Ampliar los públicos, sumar un nuevo canal y desprenderse de gastos fijos como el arriendo del local o algunos sueldos, son algunas de las ventajas de las cocinas fantasma.
Confinamiento, COVID-19, tasa de contagio, toque de queda y entrega a domicilio (delivery) son algunas de las muchas palabras que hemos aprendido y practicado durante la pandemia. Las restricciones y el toque de queda han hundido restaurantes, que han buscado su salida comercial en la comida a domicilio o para llevar (take away). De hecho, según un informe de Kantar, el crecimiento de la entrega a domicilio suavizó el desplome del sector de los restaurantes, que se vio ahogado por la situación de pandemia. Ante un modelo forzado por las restricciones y el auge de las plataformas de reparto a domicilio, los restaurantes han buscado un nuevo formato para llegar al cliente con menos intermediarios: las dark kitchens o cocinas fantasma. «Permiten a muchas empresas llegar a un mayor número de consumidores y también ofrecen la posibilidad de crear marcas virtuales que solo trabajan para las empresas de reparto a domicilio», afirma Josep Maria Català, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).