Morir por beber agua no potable
Xavier Caño (*)
¿Estaría de acuerdo en tener que caminar diariamente 15 ó 20 kilómetros para poder disponer de agua con peligro de ser atacado por hienas o sufrir agresiones sexuales? ¿O tal vez a pagar por el agua que necesita el 15% de lo que gana? El primer caso sucede en África, donde niños y mujeres son quienes van a buscar agua, y el segundo, en Centroamérica. En ambas situaciones tal vez se recurra a cualquier agua para poder utilizarla o por no pagar un precio abusivo. Y, si se recurre a cualquier agua, no hay la menor garantía de qué sea aceptable para el consumo humano.
La ONU dedica este año 2008 a la importancia del saneamiento, es decir, a recordarnos que todos los seres humanos han de disponer de instalaciones para que el agua sea potable. Saneamiento significa instalaciones sanitarias (letrinas, retretes, conducción de aguas fecales, albañales…), más control y depuración de aguas para consumo humano. Algo que en los países ricos es habitual. Si la ONU decide que se hable de saneamiento, se piense en el saneamiento, se tomen medidas para qué avance el saneamiento durante un año entero es precisamente porque no hay suficiente saneamiento.
Cada año se vierten más de 200 millones de desechos fecales que van a parar al agua, muchos sin tratar, sin depurar, sin eliminar. Según la ONU, cada mes mueren más de 160.000 personas en todo el mundo por falta de saneamiento del agua. Más de 5.300 cada día. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos recuerda que casi el 80% de las enfermedades en el mundo están relacionadas con la mala calidad del agua. O, dicho de otro modo, con la falta del saneamiento que hace que el agua sea potable. Como recordó hace unos días Margaret Chan, directora de la OMS, el saneamiento es una piedra angular de la salud pública.
La organización solidaria Intermón Oxfam, una de cuyas tareas es la ayuda humanitaria en catástrofes naturales, ha calculado que una persona necesita 15 litros diarios de agua limpia y potable para beber, cocinar y lavar, tanto por higiene personal como lavado de ropa, utensilios… Pero esa agua potable no está al alcance de todas las personas. Más de 2.600 millones no tienen a su disposición los más elementales servicios de saneamiento, más del 40% de la población de la Tierra.
Según Intermón Oxfam, 1.700 millones de personas beben agua que no tiene la mínima exigencia de potabilidad. Por eso cada 20 segundos muere un niño por falta de saneamiento, según informa la ONU. Niños que mueren por diarreas, cólera o cualquier afección asociada al agua contaminada. Un millón y medio de niños muere anualmente por no tener acceso al agua potable, por no disponer del adecuado saneamiento.
África es el continente en peor situación de saneamiento: seis de cada diez habitantes no tienen acceso a letrinas o agua corriente. Y en Asia, mil quinientos millones no tienen acceso a servicios básicos de saneamiento.
En resumen, un 41% de la población de la Tierra tiene severos problemas con el agua, por no estar saneada. Y también porque algunos han hecho del agua un negocio que les rinde cuantiosos beneficios. A este respecto, la ONU indica que el coste del agua ha de ser inferior al 3% de los ingresos familiares, pero ya hemos visto lo que ocurre en América Central, por no hablar del precio del agua en Nairobi, donde cuesta diez veces más que en Londres, por ejemplo.
La falta de saneamiento es tan importante que, aunque a trancas y barrancas, el saneamiento aumentó en el mundo hasta la década de los noventa del siglo pasado, pero no tanto como sería necesario. Nos lo recuerda Koïchiro Matsuura, director general de UNESCO, quien indicó recientemente que “de mantenerse la tendencia iniciada en 1990, en el año 2.015, aún habrá 600 millones de personas que continuarán sin saneamiento básico”.
Lo más sorprendente de que no se hagan esfuerzos reales para dotar de saneamiento a todo el mundo, es que, según calculo de la ONU, por cada dólar invertido en saneamiento, hay una recuperación de 9 dólares. O sea, que además es benéfico.
(*) Escritor y periodista
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