Herbert Mujica Rojas
Cuando el Estado, vía su gobierno y muy de acuerdo sibilino con el Congreso, militarizan con el envío de tropas o Estados de emergencia interminables, el país, se camina por rumbos dictatoriales. Así de simple.
Prueba trágica de la situación que vive Perú después del 5 de diciembre, 2022, es la muerte trágica, a balazos, de más de 70 personas.
Esos ciudadanos salieron a protestar, carecían de armas, poder de fuego o tramaban acciones suicidas y absurdas.
Otra cosa ha sido la propaganda maléfica que inventó pelotones que venían del Altiplano, enunció la presencia de senderistas o gente del MRTA y monsergas por el estilo.
El Estado y su gobierno, amén del mediocre Congreso, hicieron un pacto egoísta al declarar incólume su permanencia hasta el 2026. Con menos del 10% de aprobación, tal actitud es de un sectarismo despreciable.
Gobierno y Congreso escriben, desde entonces, páginas de verguenza y ¡contra el mismo pueblo que le otorgó sus votos!
La impunidad con que se expiden gavillas de miserable lumpen como los que conforman la llamada “resistencia” es altamente censurable. Que el flamante Defensor del Pueblo, en testimonio de su pobreza espiritual y política, recibiera a estos esquiroles, radiografía qué clase de engendros se nos vienen encima.
En buen castellano: el Estado, gobierno y Congreso gendarmes siguen, al pie de la letra, el guión escrito por los custodios del status quo, por los "productores" de riqueza por miles de millones de dólares.
Ni la riqueza la ve la mayoría del pueblo peruano y las ganancias pingues van a parar a bolsillos de las transnacionales. No quedan aquí en forma de hospitales, universidades, carreteras o ferrocarriles. ¡Y encima se contamina el medio ambiente y se destruye toda agricultura!
Para algunos el Congreso tiene preponderancia, de tal forma que estaríamos en el pórtico de un régimen con mascarón de democracia pero con inocultable propósito intolerante.
¿Significa eso que la presidente Dina Boluarte, está pintada en la pared? Tengo la viva impresión que no es así.
Doña Dina requiere del Congreso aunque no acepte siempre de buen gusto los brulotes que fabrica. Los informes internacionales señalan la responsabilidad política de la presidente y las decenas de lamentables muertos.
Quien pretenda disociar a la presidencia de la República, del Congreso, se equivoca. Es una coexistencia que se soporta mutuamente por la simple coincidencia de tener sueldos con fecha fija, los resortes del poder administrativo y el campo de fertilidad feraz para el tráfico de influencias.
¿Cómo subsiste un Estado con un gobierno con las manos manchadas con sangre y un Congreso tan desprestigiado?
El tiempo sólo ayuda al status quo que reza a diario porque las expresiones de protestas y marchas no se repitan en ningún lado, asunto que nadie puede dar por hecho.
Para el simplón la violencia se reduce a cuando a uno lo agarran a palos y puntapiés o lo llevan preso in fraganti. ¡Craso error!
Cuando el Estado no compra las medicinas mínimas para atender a sus enfermos en los hospitales públicos ¡comete violencia!
Si la Policía no sigue, descubre y desarticula o apresa a las pandillas de forajidos nativos y foráneos que todos los días hacen noticia con balas en el cráneo ¡es violencia!
Si el ciudadano sale de su casa, jamás tiene garantía –la más mínima- que retornará porque las calles son viveros y guaridas de rateros, asesinos, sicarios y las fuerzas del orden están replegadas en sus comisarías ¿es o no violencia?
Si las firmas comerciales que cobran por sus servicios de telefonía que no atienden los reclamos, que ponen a robots en lugar de seres humanos para atender al usuario y no hay con quién quejarse ¡es violencia administrativa sin que haya castigo para los infractores!
Un Estado que vía su Congreso e instituciones perdona que empresas grandes no paguen los impuestos que deben y reciban la buena noticia de las prescripciones ¡es una situación de violencia contra los dineros del Perú!
Si cientos de graduados universitarios se van del Perú para buscar futuro en otras tierras, es porque el Estado no es capaz de ofrecer justa remuneración ni desarrollo profesional a esas personas ¡eso también es violencia!
La violencia sólo produce más violencia, así se cubra bajo el dudoso como ilegítimo manto protector que les da un Estado, gobiernos y Congreso gendarmes.
No hay excusa ni asidero posible para justificar la militarización de una parte del país, salvo que sea parte inicial del plan que dé al trasto con los calendarios electorales y se vuelva al pasado vergonzante de golpes, imposiciones y abusos de los mandones de turno.
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
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26.05.2023
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