El vicepresidente de Iraq, Nuri al-Maliki, llegó a Moscú el 23 Julio para una visita de cuatro días y se reunió allí con el presidente ruso, Vladimir Putin y otros dirigentes rusos.
En un análisis, el periódico ruso Pravda, señaló que, durante la visita, Maliki mostró la determinación de Iraq a desafiar a EE. UU. expresando su oposición a la creación de bases norteamericanas en el país, denunciando el apoyo de Washington a los grupos terroristas y manifestando su voluntad de comprar armas rusas.
EE. UU. gastó más de 2 mil millones de dólares para invadir Iraq, según un estudio realizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Brown. Dicha invasión causó un gran sufrimiento al pueblo iraquí además de casi un millón de muertos y estuvo basada en las mentiras de la Administración estadounidense sobre las inexistentes armas de destrucción masiva de Iraq, algo que recuerda las actuales mentiras de EE. UU. sobre el uso de armas químicas por el Ejército sirio. Por tanto, está claro que la Casa Blanca y el Congreso harán todo lo que esté en su mano para intentar que Iraq no abandone la esfera de influencia de EE. UU. Pero ¿pueden realmente hacer algo?
Iraq está estratégicamente localizado en Oriente Medio y es el segundo mayor productor de petróleo de la OPEP hoy. El país produce 5 millones de barriles de crudo al día, pero su producción en 2020 se incrementará a 8 millones, lo que significa que llegará prácticamente al mismo nivel de extracción que Arabia Saudí.
Dado que si EE. UU. utiliza el campo de la energía como arma política contra Rusia, podemos concluir que si Iraq desafía a EE. UU. y se une al eje Moscú-Teherán-Damasco, esto significaría una seria derrota geopolítica para EE. UU. en la región del Golfo Pérsico y el mundo.
“La guerra de EE. UU. contra Iraq llevó a la destrucción, la fragmentación y la difusión del caos en su territorio”, señala Nikolai Sujov, un investigador del Instituto de Orientalismo de la Academia de Ciencias de Rusia. Por supuesto, esto ha llevado a un incremento del sentimiento antinorteamericano en todas las comunidades de Iraq, entre los musulmanes sunníes y los shiitas así como de los cristianos, que sufrieron todos un duro régimen de sanciones que privó a Iraq de productos básicos, entre ellos medicinas, entre 1991 y 2003.
Una indicación de que Iraq ya no es un aliado de EE. UU. es la cooperación entre Moscú y Bagdad en la esfera militar. Cabe señalar que Rusia e Iraq firmaron en 2012 un conjunto de acuerdos sobre cooperación técnico-militar por valor de 4.300 millones de dólares.
Tras la invasión de Iraq por el EI en 2014, Rusia e Iraq implementaron con rapidez un contrato para abastecer a Bagdad con armas rusas mientras EE. UU. se negó a entregar a Iraq aviones de combate F-16 ya pagados. Posteriormente, ha habido muchas denuncias de una ayuda norteamericana encubierta al EI en forma de lanzamientos de cajas con armas y municiones desde “misteriosos” aviones y helicópteros, según señalaron incluso miembros del Parlamento iraquí.
En junio de 2017, Rusia e Iraq firmaron un contrato para abastecer al país árabe con sofisticados tanques rusos T-90. De este modo, la cronología de compras de armas rusas por Bagdad muestra que Iraq prefiere estas últimas a las estadounidenses.
Al mismo tiempo que Maliki estaba en Moscú, el ministro de defensa iraquí, Irfan Hayali, visitaba Teherán el 22 de julio de 2017, cuando firmó con su homólogo iraní, Hussein Dahkan, un memorando de entendimiento sobre cooperación en el campo de la defensa entre los dos países.
Este evento ha sido una bofetada de Bagdad a Washington porque tuvo lugar en un tiempo en el que la Casa Blanca acusaba cínicamente a Irán de ser un “patrocinador del terrorismo” y estaba llamando a los aliados de EE. UU. a “aislar al régimen iraní”. Esto es una muestra del fracaso de la diplomacia de EE. UU. en Iraq, país que ha sufrido precisamente del terrorismo del EI y otros grupos takfiríes wahabíes patrocinados por Arabia Saudita y otros aliados de EE. UU.
Precisamente, Irán e Iraq han prometido reforzar su cooperación militar para hacer frente a los terroristas y extremistas y su ideología. En este sentido, la revista norteamericana Newsweek reconoce que ambos países han sido objetivo de ataques terroristas y luchan juntos contra esta plaga. A diferencia de la de EE. UU., la ayuda iraní ha sido determinante para que Iraq pudiera frenar primero al EI y luego pasar al contraataque y lograr una serie de victorias contra el grupo terrorista, la última de las cuales ha sido la liberación de Mosul.
Newsweek señala que EE. UU. teme una alianza estratégica entre Irán e Iraq. La revista enfatiza que los responsables norteamericanos no han reaccionado a la firma del acuerdo irano-iraquí. Ellos saben que tal alianza impedirá a EE. UU. jugar y dañar, como ha hecho hasta ahora, la seguridad de Iraq y de otros países de la región.
Hay, además, un factor religioso en esta alianza que los estadounidenses no alcanzan a comprender. Dos tercios de los iraquíes son shiitas y comparten las creencias de la gran mayoría de la población iraní. Millones de iraníes visitan los lugares santos shiitas de Kerbala y Nayaf cada año y los vínculos de tipo familiar entre ambas poblaciones se están extendiendo. Los centros de aprendizaje religioso de Qom y Nayaf mantienen sólidos vínculos y no cabe olvidar la influencia de la Mayaiyah (la Escuela Teológica de Nayaf) en la política iraquí. Los sabios religiosos iraquíes no desean ver una presencia estadounidense en su país.
Otro factor importante es la consolidación de las Fuerzas de Movilización Popular de Iraq (Hashid al-Shaabi), que cuentan con cientos de miles de miembros y han sido objeto de una campaña permanente de hostilidad —principalmente mediática, pero en ocasiones también en forma de ataques aéreos— por parte de EE. UU. El Hashid al-Shaabi ha estado insistiendo en que no hay lugar para una presencia militar norteamericana en Iraq y se espera que esta milicia desempañe un creciente papel en el mundo de la política iraquí. Sus líderes han agradecido públicamente la ayuda de Irán y Hezbolá a Iraq, y en particular al Hashid al-Shaabi, que comparte muchos vínculos personales e ideológicos con los anteriores.
Frente a todos estos factores, EE. UU. no tiene ninguna posibilidad de dañar la alianza que Irán e Iraq están creando y que tendrá una notable importancia a escala regional y mundial.
Al-Manar, Beirut 27-07-2017
http://spanish.almanar.com.lb/107538
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