Por José Carlos García Fajardo*
The silent killer, así se llamaba a la hipertensión arterial que no se sentía venir pero sus ataques podían ser mortales. Así considero a las falaces agencias de calificación de riesgos que, de un día para otro, son capaces de calificar como bonos basura los de un Estado en dificultades. Estado que pertenece a la Unión Europea, para bien y para mal. Y que ningún otro, por poderoso que sea, como la Alemania de Merkel, puede vender material de guerra y facilitar créditos con condiciones leoninas para después exigírselos obligando a sus gobiernos a arruinar a la población en beneficio de intereses económicos.
La opinión pública se está moviendo a través de los medios, comparte sus inquietudes y aporta sus opiniones. De la indignación pasamos a la acción para no convertirnos en cómplices de esta forma de genocidio por desesperación.
Recordemos los orígenes de esta crisis descomunal y de los responsables de la misma que tienen que ser llevados ante los tribunales y ser “ejecutados” como ellos “ejecutan” sus hipotecas, préstamos y descalificaciones. Bastaba con que las relaciones contractuales fueran justas, y no lo han sido, ni lo están siendo.
Durante la burbuja inmobiliaria, los bancos concedieron préstamos a cualquiera. ¿Por qué ibas a necesitar un buen sueldo para comprarte una casa si podías hacerte rico simplemente viviendo en ella? La subida de los inmuebles era incuestionable.
La legislación se hizo más agresiva y permisiva, empujando a los bancos a conceder préstamos a la gente de bajos recursos, a personas cuyos ingresos eran menos del 80% del promedio.
Los políticos de derecha e izquierda impulsaron la compra de vivienda. En España, el Gobierno de Aznar declaró edificable casi todo el territorio nacional. Como en Estados Unidos necesitaban para sus operaciones subsidios y seguros, se crearon dos empresas gigantescas de hipotecas: Freddie Mac y Fannie Mae. Usaron miles de millones del erario para asegurar los préstamos de la gente que no podía obtenerlos en el mercado abierto.
Eran empresas respaldadas por el gobierno de Washington, no podrían tener mejor aval. Sus dueños eran privados pero fueron creadas por el Congreso y sus transacciones estaban garantizadas por el gobierno.
Bush lo había declarado: “He propuesto al Congreso que se financie el fondo para el anticipo del Sueño Americano. Esto consumirá dinero de los contribuyentes para ayudar a los compradores de bajos ingresos a pagar un anticipo. Antes que nada, las compañías patrocinadas por el gobierno que ayudaron a crear nuestro sistema hipotecario aumentaran sus compromisos con los mercados minoritarios por más de 440.000 millones de dólares (de fondo carteles que decían: Una casa para cada uno)”.
En la última década, estas dos empresas donaron más de 200 millones de dólares a políticos de Washington. Si esto no es soborno criminal…
El antiguo economista-jefe de Freddie Mac declaró: “Tienen grandes privilegios. Están reguladas de manera confusa. Había casos en los que el marco de regulación era sólo un simple compromiso”. Los prestamistas ya no se preocuparon por recuperar sus préstamos porque el gobierno se los garantizaba.
Los grandes bancos hicieron préstamos con muchos más riesgos porque habían empezado a refinanciar paquetes de préstamos y venderlos a los demás como “bonos”. Se los vendían unos a otros, Freddie Mac y Fannie Mae, y ellos se los vendían a Noruega, a Alemania y a China.
Todos querían comprar porque las agencias que califican las deudas le daban la calificación más alta a los bonos respaldados por hipotecas. Prometían enormes ganancias a riesgo cero. Las agencias aseguraron que los precios de las casas seguirían en aumento. Pero las agencias estaban financiadas por las mismas personas que vendían los bonos basura.
¿Libre mercado? El gobierno respaldó y autorizó a unas pocas compañías para calificar esos bonos. El gobierno se acostaba con Moody’s y con Standard & Poor’s. Pero quien concede favores a cambio de dinero se prostituye. En muchos países, como en España, los bancos se convirtieron en promotores de empresas inmobiliarias, constructoras, concedían hipotecas, seguros obligatorios, de evaluación de los inmuebles por sus mismos agentes para hipotecarlas y también para descalificarlas en un 40% a la hora de ejecutar las hipotecas insolventes.
Ahora pretenden sacarnos de la crisis inflando una nueva burbuja, después de la burbuja punto.com y la burbuja inmobiliaria. Ésta es mucho más grande y es global. Se trata de la burbuja de los rescates.
Es preciso alzarse y rebelarse contra esta monstruosidad consentida por los gobiernos. Ni un rescate más a bancos o a instituciones financieras. Si nunca disfrutamos de sus beneficios que carguen ahora con sus desastres.
Para colmo, ofenden a la ciudadanía con los sueldos, y bonificaciones de sus ejecutivos. No tienen pudor porque no sienten vergüenza.
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
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