El parto de los montes
Por Adrián Mac Liman*
Algunos depositaron grandes esperanzas en la cacareada “iniciativa de paz” para Oriente Medio del Presidente Barack Obama. Un proyecto que se estaba gestando hacía tiempo, lejos de las miradas indiscretas de los politólogos y los analistas de política exterior, de las aulas de los centros docentes. Sí, es cierto; hace dos años, el inquilino de la Casa Blanca escogió la universidad de El Cairo para lanzar su primer mensaje de reconciliación dirigido a la opinión pública del mundo árabe musulmán. Un mensaje de paz y de concordia, una invitación al diálogo, a la comprensión mutua. Un llamamiento, eso sí, acogido con sumo pesimismo por la clase política israelí, con las habituales e inevitables diatribas catastrofistas del ala más conservadora de la derecha judía, atrincherada en el rechazo de cualquier medida susceptible de acabar con el conflicto entre árabes y hebreos, palestinos e israelíes. En aquél entonces, la reacción de Tel Aviv se tradujo por un “no” rotundo a la política de la mano tendida. “Obama es un idealista”, afirmaron los dirigentes del Likud, “un elemento peligroso para la estabilidad de la zona” Aparentemente, la postura del establishment político israelí no ha cambiado.