Luis Alberto Salgado T.
La ultraderechización del PAP: al servicio de los poderosos
La más grave crisis del APRA, causada bajo la conducción de Alan García, no ha sido solamente por la existencia de una tóxica atmósfera de permisividad con la corrupción dentro del PAP, y por extensión, en el Estado bajo su presidencia (como la denuncia contra su ex ministro de Justicia, Aurelio Pastor).
El desprestigio del PAP, la pérdida de mística y credibilidad, y su secuela de desaliento y desmovilización de las bases apristas en toda la república tienen otro factor determinante: la ultra-derechización a la que sometió, deliberadamente, AGP y su entorno de dirigentes subordinados, al otrora gran partido fundado por Haya de la Torre. Para muchos apristas esto constituye alta traición, que en la historia del APRA es causal de expulsión partidaria, igual que los actos de corrupción.
Este cambiazo a la ultra-derecha y la atmósfera de corrupción han enfrentado al PAP con el pueblo, lo han ubicado como enemigo de los derechos humanos, y explica el rechazo frontal al APRA por parte de mayoritarios sectores populares (incluidos el otrora ´sólido norte´ con Trujillo a la cabeza, quechuas y aymaras en la sierra y sur del Perú, así como de las etnias de nuestra Amazonía) y, por supuesto, de las clases medias en las zonas urbanas del país.
La ultra-derechización del PAP, ejecutada por García con su falso “cambio responsable” se manifestó claramente durante los 5 años de su gobierno. Sea economía, agro, educación, salud, derechos humanos, seguridad pública, políticas laborales, ambientales (caso Conga que, por cierto, también incluye al gobierno de Humala), defensa nacional, ausencia de promoción a las micro, pequeñas y medianas empresas, puertos (Paita y el Callao) y aeropuertos, relación con poblaciones andinas y amazónicas (¿para qué?, si son “perros del hortelano” y “ciudadanos de segunda”); todas estas dimensiones del gobierno han sido marcadas, arrogantemente, por el signo abiertamente ultra-derechista, y a veces racista, del régimen de García…en nombre del APRA.
Inevitablemente, el gobierno de García, y con él, el PAP, comenzaron a ser no sólo vinculados a la corrupción, si no también, vistos como binomio antipopular al servicio de poderosos y, entregados, sin vergüenza, a empresas transnacionales (solícito AGP se puso a las órdenes, como si lo necesitaran), mientras dejaba de lado los intereses del Perú y de las mayorías. Es decir, ausencia de un proyecto nacional de desarrollo que planificara la inversión extranjera en beneficio equitativo del Perú. Y encima de ello: la corrupción extendida. Ese fue el gobierno de Alan García…en nombre del APRA, y por eso la mayoría del pueblo aprista castigó esa traición no marcando la estrella. ¿Alguien esperaba resultado distinto?. ¿Alguien se extraña, entonces, de los resultados de abril del 2011 en que Ollanta Humala aprovechó precisamente ese enorme vacío político, dejado por el APRA histórica, para posicionarse con su promesa, que hoy suena a sarcasmo y claudicación, de “la gran transformación”?
García y su cúpula son responsables pues, de la desviación política e ideológica que ellos mismos quieren disfrazar como “pragmatismo político”, que habría derivado “en el mejor gobierno de la historia”, como dicen con cínico descaro. Pero culpables son de la debacle, culpa que pretenden evadir. No hay arrepentimiento.
Secuela de lo anterior son las minoritarias posiciones fascistas de alegados “apristas” - infiltrados o no -, cuyo lenguaje y macartismo ignorante los descalifica como tales, y que se acercan mucho a la llamada “derecha bruta y achorada”. Ese sector exiguo rechaza con fanatismo que el aprismo histórico sea la izquierda democrática y por eso en las últimas elecciones apoyó, sin vergüenza ni rubor, la candidatura de K. Fujimori, con corrupción y todo, como hicieron García y sus dirigentes subordinados que amputaron cualquier candidatura verdaderamente aprista.
Finalmente, esas posiciones de ultra-derecha de AGP y su entorno, que comparten con fujimoristas y otros sectores recalcitrantes de derecha, que históricamente combatieron al aprismo y enviaron a los apristas a la cárcel o al paredón, están siendo severamente cuestionadas y superadas en Europa y en los EE.UU.. Sobre eso, quizás en otra oportunidad.
Hoy sí es urgente afirmar: el APRA, como el Perú, también tiene que reaccionar.
Lima, diciembre de 2012