Luis Rivas
Europa descubre su orfandad tras la estampida norteamericana de Afganistán y con la OTAN en cuidados intensivos. La Unión Europea intenta ahora desempolvar los viejos proyectos de un ejército común.
Que la Europa comunitaria era un enano militar dependiente de los criterios provenientes de Washington era algo ya suficientemente conocido. La llegada al poder de los talibanes en Afganistán y las circunstancias que la han rodeado ha sido solo una constatación gráfica ofrecida por las cámaras de televisión de todo el mundo, en colaboración con los "estudiantes de teología".
Que la OTAN es una organización sin cerebro ya lo dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, acuñador del término "autonomía estratégica", que forma parte ya del diccionario de la fantasía del club de los 27. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltemberg, sigue intentando olvidar sus palabras tras el encuentro en abril con Anthony Blinken, el jefe de la diplomacia de Joe Biden: "Hoy decidimos conjuntamente el futuro de nuestra presencia en Afganistán".
Altos funcionarios de la UE, pocos políticos europeos y todos los "Think Tanks" necesitados de fondos intentan resucitar la idea de un ejército común europeo, antes de que la atención mediática vuelva a decaer o emigre hacia otras latitudes.
LAS IDEAS DE BORRELL
Por supuesto, le tocaba al jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, lanzar un llamamiento para aprovechar la ocasión e impulsar la idea de una "Fuerza de Intervención Europea". Borrell se conformaría con 5.000 soldados para hacer realidad lo que el expresidente francés, Jacques Chirac, y el "premier" británico Tony Blair describían como "fuerzas militares creíbles" de la UE.
El responsable de Exteriores de la UE -a falta de uno de Defensa- eligió el diario "New York Times" para exponer su idea. ¿El mensaje era para los norteamericanos o para los europeos?
El caso es que Borrell no especificaba claramente para qué podría servir ese embrión de ejército. Si su objetivo es solo servir para operaciones humanitarias debería quizá dirigirse más bien a la ONU.
Parece evidente que ningún gobierno alemán consentirá nunca desprenderse del paraguas norteamericano que les cobija desde el fin de la II Guerra Mundial. Está claro, a pesar de la electoralista ambigüedad de la canciller alemana, Angela Merkel, que Berlín no implicará a su ejército de juguete en operaciones militares junto a franceses, letones o griegos.
NI ALEMANIA, NI FRANCIA
La ministra alemana de Defensa, Annegret Kramp-Karembauer, ya se lo advirtió a Macron el año pasado: "Europa nunca será capaz de sustituir a Estados Unidos en su papel esencial de garantizar la seguridad". El fiasco afgano no va a hacer cambiar de opinión ni de programa a unos políticos alemanes centrados en los comicios del 26 de setiembre. A los letones y los griegos, quizá sí.
Con la potencia militar británica fuera de la UE, ¿con quién puede Francia obtener adhesiones a un proyecto de independencia militar de EEUU que, en todo caso, como única potencia nuclear del grupo, solo parece formar parte de una filosofía política "neogaullista" más centrada en la autopropaganda de París que en la preocupación real? Lo que Francia querría es tener un ejército capaz de valerse por sí mismo sin necesidad de colaboración ni de los europeos ni de los norteamericanos, sin cuyos aviones de repostaje en vuelo sus cazas son inservibles en su lucha contra los yihadistas africanos.
¿Se imaginan una respuesta militar europea que necesite la aprobación de 27 gobiernos en pocas horas? No se puede poner en pie un ejército europeo cuando no existe una doctrina que guíe una política exterior común. No se puede pensar en una fuerza militar europea cuando no existe una política común para desarrollar la industria militar europea. La preferencia por los productos norteamericanos de muchos gobiernos europeos no obedece solo al poder y la presión del lobby militar-industrial del otro lado del Atlántico, sino también del auténtico desinterés por desarrollar una defensa autónoma.
Con información de Sputnik