Aleksandr Dunáev
Con un estilo de vida más sedentario, dictado por las condiciones pandémicas, los menores italianos cambiaron sus costumbres alimentarias, lo que no tardó en agravar el problema de la obesidad infantil.
En 2020 el Centro Nacional para la Información Biotecnológica de EE. UU. añadió una nueva palabra a la lista de neologismos, que entraron en nuestra vida con los rigores de la pandemia. Además de "desconfinamiento", "desescalada" y "covidiotas", ahora también existe la "covibesidad", que algunos científicos ya definen como epidemia.
La nueva plaga empezó el año pasado con el confinamiento por el COVID-19, que dejó aislados a centenares de millones de personas en el mundo entero. Cuando uno está encerrado entre cuatro paredes, es difícil resistir a la tentación de comer más y aún más difícil imponerse a sí mismo la costumbre de practicar cualquier tipo de actividad física de manera regular.
Es un problema para los adultos, pero también para los niños. Por ejemplo, un reciente estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) revela que, respecto al período prepandémico, en EE. UU. la tasa de crecimiento del índice de masa corporal se duplicó para los niños y adolescentes de entre 2 y 19 años, mientras para la categoría entre de 6 a 11 años se trata de un aumento de dos veces y media. Resultado: tan solo en un año la cuota de menores obesos pasó del 19,3 al 22,4 por ciento.
NIÑOS ITALIANOS FRENTE A LA COVIBESIDAD
Aunque en Italia la situación es menos crítica que al otro lado del océano Atlántico, también suscita preocupación. Ya antes de 2020 uno de cada cinco menores italianos tenía sobrepeso, el 9,4 por ciento era obeso y el 2,4 por ciento gravemente obeso.
Igual que en otros países, en Italia el problema de peso tiene un marcado cariz social, afectando más a los pobres que a los ricos. Lo demuestra bien la diferencia entre varias regiones italianas, según un estudio efectuado en unos 50.000 niños de 8-9 años. Si en Campania, situada en el sur del país, que es más pobre, la cuota conjunta de los que sufren de sobrepeso u obesidad se acerca al 45 por ciento, en la rica Lombardía apenas supera el 20 por ciento.
Con el estallido de la pandemia, sobretodo en los momentos de confinamiento más rígido, cuando los niños tenían que incluso estudiar a distancia, el tiempo diario que los infantes pasaban delante de la pantalla, ya sea la del televisor, ordenador o tableta, aumentó en más de 5 horas.
Paralelamente, cambiaron para peor las costumbres alimentarias de los niños y adolescentes italianos. El consumo de meriendas dulces creció en un 60,3 por ciento, el de zumos de fruta en un 14 por ciento y de refrescos en un 10. No es de extrañar que en una situación similar los trastornos de alimentación se hayan incrementado en un 30 por ciento.
RIESGOS DE LA OBESIDAD INFANTIL
Los médicos lanzan la alarma. "La epidemia galopante de la obesidad infantil es más silenciosa, pero no menos peligrosa que la pandemia del covid-19", indica la presidenta de la Sociedad italiana de pediatría (SIP), Annamaria Staiano, en una entrevista con el portal Adnkronos.
Los menores obesos corren el riesgo de contraer enfermedades crónicas, como diabetes de tipo 2, asma, problemas cardiovasculares y múscolo-esqueléticos, y hasta la mitad de ellos está condenada a seguir teniendo problemas de peso en la edad adulta.
También existen importantes factores psicológicos: los niños con sobrepeso a menudo sufren de una baja autoestima, que puede degenerar en depresión, estudian peor y se convierten en víctimas de acoso escolar.
En la última década, Italia introdujo una serie de medidas para limitar la epidemia de obesidad. En particular, el Ministerio de Sanidad desarrolló el sistema de vigilancia Okkio alla Salute (Ojo a la Salud) para monitorear la situación y hacer propaganda de alimentación sana.
Sin embargo, los resultados se hacen esperar: la cuota de los niños obesos bajaba muy lentamente desde 2010, pero, con la pandemia, la tendencia se invirtió. Lo poco que pueden hacer los pediatras frente al problema es recomendar comer cosas más sanas y con más regularidad y elogiar las ventajas de la dieta mediterránea. Pero, si de verdad se trata de una "epidemia galopante", urge encontrar soluciones más eficaces.
Con información de Sputnik