Turquía, ¿a contracorriente?
Por Adrián Mac Liman*
A finales de 2002, cuando el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) se alzó por vez primera con la victoria en las elecciones generales turcas, el entonces Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, instó a sus aliados europeos a “acoger en su seno a los islamistas moderados de Ankara”. El inusual entusiasmo del inquilino de la Casa Blanca tropezó, sin embargo, con la reticencia de la clase política del Viejo Continente. Los Gobiernos de París y Berlín no parecían muy propensos a dar la bienvenida al “amigo otomano”.