Por Herbert Mujica Rojas
La "ultra democracia" que existe en el ámbito educativo ha permitido que se enseñen carreras profesionales diversas en las universidades, técnicas en las academias, de mando medio e innumerables entidades otorgan diplomas a nombre de la Nación. Un análisis superficial aprehendería que un país así, está lleno de "esperanzas". ¿Qué ocurre cuando la educación es un negociado que nutre el bolsillo de dueños sus gestores?
¿Tiene o no tiene un país, vía su Estado, el derecho a planificar qué carreras son útiles a la forja y construcción de la Patria? ¡Claro que lo tiene! Pero, por cierto, quienes han hecho de la educación una alforja gruesa proveedora de dinero a carretadas, invocan la democracia, el libre mercado y demás tonterías. ¿Para qué necesita Perú más que los 50 mil abogados que ya tiene titulados y litigantes en las cortes judiciales de todo el país? Lo mismo vale para periodistas, sociólogos, literatos, antropólogos y demás áreas de las ciencias sociales.
¿Se ha dado cuenta amable lector que en el Congreso, en la industria, en las gerencias, en lugar de científicos hay profesionales formados en letras? En el Poder Legislativo cuando se trata de discutir sobre tecnología advienen poesías ricas en citas jurídicas o literarias, de nulo o casi ningún valor para el despegue de los estudios en el país.
Ningún partido o -mejor dicho, club electoral- plantea un cuestionamiento enérgico al pseudo modelo educativo prevaleciente en Perú. A lo más, alguna crítica por rutas epidérmicas que por avenidas de fondo. De suerte que eso permite comprender del porqué hay más de 100 universidades ofreciendo, cada año, miles de titulados que simple y llanamente son desempleados potenciales cuando no taxistas o independientes (eufemismo galano con que se designa a los que no tienen trabajo fijo).
Si Perú posee una riqueza en biodiversidad e ingente patrimonio marítimo, minero y gasífero, es más que probable que una exégesis rigurosa determinaría que la Nación requiere de científicos capaces de desplegar lo último en tecnología para potenciar la explotación con ganancia para todos los involucrados: profesionales, Estado, empresa privada, y la garantía que los recursos no renovables no se extinguirán violentamente por el lucro del capitalismo salvaje.
Una quimera de nuestros días que tiene hasta un canal de cable, la gastronomía, es ofrecida como panacea para los jóvenes. Basta con citar el deleite con que se narra la cocción de un cebiche de mero y preguntar ¿tiene el espectador común y silvestre acceso a un plato con esos ingredientes? La respuesta es NO. Por tanto, comienzan las dificultades. Si se reputa al pescado como un producto de estupenda calidad merced a los platos que con él se hacen, pero éste sólo es aptitud de minerías pudientes, ¿qué se está diciendo? ¡Algo muy simple: el que tiene billetes puede consumir, el resto que mire televisión por cable e imagine que su paladar engulle esas delicias! Discriminación subliminal. Y ganancias pingues para los dueños del comercio.
Que los profesionales de la gastronomía son respetables, no hay la más mínima hesitación. Pero que este renglón represente fuente de puestos de trabajo capaz de absorber la enorme cantidad de postulantes, es otra cosa. Una segunda conclusión es que la propaganda es muy engañosa.
Es evidente que la gastronomía está inscrita en otro acápite de interés para el Estado: turismo. La industria sin chimeneas sí tiene importancia pero también requiere de planificación científica: qué queremos, en qué áreas, con qué personal se cuenta, qué profesionales se necesitan, de qué edades, cómo se incluye a quienes, sin poseer títulos, ejercen desde muchos años atrás, esta clase de actividades con muchos méritos y bastante experiencia.
No es una alternativa contraponer a científicos con cocineros. Mientras que los primeros están llamados a la contribución con ciencia y conciencia en la forja, desde el Estado o la empresa privada, de riqueza y retorno justo a sus protagonistas, los segundos están dentro de otro rubro más grande, el turismo. Una tercera conclusión es que cuando se hace demasiada propaganda por televisión respecto de la gastronomía, simple y llanamente se pretende barnizar y convertir en "patriótico" lo que es un ejercicio laboral, loable pero de muy escasa generación de puestos de trabajo.
El Estado tiene que ser el ente rector de cómo conducir la educación y cautelar los intereses de las grandes mayorías nacionales. Médicos, geólogos, astrónomos, científicos nucleares, biólogos, matemáticos, ingenieros multidisciplinarios pueden trabajar y ser muy bien pagados en todo el Perú. Al Estado corresponde la coordinación con el sector privado y también la fijación de los límites a que deben constreñirse las entidades que han confundido educación con lucro acelerado so pretexto de la democracia.
La democracia, por definición, es el gobierno para los más y no para los menos.
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