Victor Raul Huaman, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
El tema recurrente de la política de los próximos días, es el indulto al Presidente Alberto Fujimori, sentenciado por practicar una política de Estado criminal contra sus opositores. El tema tomo forma oficiosa mas no oficial cuando, en visita protocolar del entonces electo Ollanta Humala al aún Presidente de la República Alan García Pérez, este último le propuso salir juntos y apoyar públicamente el indulto al condenado Alberto Fujimori por razones humanitarias.
Siendo inadmisible moralmente por origen, la politización de un indulto, siempre tendrá ese componente. Solo habría que observar que el propio fujimorismo es una fuerza política de cuya simpatía cuenta por lo menos la mitad de los electores del país y cuenta con una representación parlamentaria representativa y sólida. De la representación parlamentaria del gobierno no podemos opinar lo mismo, mucho menos de sus pírricos aliados.
El análisis tiene que hacerse desde dos perspectivas, política y de valoración moral humanitaria, teniendo como elemento tamizador la “voluntad política” que, dicho de la manera más propia, nada tiene que ver con la inconducta del Procurador Anticorrupción Julio Arbizú, quien no explica ni se le sanciona por no haber apelado un expediente por malversación de fondos del binomio Alejandro Toledo-Elián Karp, pero sin embargo vive pendiente del encarcelado Fujimori, anunciando hasta la confiscación de los cuadros que pinta el reo.
La administración Ollanta Humala o el soberano gobierno peruano antepone legítimas dudas para el indulto que la Corte Interamericana podría traer abajo, tanteos que se vienen acumulando a manera de pruebas para no asumir el activo de dicha decisión. Parte de este escenario lo es la frágil alianza parlamentaria, cuyo exponente principal, amenaza pública y constantemente con darla por concluida.
Y aunque parezca desalmado el privilegiado aspecto político en el indulto, no lo es. La posibilidad de su ejecución – que no es de ninguna manera una amnistía – y su motivación política antes que humanitaria, permitiría dicho beneficio a otros que están en sala de espera. Al no estar en discusión la culpabilidad (legalmente ya determinado) o las condiciones terminales de salud (razones humanitarias) del Alberto Fujimori, también estaríamos ingresando al camino de la reconciliación nacional, indultando a otros personajes que deberían ser nominalmente analizado cada caso.
Algunas veces los cálculos políticos son más humanitarios de lo que aparentan, si consideramos en perspectiva una participación más incluyente las posibilidades electorales de todos los grupos políticos con miras al 2014 y el 2016. Pero estos actos requieren consensos y no solo razones jurídicas. es legítimo afirmar que si se actúa con vacilación o desinterés en el tema, podríamos terminar dándole la razón a un principio del Derecho Penal, “Induvio Pro Reo”, la duda favorece al reo.
Pero algo queda pendiente con el tema del indulto. Nuestro exceso democrático y permisividad contra nuestra soberanía, nos ha llevado a reemplazar las conocidas “Cartas de Intención” de los grupos financieros internacionales del pasado, a la intimidatoria acción de la Corte “Suprema” Interamericana de los Derechos Humanos.
01-10-2012