Luis Rivas
Seguridad sanitaria o virus. Ese es el debate que algunos gobiernos europeos están proponiendo a sus ciudadanos. Pero una parte de la población se está rebelando contra lo que interpreta como una imposición política dictatorial.
Frankfurter Allgemeine Zeitung
Tras más de un año y medio afectados por la pandemia de COVID-19, y en pleno verano europeo, aumenta en ciertos países la disidencia contra las medidas sanitarias que los responsables políticos están adoptando para frenar la llamada versión Delta del virus.
La opción por una vacunación obligatoria está ganando fuerza entre muchos gobernantes, aunque una medida radical de ese calibre dispararía las protestas ciudadanas, que se están multiplicando en algunas ciudades, a pesar del periodo vacacional.
Con esa amenaza pendiente, los dirigentes políticos están aumentando el grado de coerción para empujar a la vacunación voluntaria masiva. Entre esas medidas, las más duras comprenderían la posibilidad de perder su empleo si un profesional se niega a recibir la barrera al virus en forma de pinchazo, como se ha llegado a sugerir en Francia.
SIN VACUNA NO HAY TRABAJO
Pero antes de llegar a esa opción radical, lo que ha echado a muchos a las calles es la instauración del llamado pase o pasaporte sanitario, que facilitaría una vida seminormal a los vacunados, en concreto, la posibilidad de entrar en bares, restaurantes, centros de ocio y comercio, pero también, y aquí está la chispa de la ira, en sus centros de trabajo.
Francia, conocida por ser tierra tradicional de protestas de todo tipo, vive cada sábado manifestaciones en algunas de sus principales ciudades. La consigna y el grito denominador común es el de ¡libertad! En el caso francés, la oposición a las medidas es políticamente transversal; reúne tanto a ciudadanos que se declaran simpatizantes de extrema derecha como de extrema izquierda. A ellos, se une también una parte de los "chalecos amarillos", que han encontrado así una razón para volver a salir a las calles. Las estrellas amarillas, que algunos manifestantes portan, no reflejan sino una ignorancia suprema de la historia o una estupidez asombrosa.
El gobierno del presidente Emmanuel Macron aumenta la presión para empujar a la vacunación generalizada, incluidos, claro está, los colegiales de más de 12 años, pues el impacto sobre la escuela fue uno de los problemas clave el curso pasado.
En el caso de Italia, además del espectáculo mostrado por algunos diputados, blandiendo pancartas en el Parlamento contra el "Green Pass" (sic), los opositores a las medidas gubernamentales han llegado en algunos casos a bloquear con ayuda de piratas informáticos el organismo para reservar el día y la hora de la vacuna. El partido nacionalista "Fratelli d'Italia" se distingue por dar la batalla al ánimo sanitario del gabinete del tecnócrata Mario Draghi.
Alemania, que dentro de un mes celebrará elecciones legislativas, ha sido también, durante los meses de pandemia, uno de los países donde las protestas se han hecho más ruidosas y persistentes, oscureciendo así el final de mandato de la canciller, Angela Merkel.
GUERRA TURÍSTICA EUROPEA
El periodo estival dificulta la toma de decisiones que podrían perjudicar no solo los desplazamientos de los ciudadanos que disfrutan de sus vacaciones, sino los negocios que sobreviven todo el año con el trabajo de dos o tres meses de asueto veraniego. Así y todo, la respuesta de los gobiernos de países que viven, en buena parte, del turismo es diferente.
Mientras en Grecia, por ejemplo, se viven manifestaciones parecidas a las de Francia o Alemania, en tanto en España el gobierno de Pedro Sánchez prefiere dejar pasar el verano antes de optar por el pase sanitario, mientras cada comunidad autónoma toma las medidas que cree oportunas en su territorio de jurisdicción.
En ese caso político-sanitario, las guerras entre países también contribuyen a la desesperación y el desconcierto de los ciudadanos europeos. Así, el Reino Unido, presumiendo todavía de su "independencia" tras el Brexit, se permite cambiar cada semana sus recomendaciones sobre los países y las zonas sanitariamente "peligrososas" para sus ciudadanos. Lo mismo hacen Francia y España, en una actitud de guerrilla turística para evitar que sus connacionales salgan de sus fronteras y gasten el presupuesto de sus vacaciones en el exterior.
En todo caso, y a pesar de las imágenes de protestas que la reducida actividad periodística del verano europeo acaparan las portadas de informativos y otros medios, la mayoría de los ciudadanos europeos se vacunan masivamente, por temor a la enfermedad que ha causado cientos de miles de muertos, y presionados, también, por unos dirigentes políticos y supuestos expertos científicos tan perdidos como ellos para asegurar cuál es la mejor solución ante la pandemia y sus diferentes versiones.
Con información de Sputnik