Por Lukas Hansen

Cada vez producimos más basura que no se biodegrada. Ya llegó el momento de hacer cambios, especialmente en la mentalidad de las personas, opina Lukas Hansen.

Supermercados sin envases plásticos. ¡Genial! Restaurantes que no generan desperdicios. ¡Guau, qué bien! Si nos atenemos a esas tendencias, podríamos pensar que vivimos en una sociedad medioambientalmente muy consciente. Pero no. En los últimos 80 años, la humanidad ha generado más de ocho mil millones de toneladas de plástico, según reportan investigadores estadounidenses en la revista "Science Advances". Y cada año se suman más y más toneladas.

Las montañas de desechos no paran de acumularse, especialmente en países asiáticos con altas tasas de crecimiento, como Indonesia. Durante milenios, las personas usaron productos biodegradables para el empaquetado, como hojas de plátano. Hasta que apareció el plástico. Y con él, la basura. Apenas existen leyes reguladoras al respecto, y ni hablar de empresas privadas que se preocupen de reciclar la basura. A menudo, todo el plástico termina en ríos o simplemente enterrado.

La basura de los chinos

China, a pesar de que es por sí sola una de las principales productoras de residuos del orbe, ha hecho un enorme negocio al encargarse, durante años, de la basura producida en Europa. Pero la potencia asiática ahora decidió frenar la importación de desechos plásticos, pues ya tiene suficiente con sus propias porquerías. La razón oficial entregada por las autoridades chinas: quieren proteger el medio ambiente.

Es una lástima para Europa y para Alemania: 1,5 millones de toneladas de basura plástica había absorbido China el año 2016. ¿Qué vamos a hacer con todo eso ahora? Quemarla, claro. Nada muy sostenible ni ecológico, en realidad. Pero reciclar sería mucho más costoso y procesar los desperdicios es un asunto que depende, finalmente, del dinero.

África da el ejemplo

Gracias a nuevas regulaciones, todo esto debería cambiar. La Comisión Europea puso en marcha a comienzos de este año una estrategia que busca reducir la producción de residuos plásticos de acá a 2030. La ecuación es menos plástico, más reciclaje. Las leyes concretas para convertir esto en realidad deben ser creadas ahora por los estados miembros de la UE. Estas podrían prohibir, por ejemplo, todo tipo de embalaje innecesario. Después de todo, hay empresas que pelan huevos duros para luego envolverlos en plástico.

Algunos países africanos ya han ido incluso mucho más lejos, con Ruanda a la cabeza. Desde 2004, las bolsas de plástico están prohibidas en ese país. Y quien bote al piso una botella plástica debe pagar una multa. El estado del centro de África es el más limpio del continente. En Kenia hay normas incluso más duras. Quien sea atrapado allí con una bolsa plástica enfrentará multas por hasta 37.000 euros, e incluso en el peor de los casos podría purgar 4 años de prisión.

Prescindir de lo superfluo

Ahora por fin la Unión Europea se está poniendo al día. Pronto, ningún supermercado entregará más bolsas plásticas a sus clientes. Los envases para los cafés para llevar serán abolidos en la medida de lo posible. ¿Basta con eso para cantar victoria? Sería prematuro reaccionar así, pues más allá de los pasos adelante que dé la legislación, el cambio real comienza por la mentalidad de las personas. Deberíamos partir por renunciar a todo lo superfluo, algo que sin duda nos beneficiaría a todos.

 

DW, 08.04.2018