Urgencia universal
Por Celina Pereda (*)
Asistimos a una serie de acontecimientos preocupantes, inundaciones en Myanmar (antigua Birmania), terremotos en China, disturbios en 37 países en desarrollo generados por la grave subida del precio de los alimentos básicos que nos hace sentir que estamos ante una situación de urgencia universal que contempla entre otros factores el cambio climático, la crisis alimentaria y los fenómenos migratorios.
Las políticas neoliberales de privatización y ajuste estructural impuestas desde hace 30 años por las instituciones financieras internacionales y los gobiernos del Norte están provocando una situación de emergencia alimentaria global que siembra dudas sobre el modelo actual de desarrollo y crecimiento global.
Esta situación no se debe a un problema puntual sino estructural que afecta a los cimientos del sistema: el aumento de la demanda de mercados emergentes como China o la India; la falta de apoyo al desarrollo agrícola; los límites a las exportaciones establecidos por algunos del los principales productores; el excesivo coste humano y económico que representa el cultivo de algunas fuentes de biocombustibles, como la caña de azúcar o el maíz, que infla el precio de los alimentos entre un 5% y el 15%; y el aumento del coste del petróleo.
Esta crisis puede afectar a 100 millones de personas en todo el mundo. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha recordado que 3,5 millones de niños y niñas mueren cada año por malnutrición.
Mientras que un hogar del mundo desarrollado invierte menos del 18% de su presupuesto en alimentación, la media alcanza el 70% en los países en desarrollo. De ahí que el margen de maniobra en los países empobrecidos que dependen de la importación de alimentos sea muy escaso.
La crisis alimentaria mundial y los altos precios del petróleo, así como factores crónicos como la desertificación y la extensión del agotamiento de los recursos y fenómenos naturales como inundaciones, sequías, huracanes y tsunamis provocan una migración masiva de Sur a Sur y de Sur a Norte.
Para el año 2050, unos mil millones de personas podrían verse forzadas a emigrar como consecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Estos cambios climáticos y sus impactos en la agricultura y las economías se producirán en todo el mundo. Los pueblos de esos países buscarán oportunidades para mejorar su vida y las de sus familias, dándose las condiciones para ver grandes movimientos de personas emigrantes.
Simultáneamente, la Unión Europea prepara una directiva que unifica los criterios para expulsar a las personas extranjeras que residen ilegalmente en territorio europeo, coincidiendo con un endurecimiento general del discurso en materia de inmigración.
Tenemos trabajo para hacer frente desde la sociedad civil comprometida a esta emergencia mundial, comenzando por el respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas afectadas.
Por Celina Pereda (*)
Vicepresidenta de Médicos del Mundo