Reformar el Islam
Por Adrián Mac Liman (*)
Aparentemente, la iniciativa cuenta con el apoyo de la Dirección de Asuntos Religiosos de la República Turca, máximo órgano estatal encargado de velar por la pureza de la fe. El grupo de teólogos de la Universidad de Ankara, entre los que también se hallan expertos cristianos, no tratará de actualizar el Corán, como sugieren algunos, sino de analizar con detenimiento las frases que forman parte de la tradición islámica. Muchos islamólogos estiman que más de la mitad de los hadices son apócrifos, ideados y añadidos al legado religioso décadas e incluso siglos después de la desaparición del Profeta.
Durante el primer siglo de la civilización musulmana, el Corán era el único referente de los fieles. En comparación con el Antiguo y el Nuevo Testamento, que aluden a la vida y la labor pastoral de los profetas, en el Corán no encontramos detalles acerca de la existencia terrenal de Mahoma. Curiosamente, el Corán contiene más información sobre los precursores del conductor de caravanas de La Meca, Abraham, de Moisés o de Jesús. Pero el Libro Sagrado de los musulmanes sólo se dirige al Profeta. Mahoma es un mero portavoz de la voluntad divina. Es lo que le confiere, según los mahometanos, el título de “último profeta de la religión verdadera”.
La evolución de la teología islámica pasó por varias etapas. Durante la primera, Ahmed ibn Hanbal (780 – 855 d.C.) se convirtió en defensor de la tradición religiosa, la Sunna. Sus seguidores llevaban el nombre de ahl al sunna —pueblo de la tradición— o sunitas. Para los sunitas, las verdaderas raíces de la tradición de encontraban en los hadices. Con el paso del tiempo, los compendios de frases atribuidas a Mahoma, pasaron a ser la segunda fuente de enseñanza religiosa, sirviendo también de base para la elaboración de la Shariá, la ley islámica.
Mientras el Corán se limita a ofrecer máximas o escuetas normas de conducta a los musulmanes, los hadices recogen y detallan los pecados y sus correspondientes castigos, como por ejemplo la manera de apedrear a las mujeres adulteras, la muerte de los apostatas, las penas impuestas a quienes consumen alcohol, etc. Según los estudiosos, se trata de un primer intento de radicalizar la religión, de apartarse del carácter ecuménico del Libro Sagrado.
El Islam aparece dividido durante el siglo XIX, cuando se divisan dos corrientes clave: el secularismo y el modernismo. Mientras los secularistas consideran que es preciso limitar el papel desempañado por la religión para lograr en desarrollo de la civilización musulmana, los modernistas prefieren echar la culpa de todos los males al obscurantismo y el tradicionalismo de la sociedad, convirtiéndose en valedores de la “reinterpretación” de la doctrina coránica. De ahí la necesidad de reconsiderar el contenido de los hadices. A finales del siglo XIX, numerosos intelectuales musulmanes se pronunciaron a favor de una revisión de los compendios de hadices.
Actualmente, la sociedad turca parece dispuesta a avalar este ejercicio, que irrita tanto a los doctores de la fe de la Universidad islámica cairota de Az Zahar como a los wahabitas saudíes. Sin embargo, la llamada “burguesía islámica” otomana vive en un entorno mucho más tolerante. Ello le permite contemplar el advenimiento de un Islam moderno, capaz de compatibilizar la fe con la igualdad de sexos o la pertenencia de Turquía al concierto de naciones europeas (cristianas).
Sin embargo, el porcentaje de políticos comunitarios que apuestan por la iniciativa del Gobierno islamista de Erdogan es muy limitado. Pocos comprenden la necesidad de reformar ciertas normas religiosas, de modernizar el Islam. Por si fuera poco, hay quien duda de la sinceridad de los gobernantes de Ankara; quien no comprende (o no quiere comprender) el alcance de este aparentemente modesto, aunque innovador ejercicio de estilo de los teólogos turcos.
(*) Analista político internacional
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