Por Pedro Jofré Leal

Turquía se ha mostrado como un país que no está dispuesto a aceptar la eliminación del grupo terrorista Estado Islámico (EI), convertido en punta de lanza de los intereses políticos y económicos del gobierno de Ankara en la zona.

 

El derribo de un avión de combate ruso —un bombardero ruso Sujoi Su-24 en la frontera entre Siria y Turquía, donde desarrollaba labores de lucha contra grupos del movimiento terrorista es muestra de esta idea de complicidad de Ankara con el terror salafista. El derribo del bombardero y la posible muerte de los pilotos rusos generaron la indignación de Moscú. Según medios de prensa rusos, “El avión militar ruso Su-24 regresaba a la base aérea de Jmeimim cuando fue derribado por un caza turco F-16 en el territorio de Siria”. El Ministerio de Defensa ruso agregó que “el análisis de los datos de vuelo registrados han mostrado claramente que no ha habido una violación del espacio aéreo turco”.

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