Tópicos peligrosos

Por Corina Mora (*)

Partamos de la base de ficción que requiere una serie televisiva, trate el tema que trate, para ser contada. Pongamos de manifiesto el profesional trabajo de producción y el equipo de actores que encarna esta serie. Y vamos al grano. Plan América quiere ser una serie que cuente la vida de los cooperantes españoles en algún país del Sur, pero se olvida que para eso tiene que mostrar que el Sur también existe.


Existe y camina. En los países del Sur, donde llegan a trabajar las ONG españolas hay profesionales locales que dan mil vueltas a los inexpertos cooperantes y de los que uno aprende porque conocen su espacio y saben mejor que nadie cuáles son sus necesidades. Son las contrapartes, esas socias locales con las que trabajamos conjuntamente las organizaciones del Norte. Cuando una persona decide trabajar como cooperante, decide formarse, conocer y aprender de otra cultura, descubrir la forma de vida de otros y aportar experiencias y esfuerzos en el camino de esos pueblos

Aunque la serie quiera centrarse en la vida del equipo español, es preocupante que todos los personajes propios del país en cuestión respondan a estereotipos que acaban por situarlos en un plano inferior: nosotros sí sabemos; ellos no saben. Ni un solo referente local que nos dé algo constructivo y positivo.

Se repiten las ideas que no hacen sino mostrar a la población del Sur como los “pobrecitos”. Esa visión paternalista y maniquea que todo lo simplifica. O víctimas o verdugos. El paramilitar es malo. El guerrillero parece bueno pero también es malo. El conductor es vago y le gusta la bebida. La señora y su hija enferma son ignorantes. La chica guapa es eso, guapa, y mantiene una relación, en secreto, con el jefe del hospital español.

Pero el equipo de Plan América tiene soluciones para todo. Menos mal. Con perfiles para todos los gustos: la monja, la idealista-ingenua, el cínico, la sentimental... Pero se equivocan y tienen dudas. Y, además, tienen diferentes motivaciones para salvar al mundo.

Y ahí radica el problema de contenido. Seguimos alimentando la idea “redentora” de la cooperación y así jamás construiremos una sociedad más justa. La cooperación no requiere de heroínas ni de santos. Si mantenemos la visión etnocentrista ante otros países nunca podremos trabajar juntos ni “cooperar”. Los pueblos tienen que ser los protagonistas de su desarrollo, tal vez no con el modelo que se impone desde el Norte si no con sus propias herramientas y con derecho a equivocarse. Nuestras soluciones no son ni las únicas ni las mejores.

No se puede pedir a una producción audiovisual de entretenimiento que exponga la realidad tal cuál es, necesita un espacio de ficción y creatividad, pero estamos dejando pasar oportunidades para mostrar valores positivos, solidarios y que nos hagan vivir en equidad.

Una serie de televisión necesita acción, que pasen cosas, pero sin negar la existencia conflictos armados, ni las difíciles condiciones que en muchas ocasiones encuentran las ONG para trabajar en determinados lugares; iniciar Plan América con un asalto, robo, intento de violación y una cooperante asesinada a balazos no es, afortunadamente, cercano a la realidad. Desde luego, el clima generado lleva al espectador a pensar más en los riesgos y la supervivencia de los cooperantes que en la realidad social e injusta que viven los países que precisan del apoyo de la cooperación.

Flaco favor hace la televisión pública española a una sociedad que aún no termina de creerse que para que nosotros vivamos como vivimos, otros están explotados y en condiciones precarias, que nuestro modo de vida, nuestras políticas comerciales, migratorias, económicas, etc. afectan a la vida de miles de personas en otros países. Y que si las cosas no cambian no es porque no quieran, sino porque no queremos.

(*) Periodista de Plataforma 2015 y más
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