Por: Milagros Martínez Muñoz. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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Bombardeo de iquique |
Tema de crucial interés entre nosotros es el referido a la guerra del guano y del salitre, cuyos antecedentes, desarrollo y consecuencias no son adecuadamente tratados en la escuela. Aquí se pueden advertir falencias en los textos escolares y aún en los libros especializados. Por razones que ameritan ser investigadas, la problemática con Chile, cuyas secuelas se dejan sentir con fuerza hoy en día, ha sido entre nosotros soslayada. Incluso, a nivel de Estados, sus grupos dominantes pretenden escribir una historia común. Cabe aquí preguntarse que de común puede tener el agresor y el agredido, cuando no se han hecho aún las reparaciones de rigor. Frente al hábil manejo diplomático y mediático chileno, las respuestas de nuestro gobierno son débiles, cuando no existentes, lo que es de una gravedad alarmante, pues parecieran repetirse situaciones que en el siglo XIX desgraciaron a nuestro pueblo.
La primera guerra de Chile contra el Perú
La agresión chilena al Perú parte del tiempo de la guerra que su clase dominante dirigió contra la Confederación Peruano Boliviana (1837-1839), en que con apoyo de los caudillos feudales peruanos, el ejército de Chile ocupó Lima para luego hacer la campaña de Ancash poniendo fin al proyecto progresista que emprendiera el caudillo mestizo altoperuano Andrés de Santa Cruz y Calaumana.
¿En las aulas escolares o universitarias citamos alguna vez a Diego Portales, el artífice de la incipiente burguesía chilena cuya prédica incendiaria y racista condujo esa guerra? Hubo generales chilenos que considerando injusta la invasión al Perú se sublevaron, ultimando incluso a Portales, pero el bloque militar hizo causa común con su clase dominante para derrotar a la Confederación en alianza con los feudales peruanos y bolivianos.
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Las poblaciones indígenas fueron masacradas repetidamente por el ejército
chileno.
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Este tema no ha merecido un serio análisis y en los textos escolares apenas si hay un recuento de batallas apareciendo incluso como beneméritos a la patria quienes debieran merecer su condena. Ésa fue la primera guerra de Chile contra el Perú, que hizo de Valparaíso el primer puerto de esta parte del mundo y de la escuadra chilena la dueña del Pacífico.
La segunda guerra de Chile contra el Perú
Porque la segunda agresión de Chile contra el Perú se daría cuarenta años después, en la llamada Guerra del Guano y del Salitre (1879-1884), diseñada con la debida antelación por la clase dominante chilena, servidora de los intereses del imperialismo británico.
Sobre este conflicto queda mucho por esclarecer. Se ha incidido en que Chile conformaba una nación, pero sin resaltar que había llegado a serlo sobre la sangre de su población nativa. Antes, durante y hasta poco después de la segunda guerra de Chile contra el Perú, su ejército hizo lo mismo que el de los Estados Unidos de Norteamérica, arrasar con sus poblaciones indígenas, en campañas genocidas donde imperó la sentencia de Custer, repetida por Domingo Faustino Sarmiento: “El mejor indio es el indio muerto”.
Con semejante carga de racismo Chile invadió por segunda vez el Perú, esta vez para apoderarse de los ricos territorios del sur, donde además del guano y del salitre hallaría el cobre con cuya producción solventa hoy su potencia militar. Pero nada tuvo de nacionalista esa guerra para Chile, por más que así lo hayan predicado sus historiadores conservadores.
Gonzalo Bulnes, por ejemplo, cuenta que visitando el general Baquedano a los heridos después de la toma de Lima, en 1881, se le ocurrió preguntar a dos soldados peruanos por qué habían tomado las armas. Y cuenta que uno respondió: “Por don Nicolás” y el otro “Por don Miguel”, en alusión a los caudillos feudales Piérola e Iglesias. Y preguntando luego lo mismo a un mestizo chileno (al que en Chile llaman roto), éste contestó eufórico: “Por mi patria, mi general”.
