Por José Carlos García Fajardo*
“No me haga esa pregunta porque no se la voy a contestar”, acabo de oír en la radio a Rosalía de Mera, una de las mujeres más ricas del mundo, según Forbes, y cofundadora de Inditex. La periodista Pepa Bueno le había preguntado si no creía que las grandes fortunas deberían pagar más impuestos en esta situación de crisis. Y la ex mujer de Amancio Ortega añadió, “En realidad no somos tantos”.
No. Sólo el 18% de la humanidad controla y disfruta del 82% de los bienes del planeta.
Ante esto, cómo es posible que no se alcen millones de personas con responsabilidad en los asuntos de la sociedad y del Estado en rebelión contra la injusticia social. Tienen información de instituciones como Naciones Unidas, Amnistía Internacional, UNESCO, UNICEF, FAO y tantas organizaciones de la sociedad civil que han tomado partido por la justicia social, por la libertad y por los derechos humanos y sociales que conocemos y hemos aceptado.
No podemos permanecer en silencio mientras los responsables de esta crisis y de los desastres que afligen a cerca de dos mil millones de personas permanecen activos e impunes. No es posible callar sin saberse responsable. “Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las acciones de la gente perversa, sino de los pasmosos silencios de la gente buena”, afirmó Luther King.
Con Camus, “nuestros nietos se avergonzarán de nosotros porque, habiendo podido tanto, nos atrevimos a tan poco”. En la sociedad de la información ya no es posible refugiarse en la ignorancia. Somos culpables de servidumbre muda por no alzarnos contra la ignominia, la prepotencia, la codicia, el abuso de unos seres por otros. Responsables de que cerca de dos mil millones de seres padezcan hambre, ignorancia, enfermedad y exclusión por especuladores y “mercaderes del hambre” sin escrúpulos, dirigentes corruptos y colaboradores necesarios para que persista esta tragedia. Nunca podremos decir que “no sabíamos” lo que sucedía, como tantos alemanes que prefirieron “ignorar” los crímenes de los nazis.
¿Acaso no sabemos que existe una metástasis que se extiende y corrompe a miles de millones de personas, a mares y a ríos, a la atmósfera, a los campos y a las tierras, que es la explosión demográfica, la bomba de destrucción masiva más deletérea?
Lo vemos en televisión, en el cine, en nuestro entorno, y callamos. Conocemos los billones de dólares del crimen organizado que lavan nuestros bancos. Conocemos las denuncias inútiles y las promesas incumplidas para erradicar los paraísos fiscales. Acaso ignoramos a quiénes pertenecen ingentes cantidades de dinero que no cotizan a Hacienda, ni controla poder político alguno.
Es que hay alguna persona formada que desconozca lo que se gasta en la industria del armamento; que necesita y organiza guerras, alzamientos, invasiones y falsas liberaciones de países que poseen pero no administran los recursos minerales, vegetales y físicos que codician esos poderes ocultos. Acaso la inestabilidad en tantos países de Oriente Medio, de Asia y otros del empobrecido Sur obedecen a otra causa que a sus reservas de litio, col-tan, oro, uranio, hidrocarburos, cobalto, cobre, manganeso, bauxita, maderas, tierras y agua.
Quién fue responsable de la criminal invasión de Irak contra un supuesto terrorismo, inexistentes armas de destrucción masiva y contra un fundamentalismo islámico que sólo se desarrolló como reacción a una guerra de reparto de las tareas de “reconstrucción civil” antes de bombardearlas.
Lo mismo está sucediendo en Afganistán, con inimaginables consecuencias para Pakistán y en India. ¿Acaso es difícil seguir a la mano que mece la cuna de las revueltas islámicas en “respuesta” a una absurda operación de ofensa a la figura de Mahoma? ¿A quién “benefician” esas revueltas? No a estados democráticos, libres, justos, laicos y con un orden social bien arraigado.
Sino a oligarquías y fanatismos de toda laya que prefieren que cunda el pánico, la muerte y el dolor antes que revisar los fundamentos de sus poderes anacrónicos, injustos e inhumanos.
Centros de poder que se sirven de políticos a quienes han convertido en ejecutores de sus órdenes para garantizar sus intereses. Qué otra cosa ha sido la creación de la deuda externa que dejó exangües a decenas de Estados y a miles de millones de seres. Todo bajo la supervisión del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional que ahora pretenden rescatar y controlar las economías de los estados para “reconstruir” su modelo de desarrollo económico, social y político.
Con Paulo Freire afirmamos que, en el conflicto entre el poderoso y el desposeído, el no intervenir no significa ser neutral sino ponerse del lado del poderoso.
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
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