El centro, sencillamente, no existe
Por Xavier Caño Tamayo (*)
Barack Obama, candidato del partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos ha perdido puntos de preferencia electoral respecto a su rival republicano, McCain, según la última encuesta realizada por la revista Newsweek. Obama aventajaba en 15 puntos al republicano hace algo más de un mes, pero esa superioridad se ha reducido a sólo 3 puntos. Casi nada. Y, aunque faltan cuatro meses para las elecciones presidenciales, es un pésimo dato para el candidato de color que parecía encarnar cierto espíritu de cambio.
Según todos los indicios, ese descenso de simpatías electorales tendría que ver con lo que un diario español editorializaba hace una semana. Obama habría iniciado un “giro hacia el centro”. Explicaba el editorialista que Barack Obama había “apoyado decisiones conservadoras del Tribunal Supremo (sobre la pena de muerte para violadores de menores y sobre el derecho a llevar armas las personas) y se había mostrado favorable a conceder financiación federal a organizaciones religiosas para programas sociales; también, a favor de ampliar la facultad del Gobierno de intervenir las comunicaciones de ciudadanos sospechosos (…), mostrando dudas sobre la viabilidad de cumplir su promesa de retirada de Irak en 16 meses”.
Esas afirmaciones de Obama son un cambio evidente de su postura política. Lo que no está tan claro es que signifique girar hacia el centro. En castellano secular, eso es girar hacia la derecha. Según el editorial citado, ese cambio en Obama “revela una clara intención de ampliar su base electoral” y con ello “busca ganarse a la clase media blanca situada entre republicanos y demócratas”.
Siempre me ha maravillado esa gente que da categoría de verdad indiscutible a sus imaginaciones, deseos y delirios cual si dispusieran de una bola mágica que les revelase los arcanos de la verdad.
Lo que sí es un hecho es que Barack Obama ha perdido ventaja electoral y también que eso ocurre tras hacer unas manifestaciones políticas que le deslizan hacia posturas más conservadoras, hacia la derecha. Porque, aclaremos de una vez por todas, el centro no existe, es irreal. Un eufemismo al que tan aficionados son los políticos profesionales amén de los periodistas y similares, gentes a las que espanta decir las cosas por su nombre.
Hay posturas y actuaciones derechistas o conservadoras y posturas progresistas o transformadoras. Por supuesto, hay matices en ambas posturas, pero el centro no existe. En el enorme tinglado mediático, que a menudo responde escasamente a la realidad, se ha consagrado el vocablo ‘centro’ como palabra-comodín, también sinónimo de moderación, con la pretensión de que eso es lo que quiere la mayoría de la gente más allá de sus intereses concretos y objetivos personales, de grupo o de clase. Y las gentes, aunque no siempre sea así, buscan atender sus intereses y tal vez algo más de justicia.
En la vieja Europa hemos visto muchas veces en las últimas décadas giros hacia el centro, que no son otra cosa que deslizamientos hacia posturas conservadores. Y en numerosas ocasiones quienes han protagonizado ese giro lo han pagado con pérdida de votos. Eso le ha pasado recientemente al señor Veltroni, líder del inconcreto Partido Demócrata italiano (sustituto del Partido de la Izquierda), que ha perdido las elecciones ante Berlusconi.
Los políticos profesionales que encarnan propuestas progresistas deberían comprender de una vez por todas que la masa electoral es perezosa, pero no estúpida, y para posturas conservadoras prefieren las de los conservadores, que tienen más experiencia, y no las de unos advenedizos.
El señor Obama tal vez debería caer en la cuenta de que en Estados Unidos, hoy probablemente sea más importante resolver que más de cuarenta millones de estadounidenses puedan disponer de un servicio gratuito de salud (que no tienen) o que desaparezcan cuanto antes las tent city, esas poblaciones formadas por tiendas de campaña, a donde han ido a parar quienes han tenido que entregar sus casas a los bancos por no poder pagar sus cuotas. En cualquier caso, esa muy notable pérdida de ventaja electoral tras sus declaraciones conservadoras debiera hacer reflexionar muy seriamente a Barack Obama.
(*) Periodista y escritor