Carlos Miguélez Monroy*
“Lo bello de la enfermedad es reconocer nuestra debilidad y con ello abandonarnos a la OMNIPOTENCIA de DIOS en cada segundo de nuestra vida”. Esta frase, sacada del muro de Facebook de una persona sana, va en la línea de muchos mensajes que circulan por las redes sociales, por Whatsapp y antes por cadenas de emails.
A la persona que la publicó quizá no le pasó por la cabeza que podía haber entre sus lectores una persona con una enfermedad grave, o con uno de sus familiares o amigos enfermos. Pocas personas con un cáncer encontrarían algo de bello en una enfermedad que te sume en un pozo de incertidumbre, te come por dentro y te quita la vida.
En España ha trascendido el caso de un niño al que le han denegado el tratamiento de quimioterapia en la sanidad pública por un error burocrático. ¿Podría mirar a los padres a los ojos y decirles que era menester que enfermara su hijo para que cayeran en la cuenta de su debilidad y para que se abandonaran a los designios de un supuesto Dios? Además de excluyentes con personas no creyentes o con otras creencias, este tipo de frases dejan al desnudo cierto concepto de un Dios sádico tan extendido. No se cuestionan si una auténtica fuerza omnipotente precisaría la enfermedad de una persona o una desgracia para revelarse.
Aunque se presupone buena voluntad en quienes publican frases y mensajes de este tipo, sin querer pueden producir un efecto boomerang y el rechazo de quienes atraviesan un momento difícil o lo hayan hecho ya hace tiempo.
Este pensamiento mágico se manifiesta de otras formas en las redes sociales y en las nuevas tecnologías. Además de los típicos mensajes de “circula esta oración entre diez personas y tus deseos se cumplirán”, han proliferado todo tipo de consejos sobre qué comer para evitar enfermedades.
No se limitan a prescribir el brócoli, el apio, la zanahoria, el pomelo o toronja como alimentos anticancerígenos sino, además, muchas veces satanizan la medicina científica. Con el tiempo se ha descubierto que las dietas ácidas por excesos en cierto tipo de alimentos, así como el consumo en exceso de ciertas carnes procesadas, contribuyen al desarrollo de ciertos tipos de cánceres. La propia OMS lo ha advertido. Pero el uso irresponsable de las redes y de las tecnologías convierte uno de muchos factores para una enfermedad en causa única. También juegan un papel importante la genética, la contaminación, la exposición a cierto tipo de radiaciones y al sol, el estrés y quizá muchos otros factores que aún se desconocen.
Por eso no se puede decir sin más que la quimioterapia y la radioterapia han matado a más personas que las que han curado. Quizá Steve Jobs seguiría entre los vivos si, en lugar de atajar su enfermedad sólo con “terapias naturales”, las hubiera combinado con la cirugía que le recomendaron cuando detectaron la enfermedad y con otros tratamientos desarrollados por médicos expertos y de eficacia comprobada. Cuando se operó y cambió de tratamiento, el cáncer se había extendido. Walter Isaacson, autor de una de sus biografías, comentó: “su pensamiento mágico pudo determinar su brillantez en el mundo de los negocios, pero pudo ser su condena en su lucha contra el cáncer”.
Forma parte del mismo pensamiento mágico pone toda la carga de la curación en el enfermo cuando se habla de “fuerza” y de “valentía” para superar la enfermedad, como si todo dependiera de la actitud positiva y de buena voluntad, como si no hubieran tenido valor quienes no han podido con su enfermedad y han quedado en el camino.
Influyen la actitud y el estilo de vida tanto en el proceso de caer enfermo como en el de sanación, pero no depende sólo de eso; el cáncer obedece a múltiples factores y responsabilizarse en exceso, así como auto-inculparse, sólo puede deprimir más al enfermo. La diferencia a veces estriba más en detectarlo a tiempo, en caer en manos de buenos médicos y en seguir un tratamiento adecuado. El “pensamiento mágico” sólo puede generar expectativas frustradas porque a cualquiera la pueden pasar cosas terribles, independientemente de su bondad, de sus creencias, de su fe y de su actitud.
Carlos Miguélez Monroy*
Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias
Twitter: @cmiguelez