cobra mayor peso la hipótesis de que estas acciones tienen como razón el controlar esa zona estratégica de Asia y el flujo del petróleo iraquí.
Como los errores se presentan en cadena, a la falla de cálculo de meterse a hacer la guerra en dos países (Irak y Afganistán), se suma la tentación de utilizar las tropas estadounidenses para jaquear militarmente a Irán, que tiene frontera con el invadido Afganistán.
La desesperación de la administración Bush llega al extremo de ofrecer gangas a los jóvenes para que decidan enrolarse, lo cual no resulta tan exitoso como esperan.
Así las cosas, cobran actualidad las interrogantes planteadas en el documental Fahrenheit 9/11 de Michael Moore: ¿Bush sabía de antemano del ataque a las Torres Gemelas? ¿Cuál es la relación entre Bush y la familia real de Arabia Saudita? ¿Bin Laden sigue siendo agente de la CIA? Como se sabe, Bin Laden, junto con otros extremistas islámicos, fue entrenado y equipado por la CIA para combatir a los rusos en Afganistán en la década de 1980. Era un terrorista “bueno” cuando mataba rusos, pero es “malo” cuando mata norteamericanos.
¿Cuánto tiempo conviene a los Estados Unidos mantener vivo el “cuco” de Bin Laden? ¿A cuántos países aliados más seguirá embaucando para que den apoyo político y militar en estas infructuosas aventuras bélicas? Se constata pues, que una potencia, sumada a la OTAN, tras más de siete años lo único que consiguen en Afganistán es la muerte de sus propios soldados y el fracaso en la lucha contra el supuesto terrorismo.