Herbert Mujica Rojas
De aprobar el Congreso la ley “mordaza” que amplía el espectro represivo por supuestos delitos contra el honor, habrá incurrido en un mayúsculo retroceso. Y el tema es dictado por el miedo.
En Perú los jueces rara vez dejan de admitir las querellas por difamación y casi siempre con su “apellido”, difamación agravada.
¿Persiguen los demandantes proteger su honor ante las denuncias o pretenden una cortina de silencio sobre sus zarpazos al aparato del Estado y con cualquier gobierno?
En nuestro país por “quítame esas pajas” uno termina querellado y las malas artes no están ausentes: abogados insistentes, con influencia y amistades al más alto nivel, influyen bastante en los jueces al momento de dar sus sentencias.
Aunque sea por motivos más bien tontos, sólo pisar un juzgado penal produce desazón y la alternativa de la cárcel, siempre está presente.
¿Cuál el espíritu de la ley “mordaza”? Una confesión amplia que el miedo también hace presa de quienes saben que están robando bajo diferentes formas y que necesitan espantar a esos hombres de prensa que no hesitan en denunciar tales actos.
Por tanto, en un régimen con predominio de los desaciertos múltiples de un Congreso mediocre, una dinámica represiva disfrazada de garrulería abogadil, se hace necesaria para los poderosos.
Me tocó asumir mi puesto de acusado en algo más de una decena de juicios penales. A la empresita que me demandó no le gustaron mis críticas a su endeble posición financiera inicial ni cómo habían logrado la concesión del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez.
En otros casos reguladoras también hicieron lo suyo y me sentaron en el banquillo de los acusados.
Una viceministra de Transportes, me demandó y la pobre terminó en el ridículo más espantoso porque se descubrió que sus asesorías en Ecuador habían terminado en la pérdida de millones de dólares, gracias a sus torpezas monumentales.
Por supuesta falsedad genérica fui enjuiciado por Migraciones.
Y es aburrida la contabilidad de casos en que casi todos alegaban mis supuestas difamaciones agravadas.
Lo cierto es que salí bien librado luego de largos años de marchas y contramarchas, los demandantes quedaron sin soga ni cabra pues las supuestas difamaciones agravadas no eran tales sino expresiones formuladas al amparo de investigaciones y documentos reales y muy serios.
Recuerdo una anécdota divertida que ocurrió en una conferencia que dimos en simultáneo en la Facultad de Derecho de la Universidad San Marcos: Raúl Wiener (+), Angel Páez, Manuel Dammert (+) y quien esto escribe.
Todos teníamos en común multitud de juicios y querellas por difamación agravada.
Pero, la excepción resultó Angel Páez quien socarronamente dijo en su perorata: “algo debo estar haciendo mal porque hasta ahora no me enjuician”. Las carcajadas fueron unánimes. Y esto ocurrió varios años atrás.
La verdad de la milanesa no es otra que reprimir a los hombres y mujeres que denuncian en defensa de la cosa pública porque pertenece al Perú.
No pocos funcionarios públicos, de tanto abusar de su posición de dominio, han llegado a creer que pueden cruzar las puertas de la legalidad y encima gozar de lo delictivamente obtenido sin lugar a protesta.
Perú tiene algo más de 200 años de república y en esas dos centurias el robo y asalto al Estado, han sido constantes abominables cuyo examen debe formar parte de la Enciclopedia de la Corrupción en Perú, a publicarse más adelante.
Los funcionarios inmorales no están solos. Jueces al peso, cuyas sentencias se compran en dólares, euros o bitcoins, también forman parte del esquema corrupto que ahoga al Perú.
A la mayoría tan gris que habita el Congreso no le basta el papel vergonzoso de golpista contra Pedro Castillo o de no denunciadora o investigadora de las decenas de muertos a balazos en las protestas de meses precedentes.
Ahora quieren asegurar que los periodistas sepan qué les aguarda si “se pasan de la raya”. Mientras que la despenalización es mundial, aquí retrocedemos por el capricho soberbio de una gavilla de maleantes que dicen producir “leyes”.
¿Será el miedo un freno contra los intentos de construir un Perú libre, justo y culto, a través de la denuncia bien sustentada y presentada con valentía contra la corrupción?
“Tomar a lo serio cosas del Perú. Esto no es república, es mojiganga”, advertía severo Manuel González Prada.
19.05.2023
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