Escaramuza Bambarén-Cipriani por derechos humanos
En un nuevo episodio de los habituales duelos entre el obispo emérito de Chimbote, Luis Bambarén y el cardenal Juan Luis Cipriani, Bambarén pidió a Cipriani que calle sobre los derechos humanos.
En un nuevo episodio de los habituales duelos entre el obispo emérito de Chimbote, Luis Bambarén y el cardenal Juan Luis Cipriani, Bambarén pidió a Cipriani que calle sobre los derechos humanos.
Con motivo de la celebración del día de Santa Rosa, Cipriani señaló que se ha puesto de "moda" maltratar a las fuerzas del orden y añadió que "son demasiado importantes los derechos humanos para que los dejemos en manos de un pequeño grupo ideológico", en alusión a los ex integrantes de la CVR.
Bambarén emplazó a Cipriani a denunciar las violaciones de derechos humanos ocurridos en el cuartel Los Cabitos de Ayacucho mientras fue obispo de esa ciudad, de lo contrario, “que se calle” sobre estos asuntos.
Recordó que cuando Cipriani fue Arzobispo de Ayacucho mantuvo silencio ante los atropellos que cometían las fuerzas del orden en la lucha contra Sendero Luminoso.
Subrayó que las expresiones del cardenal no contribuyen con el proceso de reconciliación entre peruanos y remarcó que lo manifestado por el cardenal no representa la posición de la Iglesia Católica peruana e hizo notar que varios obispos están muy molestos con lo expresado por Cipriani.
Tras las declaraciones de Bambarén, el secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Ronald Gamarra, se pronunció sobre la actitud de Cipriani y le exigió “pedir perdón al Perú”, porque nunca estuvo a la altura de los acontecimientos durante la época del terrorismo. “A Cipriani no le interesan los derechos humanos y sus declaraciones y su posición intransigente, sólo reflejan lo que siempre ha pensado”, manifestó.
En realidad al cardenal no le importaron los crímenes de la dictadura fujimontesinista, por el contrario, fustigaba siempre desde el púlpito en defensa del dictador.
Lo malo es que ahora existan personajes que hayan hecho un negocio de los derechos humanos. Resulta por ejemplo muy desagradable que doña Sofía Macher funja de funcionaria ad honórem por el estado, pero paralelamente haya estado canalizando millones de dólares para su ONG de derechos humanos, siendo que la Comisión de la Verdad o el Consejo de Reparaciones deberían estar integrados por gente libre de toda tacha ética.
Estos personajes oenegeros llamados defensores de los derechos humanos en el Perú, a quienes nadie ha elegido, sólo ellos quieren decidir qué cosa son derechos humanos por defender y qué cosa no.
Ellos continúan centrándose en hechos sucedidos en gobiernos pasados pero se niegan a poner sobre el tapete otras violaciones de derechos humanos más actuales y graves, como la trata de personas, pues se limitan a hablar sobre aquellas materias por las cuales han sido pagados.
Lo peor de todo es que exijan transparencia cuando ellos no quieren rendir cuenta detallada de sus ingresos y egresos.
Ya llevamos muchos años de ver las mismas disputas. Algunas veces el cardenal tiene razón, pero lamentablemente comete el despropósito de pronunciarse con una posición personal sobre una materia grave y sensible en la catedral más importante del país, en lugar de callarse o cumplir con su deber de expresar la opinión de consenso de la Iglesia peruana.
Si un religioso no ha guardado una conducta ejemplar, como él, que siempre ha sulfurado los ánimos, sus opiniones personales no sirven como ejemplo, pues carece de autoridad moral.
Bien haría Benedicto XVI en llevárselo al Vaticano para dar un respiro a los católicos limeños y peruanos, porque cuando el cardenal tiene razón no tiene credibilidad, la gente no acepta sus palabras; y cuando no tiene razón sólo irrita a religiosos y no religiosos.
Bambarén emplazó a Cipriani a denunciar las violaciones de derechos humanos ocurridos en el cuartel Los Cabitos de Ayacucho mientras fue obispo de esa ciudad, de lo contrario, “que se calle” sobre estos asuntos.
Recordó que cuando Cipriani fue Arzobispo de Ayacucho mantuvo silencio ante los atropellos que cometían las fuerzas del orden en la lucha contra Sendero Luminoso.
Subrayó que las expresiones del cardenal no contribuyen con el proceso de reconciliación entre peruanos y remarcó que lo manifestado por el cardenal no representa la posición de la Iglesia Católica peruana e hizo notar que varios obispos están muy molestos con lo expresado por Cipriani.
Tras las declaraciones de Bambarén, el secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Ronald Gamarra, se pronunció sobre la actitud de Cipriani y le exigió “pedir perdón al Perú”, porque nunca estuvo a la altura de los acontecimientos durante la época del terrorismo. “A Cipriani no le interesan los derechos humanos y sus declaraciones y su posición intransigente, sólo reflejan lo que siempre ha pensado”, manifestó.
En realidad al cardenal no le importaron los crímenes de la dictadura fujimontesinista, por el contrario, fustigaba siempre desde el púlpito en defensa del dictador.
Lo malo es que ahora existan personajes que hayan hecho un negocio de los derechos humanos. Resulta por ejemplo muy desagradable que doña Sofía Macher funja de funcionaria ad honórem por el estado, pero paralelamente haya estado canalizando millones de dólares para su ONG de derechos humanos, siendo que la Comisión de la Verdad o el Consejo de Reparaciones deberían estar integrados por gente libre de toda tacha ética.
Estos personajes oenegeros llamados defensores de los derechos humanos en el Perú, a quienes nadie ha elegido, sólo ellos quieren decidir qué cosa son derechos humanos por defender y qué cosa no.
Ellos continúan centrándose en hechos sucedidos en gobiernos pasados pero se niegan a poner sobre el tapete otras violaciones de derechos humanos más actuales y graves, como la trata de personas, pues se limitan a hablar sobre aquellas materias por las cuales han sido pagados.
Lo peor de todo es que exijan transparencia cuando ellos no quieren rendir cuenta detallada de sus ingresos y egresos.
Ya llevamos muchos años de ver las mismas disputas. Algunas veces el cardenal tiene razón, pero lamentablemente comete el despropósito de pronunciarse con una posición personal sobre una materia grave y sensible en la catedral más importante del país, en lugar de callarse o cumplir con su deber de expresar la opinión de consenso de la Iglesia peruana.
Si un religioso no ha guardado una conducta ejemplar, como él, que siempre ha sulfurado los ánimos, sus opiniones personales no sirven como ejemplo, pues carece de autoridad moral.
Bien haría Benedicto XVI en llevárselo al Vaticano para dar un respiro a los católicos limeños y peruanos, porque cuando el cardenal tiene razón no tiene credibilidad, la gente no acepta sus palabras; y cuando no tiene razón sólo irrita a religiosos y no religiosos.