Por Juan sheput
No es primera vez que este gobierno se muestra intolerante con el libertad de expresión. Ya antes ha clausurado radios y presionado a otros medios, como en el caso de Bagua. El silencio mayoritario de estos días, ante un escándalo de proporciones como la bofetada a un ciudadano por parte del presidente García, sólo es explicable por presiones oficialistas y la docilidad de algunos periodistas.
Que el programa de Jaime Bayly haya sido cancelado o que un reportaje de Enemigos Públicos haya sido censurado, demuestra cómo propietarios de canales de televisión hacen un mal uso de la señal electromagnética que nos pertenece a todos los peruanos. El problema es de fondo. Propietarios que le deben dinero a la SUNAT, acusados de corrupción, que harían negocios con el estado o que utilizan la señal de comunicación como herramienta de chantaje, son individuos dóciles con el poder político, tal y como se está demostrando en estos días.
El gobierno de Alan García no sólo es un gobierno muy mediocre sino también intolerante. No sólo no ha hecho ninguna reforma de fondo sino ha destruido el incipiente tejido institucional. Ha hecho tabla rasa del respeto a los derechos fundamentales, entre ellos el de expresión. Y todo parece indicar que sufre de una hipercorrupción como indicara el congresista Victor Andrés Belaúnde.
En su desesperación, operadores oficialistas han conseguido el testimonio de un individuo que dice ser el autor de la cachetada al joven Gálvez. Lo que seguramente ignora este individuo es que el periodista César Pereryra, censurado por la Panamericana de Ernesto Schutz, había conseguido cuatro testimonios que confirmaban la agresión física por parte del presidente contra Richard Gálvez.
Penoso y vergonzoso lo que viene sucediendo en el gobierno. Y más penoso y vergonzoso aún el papel que viene jugando la prensa peruana.
Finalmente mi reconocimiento a César Pereyra, cuya renuncia a Panamericana TV al negarse a pasar su reportaje sobre la bofetada de García, dignifica al periodismo.