Enfrontar la crisis en beneficio no aplazado de la ciudadanía
Por Xavier Caño tamayo*
Islandia, en el noroeste de Europa, ha ignorado las “reformas estructurales” y “ajustes” que piden FMI, Comisión Europea, OCDE y demás gendarmes al servicio de la minoría privilegiada.
Tras la II Guerra Mundial, Islandia se desarrolló, prosperó e instauró un estado de bienestar con una distribución de riqueza semejante a la de otros países nórdicos. Pero en los ochenta y noventa empezaron a imponerse directrices neoliberales, suprimiendo normas y controles al movimiento de mercancías y capitales y, en 1998, se privatizó la banca pública. A principios del milenio, el neoliberalismo ya imperaba en Islandia: se redujeron impuestos sobre la renta y sobre el patrimonio de los más ricos y el impuesto de sociedades se redujo hasta ser de los más bajos de Europa.
Islandia, en el noroeste de Europa, ha ignorado las “reformas estructurales” y “ajustes” que piden FMI, Comisión Europea, OCDE y demás gendarmes al servicio de la minoría privilegiada.
Tras la II Guerra Mundial, Islandia se desarrolló, prosperó e instauró un estado de bienestar con una distribución de riqueza semejante a la de otros países nórdicos. Pero en los ochenta y noventa empezaron a imponerse directrices neoliberales, suprimiendo normas y controles al movimiento de mercancías y capitales y, en 1998, se privatizó la banca pública. A principios del milenio, el neoliberalismo ya imperaba en Islandia: se redujeron impuestos sobre la renta y sobre el patrimonio de los más ricos y el impuesto de sociedades se redujo hasta ser de los más bajos de Europa.