victor raul haya de la torrePor Eduardo González Viaña
 
"¿Nacionalización del petróleo? Si, pero progresivamente. Poco a poco, compañeros."
 
Estas palabras de Haya de la Torre en febrero de 1962 muestran que su discurso antaño izquierdista se había moderado notablemente para esa época.

 
La agenda nacionalista había sido reemplazada ahora por una tónica de prédica moral que fue permanente en la vida del líder. Por costa, montaña y selva, clamaba por una vida honesta ajena al licor, la droga, y las tentaciones corruptoras del dinero.
 
En vez de una campaña política, aquella parecía la gira de un predicador religioso cuya palabra fascinante originaba súbitas conversiones. El “Viejo” sentía que la presidencia estaba a un paso y que, por ende, era necesario preparar a los apristas para que evitaran la sensualidad del poder.
 
En Pacasmayo, mi pueblo, fueron dos los oradores: el candidato presidencial y un joven flaco y peludo, sin libreta electoral aún, pero secretario general del comando universitario aprista de Trujillo, aquel que ahora escribe estas líneas.
 
La fluidez algo irresponsable de mis palabras provocó los generosos comentarios del Viejo quien, ante la multitud, proclamó que este muchacho flacuchento habría de ser un día muy importante como orador y como hombre de pluma. Tal vez lo dijo por las plumas que en vez de barbas rodeaban por entonces mi cara.
 
Aprovechó el Viejo de esa anécdota para dirigirse a la juventud y a los compañeros del partido, y pedirles por enésima vez moderación en la bebida.
 
En la cena aprista que luego siguió, todos estaban pendientes de las palabras con que respondería el secretario general del distrito, un excelente médico que además era muy aficionado a las copas. Cuando aquél pidió la palabra, un compañero me codeó preocupado.
 
En efecto, el inicio de su discurso provocó una generalizada desconfianza: "El compañero jefe nos ha dicho que debemos dejar el alcohol. Tiene razón. Lo vamos a dejar, compañeros...
 
¿Hipocresía?... Telmo continuó: "Vamos a dejar el alcohol, compañeros. Pero, progresivamente, poco a poco."
 
Nadie pudo contener la risa, ni siquiera el propio “Viejo" que tenía un gran sentido del humor y que solía reírse hasta de sí mismo.
 
A este hombre se le ha acusado de desviaciones ideológicas, pero jamás de ansioso lucrador. Sería imposible decir eso de quien llevaba siempre los bolsillos vacíos y casi desconocía el valor del dinero. Tampoco se ha dicho eso jamás de los viejos apristas quienes por su capacidad podrían haber caminado hacia un futuro prometedor, pero que todo lo perdieron, la libertad, la familia, la propiedad e incluso y la vida, al entregarse a la lucha revolucionaria por la felicidad de los demás.
 
Por ello, el mayor daño que el aprismo-facción García, Aurelio Pastor- ha hecho a esa historia son las demoledoras evidencias de corrupción en las que se debate ahora. Casi seis mil indultos y conmutaciones de condena a narcotraficantes así como una "módica" tarifa de 10 mil dólares por año de cárcel perdonado embarran y hacen vergonzante la propia mención del partido.
 
Incluso, tornan sospechosa de rentada la participación de ese grupo en el cargamontón extorsionador que se hace en esos días al presidente para obligarlo a indultar al terrorista Fujimori.
 
Más aún, esta tragedia nos hace ver como una heroica carga de la desesperanza la reciente fundación del Partido del Pueblo. Agrupados en él, Luis Alberto Salgado, Enrique Cox, Raúl Haya de la Torre y varios miles de compañeros quieren volver a la vieja y maravillosa historia de los militantes "puros y sinceros" que hicieron temblar a la vieja oligarquía peruana y a los cimientos castrenses de su poder.
 
¿Se puede esperar que se tornen honestos de repente los que convirtieron Palacio en una “paradita” de conmutaciones e indultos? Sí, pero progresivamente, poco a poco...
 

http://www.elcorreodesalem.com/2013/04/21/progresivamente-poco-a-poco/