José Galvarino Riveros Cárdenas y el bombardeo de Chorrillos en septiembre de 1880
Escribe: César Vásquez Bazán
Galería de criminales de guerra y genocidas chilenos durante la Guerra del Salitre.
Orden oficial del criminal de guerra chileno Galvarino Riveros Cárdenas para bombardear la población de Chorrillos “hasta reducirla toda ella a cenizas”.
Nombre completo del criminal de guerra
José Galvarino Riveros Cárdenas
Rango durante la comisión de los crímenes imputados
El criminal de guerra Riveros Cárdenas cometió sus crímenes siendo cabecilla de la armada invasora. Específicamente su cargo era el de contralmirante de marina, comandante en jefe de la escuadra chilena.
Lugar y fecha de los crímenes del acusado
Callao y Chorrillos, Perú, 21 de septiembre de 1880
Crímenes de guerra
El criminal Riveros Cárdenas tenía especial predilección por el bombardeo de poblaciones civiles indefensas, con el fin de generar mortandad y terror entre sus habitantes y afectar su voluntad y decisión para la defensa.
El 21 de septiembre de 1880, el acusado Galvarino Riveros ordenó a su cómplice en la comisión de este delito, el también criminal de guerra chileno Juan José Latorre, comandante del blindado invasor Almirante Cochrane, dirigirse a Chorrillos “con el objeto de bombardear esa población hasta reducirla toda ella a cenizas respetando sólo aquellos edificios que enarbolen banderas de la Cruz Roja”.
La orden fue cumplida el día siguiente, 22 de septiembre, entre las 12:45 y las 4:45 de la tarde. Según el parte del genocida chileno Latorre, el Almirante Cochrane disparó 82 granadas sobre Chorrillos, de las cuales, aparentemente, sólo trece cayeron dentro de la población.
Actitud del gobierno de Chile en relación a los crímenes del acusado
El 20 de agosto de 1881, once meses después de la comisión del crimen incluido en esta acusación, el gobierno de Chile liberó de todo servicio al mencionado Riveros Cárdenas.
Fuente de la orden: Ministerio de Guerra de la República de Chile, Boletín de la Guerra del Pacífico, Santiago: Editorial Andrés Bello, 1979, página 806.
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