MENSAJE DEL  PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA

CON MOTIVO DE LA NAVIDAD


Al llegar la Navidad contemplamos al Niño Dios, a Jesús, que nos hace descubrir un misterio de amor, donde se unen la fragilidad del hombre con la omnipotencia de Dios, la ternura de Dios Padre y el desafío al imperio de la razón. Dios se hace hombre para que el hombre llegue a Dios; el invisible se hace visible para que lo visible llegue a poseer lo invisible, el infinito. Por ello, la Navidad es la mirada al mundo trascendente que da verdadero sentido a nuestra vida, es mirar hacia lo alto donde una estrella nos recuerda el poder de Dios y su solidaridad profunda con el hombre al tomar su naturaleza, al encarnarse, elevando al grado más alto la dignidad humana.


La Navidad, es también un anuncio de alegría que no conoce fronteras sociales, culturales ni políticas, porque es el triunfo de los sentimientos más nobles, de los deseos de paz, de bien y de felicidad para todos y de gran generosidad para con los niños. Y es, igualmente, una fiesta de solidaridad, como nos lo recuerdan los evangelios, de estar cerca a los hermanos que viven sin fiesta y alegría por razones de dolor, enfermedad, migración, separación de sus seres queridos; Navidad, es estar al lado del hermano que sufre y de todos los seres inocentes cuyos nombres no están registrados en ninguna parte, sólo en el libro "de la vida de Dios".

La esperanza que sostiene a la Iglesia al celebrar el nacimiento de Jesús y al comenzar un nuevo año, es que el mundo se transforme realmente, con la gracia de Dios, en un mundo en el que puedan colmarse las aspiraciones más nobles del corazón humano; un mundo en el que prevalezca la verdadera paz, sostenida por los pilares de la justicia y del amor que es perdón, éste que cura las heridas y establece en profundidad las relaciones humanas truncadas.

Los invito también en esta Navidad, a romper el silencio sobre Dios, porque Navidad es el anuncio de la Palabra hecha Niño en Belén. Los invito, como enseña el Papa Benedicto XVI, a no excluir a Dios de sus vidas, porque: "quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad". Dios es la realidad fundante. Cristo es Dios con rostro humano, el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta la cruz y la resurrección.

El profeta Isaías dice: "en las tinieblas aparece una gran luz.- Un niño ha nacido para nosotros". Un niño extraordinario, signo de un mundo nuevo; sus nombres serán: CONSEJERO ADMIRABLE- DIOS POTENTE- PADRE PARA SIEMPRE; PRÍNCIPE DE PAZ- SALVADOR; CRISTO; SEÑOR.

En este Niño-Dios está la raíz de nuestra esperanza cristiana que culmina en el Cristo resucitado, viviente, al lado de nosotros por toda la eternidad. Que este Niño-Dios nazca siempre en el interior de nuestro corazón, de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestra historia. Que esta Navidad sea para cada uno de nosotros: el nacimiento a la luz, a la alegría y a la paz duradera. Que el nacimiento a ser HIJOS DE DIOS sea un RENACER a la solidaridad, al compartir, a la fraternidad, un RENACER al amor auténtico.