Por Herbert Mujica Rojas
El lunes 8 no asistió a un homenaje promovido por él a él mismo, Alan García Pérez. La escasa concurrencia debió soportar los aullidos áulicos de quienes, ausente la estrella, pretendieron suplir su falta. ¿Por causa de qué no arribó el ex presidente al Aula Magna de la Av. Alfonso Ugarte? Sólo hay una explicación: ¡por vulgar miedo pusilánime a que las bases le apostrofaran y reclamaran por tantas derrotas clamorosas e innumerables sospechas de corrupción como, por ejemplo, la compra de una casita no tan modesta de 1 millón de dólares!
Más de una vez he sostenido que Alan gana por ausencia no por competencia. Los chacales se prenden de su saco para ganar pitanzas y asegurar las faltriqueras. Vivir del Congreso durante lustros enteros con poca o nula producción legislativa es un vicio muy rentable. Los ganapanes no distinguen entre la sobriedad cívica y mamar de la exangue ubre del Estado que paga el resto de peruanos. Y en consonancia, como no podía ser de otro modo, sin esperar Congreso o decisión desde abajo, García Pérez ya se considera candidato para el 2016.
¡Ilusos y miopes! En Perú la mayoría de políticos -con universos de apenas 250 palabras y con mataburro al costado o en los brazos de algún ayudante- da por hecho que el tramo que va desde el 2013 al 2016 es diáfano y huérfano de obstáculos. ¡Ceguera infame la de estos mediocres! En junio-julio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya se conocerá el veredicto por el contencioso marítimo a que llevamos a Chile, en año electoral, y es de suponer que cualquiera el sentido que tuviese tal dictamen, a favor o en contra o una solución parcial hacia los sectores en liza, empujará a los dos países a responder y a actuar. Bueno prevenir, merced a la experiencia histórica, que acatar no es signo de cumplimiento y recordemos que Tacna recién volvió al Perú en 1929.
Pero a la turbamulta de candidatos, gobernantes, legisladores, analistas de quiosco o intelectuales a la carta, pareciera ser que el tema de la difícil vecindad con Chile sólo les solivianta cuando hay que ir a recitar monsergas en la televisión, radio o diarios. La imbecilidad camina por las calles y plazas de todo el Perú y las 24 horas del día.
El país ha comprobado, merced al auto-homenaje que impulsó Alan García Pérez, que si algún encanto o arrastre concitaba dentro de sus seguidores, éste empezó a anemizarse con celeridad incontestable. ¡Ni las portátiles consiguieron llenar un amplio auditorio que estaba acostumbrado a la gente de pie y atiborrando todas sus instalaciones!
¡El pueblo es más sabio que todos los sabios! Y hace muy bien el congresista Sergio Tejada al apelar el archivamiento dispuesto por la Fiscalía de la Nación del caso de los colegios emblemáticos y el Estadio Nacional. ¿Qué es eso de meter de contrabando grosero la refacción del Estadio por la friolera de más de S/ 200 millones de soles en una Fe de Erratas? ¿y qué significa que lo haya firmado Alan García Pérez? ¡Ese es un tema delincuencial que tiene que ser investigado y el único mediante el cual los responsables podrían ser encausados, apresados y puestos en su hábitat natural: la cárcel! Ojalá que Tejada comprenda que la infracción constitucional es apenas un guiño y hasta una componenda a la que los ladrones saben escamotear muy bien el cuerpo.
Con ingresos que no puede explicar, asimetrías desde su primer desgobierno voluntarista 1985-1990 y salvado por una muy conveniente prescripción, Alan tiene alrededor de su figura no el cariño ni admiración de los peruanos sino el contorno de alguien sumamente inescrupuloso y que no dudaría en sacrificar a cualquiera con tal de lograr que sus voluminosas posaderas afincaran en la silla presidencial otra vez. ¡Como si un jefe de Estado de los nuestros tuviera poder real!
Los monos amaestrados le tildan de intelectual y le rinden un extraño culto que no comparten gruesas porciones de la ciudadanía nacional. Gracias a Alan García Pérez, la sola mención del gentilicio aprista, suscita rechazos violentos y las palabras ladrón, ratero, tramposo, miserable con que la gente insulta a todos los apristas. ¿Quién desmiente esta aserción?
Y aunque el Patrón del Mal conoce el prontuario de sus cómplices, de ayer y de hoy, él guarda bajo siete llaves toda la documentación comprometedora que mandaría a cientos tras las rejas. Y en ese paquete, él, el primero.
Mientras que el mandato político, ideológico y moral de Haya de la Torre se verificó desde las multitudes y el combate en las trincheras, hay otros que están llamando a los abogángsteres para lidiar con las denuncias múltiples que se vienen arrolladoramente.
Hay esfuerzos colectivos, plenos en fe y disciplina, que construyen el rescate militante de lo que otrora fuera esperanza revolucionaria de los pobres del Perú.
¡A la cárcel todo Cristo!
10-4-2013
http://www.voltairenet.org/article178101.html?var_mode=recalcul