Hagan juego
Por Miguel Ángel Sánchez López (*)
Las primeras casas de apuestas españolas han abierto sus puertas en Madrid y el País Vasco. El Gobierno de Madrid, que impuso a este negocio una fiscalidad del 10% sobre algunas apuestas, ha dado permiso para operar a tres empresas diferentes. A final de año habrá 300 establecimientos de este tipo en suelo madrileño. Algo similar ocurrirá en el País Vasco.
El polémico sector de las apuestas, de enorme tradición en el Reino Unido, acaba de entrar con fuerza en España. Las Islas Británicas son la meca del juego en Europa. Las casas de apuestas son legales y están presentes en cada esquina de las grandes urbes, como Londres. Además existen más de un millón de usuarios de la modalidad online que, desde sus casas, apostaron más de 24.000 millones de euros. El mismo dinero que se ha gastado en Irak desde la ocupación en 2003.
Por el momento, las únicas apuestas posibles en nuestro país (la mínima es de 20 céntimos y no hay límite máximo, siempre que la ganancia sea inferior al medio millón de euros) son las deportivas, pero las empresas del juego confían en ampliar el negocio a partir de acontecimientos sociales y concursos televisivos, un abanico de posibilidades que es criticado por las asociaciones de ludópatas.
La apertura de estas casas de apuestas no es el primer contacto de los ciudadanos españoles con el mundo del juego. Desde hace poco, cualquier persona con más de dieciocho años puede apostar en Internet. En España hay más de 130 mil usuarios de apuestas en la Red que se jugaron 650 millones de euros en 2007. Estos datos suponen un crecimiento del 57% en la cantidad de dinero apostado. Y parece que, año tras año, esta cifra irá en aumento. La Asociación Española de Apostantes por Internet (AEDAPI) está convencida de que el sector del juego online todavía no ha tocado techo en España. De hecho, espera que 2008 sea un gran año para el sector, a juzgar por las previsiones, que estiman un crecimiento del 84% con respecto a 2007 y más de 200.000 jugadores activos que apuesten cerca de 1.200 millones de euros.
Los usuarios pueden apostar sobre cualquier cosa, como quién se llevará el Oscar en cada categoría, sobre carreras de galgos o ganadores de concursos. Da igual la temática, lo importante es arriesgar. Y no hay límites. Una web española, por ejemplo, acepta apuestas sobre quién será el próximo famoso en fallecer.
Los problemas relacionados con el negocio del juego son numerosos. El 2% de los españoles adultos padecen ludopatía y el 3% está en riesgo de caer en ella. Es decir, hay un millón y medio de afectados, de los cuales el 31% son mujeres. Los altos índices de ludopatía son consecuencia de los ‘cebos’ de las casas de apuestas. Las empresas regalan cantidades importantes de dinero para que cada usuario no arriesgue su propio capital. Ofrecen estas cantidades por dos motivos. Uno para que el jugador juegue y vea que puede ganar dinero y dos, porque la competencia es dura y la mejor forma de captar un nuevo cliente es robárselo a otra empresa. Cuando este dinero regalado se agota, muchos clientes arriesgan sus ahorros. Además, la ludopatía no tiene límites de edad. El escaso control de los portales de Internet relacionados con el negocio de las apuestas habilita a los menores de edad a entrar en este mundo.
No sólo los problemas son de ámbito personal o familiar. Numerosas mafias blanquean dinero gracias a las casas de apuestas. Las autoridades europeas anuncian la llegada de mafias orientales al mercado de las apuestas del Viejo Continente. Estos grupos criminales actúan con impunidad por la escasa legislación sobre el tema y porque las casas de apuestas tienen sus sedes en paraísos fiscales, como Gibraltar. Otros problemas están relacionados con los amaños deportivos, como los que tienen lugar en competiciones del fútbol europeo, sobre todo en países del Este.
Los aspectos negativos de estos negocios tienen solución. Pero sin la existencia de leyes que penalicen la práctica de las apuestas ilegales, que regulen la publicidad de este negocio para combatir la ludopatía o que controlen la edad de los apostantes, será difícil conseguirlo.
(*) Periodista
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