estadistica lapiceroThe Economist aguándole la fiesta a Castilla

Pedro Francke

La revista The Economist es, entre las revistas de circulación masiva sobre temas económicos, la más prestigiosa a nivel mundial. Firmemente anclada en una visión liberal, aún con este sesgo su análisis es de primera. Esta semana, en un artículo revisando la economía peruana, The Economist afirma que hay varias luces amarillas parpadeando, que todo está amarrado apenas por una pita y que se necesita cabeza muy clara para evitar desabarrancarse.

La caída del dólar, que ha generado polémica y opiniones encontradas, es el primer problema que alarma para The Economist.

Las señales son claras: en 5 años el tipo de cambio ha caído 25%, lo que ha llevado a que las importaciones de bienes de consumo se disparen, afectando la industria y el agro nacionales. Con un dólar más barato, los productos importados también pueden venderse a menor precio, sacando de competencia a las empresas que en el Perú generan empleos, pagan impuestos y van desarrollándose tecnológicamente.

Las pocas industrias exportadoras peruanas también sufren con el dólar bajo: lo que venden afuera en dólares, se traduce en menos soles para pagar salarios e insumos nacionales. No por gusto, aunque el PIB total creció el año pasado en 6,4 por ciento, la industria solo lo hizo en 1,7%, la cuarta parte del promedio. Y 2012 fue un año de desindustrialización.

Enfermedad holandesa

Que el tipo de cambio caiga es un síntoma típico de la llamada enfermedad holandesa, que suelen sufrir las economías que tienen un boom de exportaciones mineras o de otras materias primas. Es el caso del Perú: la minería, gracias a que tenemos cerros llenos de oro, cobre, zinc y demás metales, trae al país miles de millones de dólares. Los dólares no vienen solo por las exportaciones; las inversiones mineras también significan sumas fuertes de dinero extranjero entrando al Perú. Además, como los indicadores macroeconómicos mejoran, los capitales especulativos a nivel internacional ven al país con buenos ojos y se vienen para acá.

Todo suena muy bien, pero el problema es que ese ingreso de dólares abarata el dólar. La ley de la oferta y la demanda: si hay más dólares, su precio cae. Simple y directo.

¿Y cuál es el problema? Pues que la industria, la agricultura y el turismo, donde hay que ganar mercado a punta de ser competitivo y no de saquear el banco de oro de Raimondi, pierden competitividad. Y son precisamente estos sectores, hoy afectados por la enfermedad holandesa, los que pueden servir de base para la diversificación y sofisticación de la producción, la generación de empleos de calidad y una dinámica de mejora tecnológica sostenida.

Si uno revisa mira el mundo destaca la experiencia de China, que ha sido muy exitosa promoviendo sus ventas de productos industriales en el exterior manteniendo un tipo de cambio competitivo por décadas. Si se voltea la mirada hacia los académicos Dani Rodrik, el profesor de desarrollo económico de Harvard, ha mostrado con evidencia estadística que los países con tipos de cambio más competitivos crecen más y sufren menos crisis. También ha mostrado que la gran razón por la que los países asiáticos han crecido más que los latinoamericanos es por tener una industria que genera empleos y gana en productividad.

Primum, non noscere

Como dice el juramento hipocrático, lo primero es no hacer daño.

Hay algunos remedios propuestos realmente preocupantes, como rebajar los aranceles que se cobran a las importaciones. Eso tendría muy poco efecto para los exportadores, ya que los aranceles promedio en Perú están por el 3%. Pero reducirá aún más la competitividad de la industria y agricultura que tiene que disputarse el mercado interno con los productos importados.

Otra mala receta es la de permitir que las AFPs se lleven más de nuestro dinero (si, los fondos que manejan son de nosotros los afiliados) al exterior. Ya se pueden llevar el 30 por ciento, y algunos quieren permitirles más. Parece que no han leído las noticias económicas del quinquenio.

La enorme crisis financiera iniciada en Estados Unidos el 2008, de la que hasta ahora la economía mundial no termina de salir, fue producto precisamente de desregular y darle más libertades al sector financiero. El asunto es tan claro que hasta el FMI, el Fondo Monetario Internacional, que antes promovía la libre movilidad de los capitales, ahora recomienda ser muy cuidadoso con eso e incluye a los controles de capitales dentro de su menú de herramientas. Tratar de resolver el problema de la caída del dólar dándole más rienda suelta a los financistas es como jugar con fuego.

Señor Gobierno, hay remedios

Si la enfermedad holandesa es como la diabetes, hay remedios de corto y largo plazo. Si el azúcar (glucosa) está ya muy subida, recurra con emergencia a la insulina; para muchos diabéticos, esto es de todos los días. Para la enfermedad holandesa, recurra usted mediante su banco central a la compra de dólares. Sencillo: si la oferta de dólares aumenta, para que el precio no baje hay que aumentar la demanda. El BCR peruano hace eso todos los días, tratando a la economía peruana como un diabético crónico. Pero si el BCR ha logrado evitar que la glucosa se dispare, no ha usado suficiente insulina como para detener el problema.

Hay otros remedios: paciente diabético, controle usted su INGESTA de azúcar. Si están viniendo demasiados capitales especulativos al Perú, póngales un freno: suba el encaje bancario o establezca un pequeño impuesto a los capitales especulativos (conocido en la jerga económica como el “Tobin Tax”).

Si el problema es que hay un boom minero, que además genera conflictos sociales, contaminación y corrupción, ponga un poco de orden y no permita que se desbanden llevándose nuestro oro y nuestro cobre, algo del cual bien puede guardarse para dentro de unos años.

Pero sobre todo, Señor Gobierno, no abandone a su suerte a la industria, la agricultura y el turismo. Esas son las actividades que hay que promover más. Apóyelas organizando a los pequeños productores, facilitándoles el acceso a tecnología, capacitando a los trabajadores, favoreciendo la innovación y ordenando el mercado. Acuérdese que el mundo empresarial no acaba en Roque Benavides.

Hildebrandt en sus Trece, 08-02-2013


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