Carlos A. Quiroga
Noemí tiene miedo, tanto o más que su pequeña hermana, con quien sobrevive ya hace más de una semana en una fría y pequeña habitación en La Paz, en espera de encontrar la ocasión de proseguir rumbo a Chile, el destino final de una odisea que comenzó en Haití.
El viaje se ha vuelto una travesía de obstáculos desde que el grupo de haitianos del que formaban parte resultó desperdigado a mediados de julio por una operación policial contra migrantes irregulares realizada en inmediaciones de la terminal central de buses de la ciudad.
Noemí y su hermana lograron evadir la operación policial, pero el grupo de unas 50 personas terminó escondido precariamente en domicilios particulares y en las calles, mientras algunos de sus líderes fueron arrestados.
"Nos hemos dispersado y escondido, algunos en lugares que ya teníamos como refugio desde que llegamos a La Paz, y ahora no sé qué es de muchos de nuestros compañeros de viaje", relató a Sputnik en precario español Noemí Charles, una mujer que aparenta tener unos 20 años.
El diálogo tuvo lugar esta semana en una vivienda próxima a la terminal de buses paceña, cuyos propietarios explicaron que dieron refugio a las haitianas "por solidaridad y para protegerlas contra abusos de los policías".
Noemí dijo que desde que su grupo fue dispersado, ella no sacó "ni la punta de la nariz" a la calle y ha decidido mantenerse totalmente incomunicada "hasta que se calmen las cosas" y pueda reactivar su plan de viaje.
RUTA BOLIVIANA
Las dos mujeres son parte de centenares de viajeros clandestinos, principalmente haitianos y venezolanos, que en los últimos meses han hecho de Bolivia una ruta de paso hacia su destino final en Chile.
Ellos tratan de aprovechar aparentes deficiencias de la vigilancia policial y migratoria de Bolivia, tanto en ciudades como en las carreteras y en las extensas fronteras.
"Para nosotros la cuestión es salir de nuestro país, a cualquier precio, seguros de que afuera encontraremos mejor futuro, en cualquier parte", dijo Noemí, asegurando que ella pretende ganarse la vida en Chile "haciendo cualquier cosa" porque no tiene más formación que sus estudios secundarios.
—¿Cómo llegaron a Bolivia? —consultó Sputnik.
—Si le contara no me lo creería, pero la cosa es que estamos ya cuatro meses fuera de nuestro país, un poco gracias a la solidaridad de los pueblos y otro porque pudimos ganarnos unos pesos trabajando en los campos —contó la mujer.
Noemí dice que su grupo ingresó a Bolivia por la frontera del río Desaguadero, en el extremo sur del lago Titicaca.
"Muchos han cruzado clandestinos en botes, otros hemos pasado por el control y como casi ninguno tenemos pasaportes, hemos pagado entre 20 y 50 bolivianos (entre 2,90 y 7,20 dólares) cada uno a los controles", explicó.
La mujer añadió que hicieron sus desplazamientos generalmente en las noches y que durante el día se dieron modos para pasar desapercibidos, aunque la travesía se interrumpió cuando la policía los sorprendió en pleno afán de abordar buses rumbo a la ciudad de Oruro, desde donde tomarían otros transportes hacia la frontera chilena.
El diario Página Siete reportó que la policía detuvo la semana pasada en Oruro a 56 ciudadanos haitianos que viajaban de forma irregular rumbo a Chile por una carretera altiplánica, en la cual este mismo mes el accidente de un minibús que llevaba 15 caribeños hacia la frontera dejó un saldo de varios muertos, incluidos dos niños.
Los migrantes suelen llegar hasta el punto chileno de Colchane, pero a la hora de ingresar al país vecino muchos lo hacen por incontables pasos clandestinos a lo largo de la frontera de casi 900 kilómetros.
DESDE EL ORIENTE
Otros haitianos que pretendían llegar a Chile han ingresado recientemente al departamento oriental de Santa Cruz, desde Brasil, y sus casos han permitido a las autoridades detectar evidencias de la actividad de redes de trata de personas.
"Se esconden en las sombras de la noche. Recorren las calles de (los pueblos fronterizos) Puerto Suárez y Puerto Quijarro entre la medianoche y las 4:00 (am) del día siguiente. Los vecinos aseguran que no los ven. Los haitianos ingresan a ocultas en territorio boliviano por algún lugar de la amplia frontera que comparten Bolivia y Brasil", relató el lunes el diario El Deber.
El medio citó reportes policiales que afirman que solo en la última semana fueron detenidos en Santa Cruz más de 40 personas provenientes de Haití, que fueron puestos en proceso de deportación.
Otros medios informaron que ciudadanos haitianos procedentes de Brasil, guiados presuntamente por traficantes, han convertido al pueblo cruceño de Pailón en una suerte de centro de concentración antes de proseguir viaje hacia el occidente andino, rumbo a Chile.
A principios de julio, el gobierno municipal de ese pequeño pueblo tuvo que habilitar un coliseo deportivo como albergue de más de 200 personas provenientes de Haití que habían aparecido de pronto en las calles, sin recursos para pagar alojamientos ni comida.
Tras cruzar desde Brasil por pasos ilegales, que abundan en la frontera de más de 3.400 kilómetros, las personas suelen utilizar el transporte terrestre regular, escasamente vigilado, o realizan largas travesías a pie.
La Asamblea de Derechos Humanos de Santa Cruz (APDHSC) denunció la semana pasada la situación de inseguridad e indefensión de los migrantes haitianos, que en su tránsito por Bolivia sufren extorsiones tanto de traficantes, como de vecinos comunes y hasta de la Policía.
"En algunas partes se han intentado acciones de solidaridad con estos migrantes, pero muchos de ellos han preferido esconderse, porque dicen que les aterroriza la posibilidad de ser deportados por la policía", dijo un reciente reporte de la APDHSC.
El organismo aseguró tener información de que ciudadanos haitianos han sufrido el robo de sus escasas pertenencias cuando fueron arrestados y que, por no hablar español, han sido objeto de maltrato, tanto ciudadano como policial.
Noemí, en tanto, asegura que el maltrato "es parte del precio" que está dispuesta a pagar para lograr su objetivo de llegar a Chile.
Con información de Sputnik