Si esto fue cierto, el pobre roto chileno había sido engañado, como lo fue su pueblo, pues del salitre, después de la guerra, sólo obtuvieron los derechos aduaneros, que no fue poco pues permitió la consolidación de la clase dominante chilena. Porque los yacimientos del salitre, en plena guerra, esto es en 1882, cuando se luchaba en la Campaña de la Breña, fueron a dar a manos del imperialismo británico, representado por el empresario John North, a quien por ello apodarían el rey del salitre. Se apoderó no solo del mineral, sino también del abastecimiento de agua y de los ferrocarriles.
Las FFAA de Chile al servicio del imperialismo británico
De manera tal que el ejército y la marina de Chile no defendieron los intereses nacionales, sino los del imperialismo británico personificados por John North. Al propio pueblo chileno se le oculta esta verdad y su clase dominante tergiversa la historia, política que guía su actual propaganda. Casi es inútil preguntar pará que se arma Chile, cuya potencia militar es hoy tal vez la más poderosa de esta parte del mundo. Esta vez la mira esta puesta en los recursos energéticos y en el agua, de lo que carece el país del sur. Y eso lo puede encontrar en Bolivia y el Perú.
Hoy mismo Chile atraviesa una severa crisis y crece el descontento popular contra el modelo neoliberal pro imperialista, lo que se hizo evidente este 1 de mayo. Esa crisis lo obliga a desatar una propaganda chauvinista, porque el solo hecho de llamar “Epopeya” a lo que fue solo una guerra de rapiña, saqueo y matanzas, pinta a las claras su política de control de masas.
Al pueblo chileno se le ha hecho olvidar que sólo siete años después de que su ejército y escuadra se retiraran victoriosos del Perú, se tiñó de sangre Chile en medio de una guerra civil. Esto tampoco se enseña en el Perú, porque los firmantes del tratado de Ancón y sus descendientes (siempre en las esferas del poder) son todos apátridas y entreguistas.
Epopeya: Chile contra Chile
Repasemos la historia. Al tiempo que en el, Perú subía al poder el general Andrés Avelino Cáceres, para conducir lo que llamaría la Reconstrucción Nacional, procurando, entre otras cosas, el resurgimiento de la fuerza armada pues el tratado de Ancón estipulaba un plebiscito para decidir la suerte definitiva de Tacna y Arica, en Chile tomaba el poder José Manuel Balmaceda, el último seguidor de la doctrina Portales, quien fustigó el hecho de que la riqueza salitrera estuviese en manos extranjeras anunciando su nacionalización.
Ello no contó con el aval de los grupos de poder chilenos, que se entendían perfectamente con el imperialismo británico, y el Congreso hizo tenaz oposición al proyecto nacionalista del presidente, en tanto que la fortuna de North compraba los servicios del ejército y de la escuadra de Chile.
Así, en 1891, esa fuerza armada, una vez más, emprendía otra “Epopeya”, al servicio de su clase dominante y del imperialismo británico, apoyando el golpe de Estado dado por el Congreso, iniciándose esta vez la guerra de Chile contra Chile. El principal escenario de esa guerra fue el territorio del salitre, que antes perteneciera al Perú y Bolivia, y los buques que pocos años antes habían bombardeado los puertos peruanos esta vez bombardearon a su propio pueblo.
Iquique fue reducido a escombros, con muerte de 300 chilenos. Y se dieron batallas donde los muertos superaron el millar, como la que se libró cerca de Valparaíso, donde dos generales chilenos se inmolaron por la causa de Balmaceda siendo derrotados por los generales que antes asolaran el Perú, como Manuel Baquedano y Estanislao Del Canto.
Balmaceda y Allende: historias paralelas
Al final, el presidente Balmaceda, nacionalista y demócrata, no tuvo más alternativa que suicidarse, como lo iba a hacer mucho después otro presidente progresista chileno, Salvador Allende, también derrocado por la Fuerza Armada de Chile, esta vez al servicio del imperialismo norteamericano.
La caída de Balmaceda marcó el inicio de una nueva fase en la historia de Chile como país semicolonial en las garras del imperialismo británico, a la vez que consolidó a su oligarquía en el poder sumiendo en la miseria a sus clases oprimidas. ¿Tuvo algo de épico esa guerra? ¿El pueblo chileno debe recordarla como una Epopeya?