Por Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Los buenos modales se evidencian, como lo asevero en tantas ocasiones, en todo instante, eventualidad y lugar. En tal sentido, debemos evadir considerar una excepción el desenvolvimiento en las redes sociales; éstas ponen de manifiesto, de forma más palpable de lo imaginado, las capacidades de convivencia, las habilidades blandas y, por cierto, la educación y reciprocidad en la relación interpersonal.
Al respecto, deseo compartir tips, deliberaciones y consejos encaminados a forjar una vinculación afable, deferente y flexible. Esta nota no pretender ser una guía o manual; exclusivamente presenta pertinentes anotaciones a partir de mi experiencia y dedicación en la etiqueta social y el protocolo. Concurren múltiples aspectos que, seguramente, han sido omitidos. Para empezar, tengamos en cuenta —aunque es obvio afirmarlo— que interactuamos con personas poseedoras de sentimientos merecedores de empatía y miramiento.
“Respetar las normas”. En ocasiones se prescinde revisar sus disposiciones y reglamentaciones, entre otros pormenores. Esto puede generar un manejo errado e incomodar con publicaciones y/o comentarios incoherentes y ajenos a ésta. El acatamiento a las pautas establecidas muestra su capacidad de adaptabilidad. Por ejemplo, en una red profesional es inadecuado divulgar asuntos familiares o políticos.
“Críticas y discrepancias”. Es aconsejable emplear la cordura y proyectar una impresión positiva al momento de efectuar cuestionamientos. Más aún al tratar tópicos polémicos; es perturbador formular aseveraciones de índole privada o íntima. Los seres humanos con frecuencia soslayan rebatir con madurez, ponderación y ejerciendo pautas de urbanidad. Son recurrentes las confrontaciones carentes de elemental tolerancia y corrección.
“Uso de las etiquetas”. Hágalo con moderación y rehúya perturbar con cuestiones comerciales y/o ajenos al interés de los demás. Existen temas que no siempre conciernen a nuestros contactos. De ser preciso pida permiso; sea asertivo y esquive de asuntos comerciales, políticos, religiosos y, únicamente, de su incumbencia.
“Mayúsculas y ortografía”. Poner palabras con mayúsculas significa “gritar”; cuide la correcta redacción. Ésta resalta sus alcances académicos e intelectuales y redundará en su positiva o negativa imagen. La escritura es un insoslayable termómetro de su perfil. Aunque en sociedades dominadas por la incultura y la inopia esto pasa inadvertido. Tenga presente la congruente y reveladora expresión: “Dime como escribes y te diré cuanto lees”.
“Aporte valor”. Esto me parece de primordial importancia. Dar a conocer glosas, noticias, post, etc. dirigidos a educar, sensibilizar, promover valores cívicos y generar reflexión, permitirá, de manera determinante, brindarle una percepción favorable y una dimensión cualitativa. Sin duda, será un acierto diferenciado y enaltecedor.
“Bloqueo”. Debe recurrirse como última instancia en situaciones de desencuentros o conflictos irreconciliables e irreversibles. Eluda abusar de esta opción que puede motivar una impresión intransigente y escasa de madurez, comprensión y condescendencia. Es común observar su uso exagerado y por cualquier motivación.
“Establecer buenas relaciones”. Envíe mensajes de bienvenida a sus nuevos contactos y/o seguidores; congratule en ciertas efemérides, cumpleaños y aniversarios. Esté atento a las celebraciones nacionales, navideñas e institucionales, entre otras gratas circunstancias, que harán más cálida y próxima su vinculación. Recuerde agradecer los saludos recibidos por algún acontecimiento: es un gesto simpático, singular y elogioso. No espere que otros exhiban esos distinguidos detalles para decidir ponerlos en práctica; luzca su estilo, autenticidad y finesa.
“Dejar en visto”. Renunciemos olvidar responder los textos recibidos. Reitero lo expuesto en mi artículo “El nuevo virus: Dejar en ‘visto’” (2021): “Este complejo dilema se resolvería a partir de transparentar los instantes en que nos hallamos enlazados con los medios virtuales y eludir colocar siempre ‘todo el tiempo conectado’. De esta forma, informamos con amabilidad los momentos en que estaremos disponibles y convendría acompañar una escueta explicación cuando demoramos más de lo usual en contestar; así sorteamos erradas interpretaciones y una negativa impresión”.
Me genera indignación, al igual que otras situaciones, la ausencia de rechazo ante este actuar; es una suerte de “nueva normalidad”, observada con indiferencia y resignación. Este obrar ha dejado de incomodar, asombrar o disgustar. Decline verse influenciado por este inexcusable vicio.
Una acotación final: cuando se encuentre departiendo con otras personas, sea en el ámbito amical, familiar o empresarial, acuérdese que éstas merecen su principal atención. Si requiere con urgencia recurrir a sus redes pida permiso y —de tratarse de una llamada— retírese para prescindir incomodar. No esté vigilante a éstas mientras comparte en la mesa o en cualquier otro espacio en el que, reitero, la dedicación debe concentrarse en su prójimo. Se ha convertido en un cotidiano e impropio refugio, para los que carecen de destreza e integración social, estar pendiente de las redes a través del celular. Despliegue su aptitud de interacción y diálogo, así avivará su mayor crecimiento personal.
Insisto en la urgencia de contribuir a concebir una comunidad con sólidos principios que garanticen una óptima y mutua coexistencia. No es un cometido imposible, idealista o romántico; conllevan un imperativo moral encaminado a superar la lacerante conflictividad. Las redes sociales representan un sistema ágil y moderno que coadyuva a este impostergable objetivo. Está en nuestras manos internalizar la cortesía y ciertas virtudes como un medio destinado a mejor la calidad de vida de hombres y mujeres. Estamos a tiempo, asumamos esta inmensa y noble misión.
(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/