Carta de Arnlado Panizo a José de la Torre

Lima, Julio 1 de 1886.

Señor Dn. José de la Torre.-

Amigo muy querido:

Con entera satisfacción he recibido su mui estimable fecha 15 del ppdo.; por ella veo que goza Ud. de completa salud, de cuyo beneficio gozo yo, también, así como toda mi familia, cuyos miembros todos, estiman i retornan a Ud. sus saludos.


Yo, como Ud., sentí el no haberlo visto en los días que estuvo Ud.  en esta, pues habría tenido el gusto de darle un fuerte abrazo i de haber charlado largo, mui largo con Ud. sobre la triste situación del país i recordar con halago mejores épocas durante la campaña del Sur, en que unidos por el vínculo más sagrado, lo sacrificábamos todo a favor de la Patria querida a quien vemos hoy humillada, mutilada i acusándonos por sus daños i de cuya tremenda responsabilidad no podemos sacudirnos.

Se lamentan hoy de lo que pasa i de los hombres que campean en la política de nuestro país, sin tener para nada en cuenta, que todo tiene que ser lógico, pues si en lugar de olvidar el interés de la Patria, que fue, és i debe ser siempre nuestra divisa i consigna, hubiéramos hecho todo por salvarla, tratando de conseguir la paz, sin envainar la espada i sin dividirnos para debilitarnos, dejándonos extraviar el juicio por vanas promesas de extraños, cuya intervención desautorizada nos debía hacer solo daños i dejar solo la vergüenza i arrepentimiento, como sucede hoy. Si en lugar de olvidarnos de la fatal escuela del personalismo i de la revuelta, desatendiendo los deberes para con la patria, que es lo primero, hemos servido de instrumentos inconscientes o consentidos, egoístas sin tener en cuenta que sólo servíamos los intereses del enemigo; si reconocemos todos esto, como no podemos menos que reconocer i confesar, ¿qué nos llama la atención, qué nos admira lo que pasa en el Perú?. ¿I de que nos quejamos, ni de quién?. ¿De Chile?. Vino a hacernos daño, desde que era nuestro enemigo i lo fue siempre i de él sólo daños podíamos esperar i bien sabemos que en todos nuestros daños, ha tenido i tiene puesto su dedo fatal desde 1834, i conspirará siempre porque la herida sangre i sangrando jamás cicatrice, para tener siempre extenuado i débil al Perú.

¿Quién ha negado jamás que la unión es la fuerza?...¿Quién ha pensado nunca que el vencido inerme jamás pueda conseguir paz honrosa, humillándose ante su dominador i haciéndole dueño i señor de todos sus destinos?...

Todos sabemos, amigo querido, que la paz sólo se alcanza del enemigo con la espada desnuda, i el que, como nosotros, la envaina por cualquier causa, tiene que ser víctima; puesto que pone a merced del enemigo la honra del pabellón i la integridad del territorio; i a nosotros, mi querido Dn. José, nos ha pasado esto precisamente!.

Inaceptable habría sido siempre tal proceder de nuestra parte, pero a la vista del plan salvador, arreglado por la Alianza i próximo a desarrollarse, lo cual no és para nadie un secreto, hoy; i habría puesto a Chile en una disyuntiva fatal, con felíz provecho del Perú, es tan grave i tánto, que el País a ello sólo le debe su actual situación, bien triste i desgraciada por cierto i que Ud. i yo i todos, lamentamos con el corazón hecho pedazos.

Hechas estas reflexiones nacidas de la verdad más pura i en medio de las más grandes decepciones alcanzadas en la vía crucis que hemos seguido después del 22 de Febrero de 1881 hasta hoy, nada de lo que pasa i pase en adelante, debe tomarnos de sorpresa ni admirarnos; todo es lógico, todo está en relación.

Hemos tenido la manía de buscar siempre víctimas a quienes sacrificar, inculpándolos de nuestros daños, i en ello hemos sido injustos i temerarios.

Después de alcanzada nuestra emancipación nacional, dejamos al buen juicio que se disipase en medio de la alegría del triunfo alcanzado entonces.

Nos entregamos al desorden siguiendo el camino de la revuelta; teníamos elementos sanos i poderosos i los hemos maleado i debilitado; tuvimos riqueza i la hemos derrochado i mal empleado; todo fue entre nosotros desmoralización i desconcierto i en medio de todo dormíamos suponiéndonos en la Gloria!. Nada teníamos, ni a nadie; i sin embargo, una tempestad tremenda se cernía sobre nosotros hasta estallar i arrastrarnos en su  tremendo desarrollo.

Sembramos vientos, hemos cosechado tempestades; todos, pues, tenemos mayor o menor parte en el daño causado al país: no nos quejemos contra nadie.

Recordemos el pasado, amigo, querido, sólo para adquirir ejemplo en él; olvidemos esa escuela fatal que nos causó tanto mal; i con paso firme i seguro i con la experiencia adquirida a tan duro precio, emprendamos el camino nuevo que nos traza el buen juicio i que descansa en la paz interna i en  la unión del Perú, a fin de que mañana, sirviéndole de peana al pabellón nacional, hoy humillado i hecho jirones, podamos hacerlo tremolar limpio, orgulloso i refulgente, como en Ayacucho i Junín, lo condujeron nuestros padres!.

Mientras tanto, cantemos el “pecavit” i hagamos penitencia para que la Providencia nos permita alcanzar a mejores tiempos, para contribuir a la salvación del Perú.

Aquello del 17 de Marzo he creído siempre inconveniente el que Ud. se ocupe de ello por la prensa, con eso no se consigue hacer labor, amigo mio, sino establecer polémicas que dañan el patriotismo como lo habrá Ud. visto.

En fin, mi querido amigo, deseo que llegue el momento de darle un fuerte abrazo i charlar como lo hemos hecho en mejores tiempos.


Suyo leal i sincero amigo i S.S.


Firma:  Arnaldo Panizo.