Delfina Paredes |
El mes de noviembre guarda fechas de sucesos históricos que nos recuerdan acontecimientos ciméricos, así como abismales pesadumbres.
2 de noviembre de 1879
El invasor desembarca en Pisagua. Llega al amanecer en cuatro buques y cuarenta embarcaciones menores. En dos oportunidades nuestras fuerzas aliadas al mando del comandante Isaac Recavarren (Perú) y el coronel Pedro Villamil (Bolivia), rechazan el desembarque. Luego de siete horas de resistencia los invasores chilenos consiguen su intento, provocando un gran incendio en el puerto que compromete todo el salitre almacenado, destruyendo viviendas y apoderándose del ferrocarril.
4 de noviembre de 1780
Con la captura de Antonio Arriaga, Corregidor de la Provincia de Tinta, Túpac Amaru, da inicio a la emancipación del dominio español.
Esta rebelión preparada durante diez años con la participación activísima de Micaela Bastidas, familiares y relacionados cercanos. Estuvo íntimamente ligada al trabajo de los hermanos Tomás y Nicolás Catari, así como a Julián Apaza (Túpac Catari) en el Alto Perú (Bolivia). Por ello Túpac Amaru es reconocido como el prócer de la independencia latinoamericana.
10 de noviembre de 1780
En la plaza de Tungasuca, y ante una multitud de personajes notables, curas doctrineros, criollos, mestizos, caciques y runas de la provincia y de parajes aledaños, se lleva a cabo la ejecución del Corregidor Arriaga. Túpac Amaru, asume con este acto que ya no hay camino de retorno y avanzará en su propósito hasta el sacrificio de su muerte y de la mayor parte de su familia. La influencia de este levantamiento, sin embargo, se extiende por Oruro, Tupiza, Chocaya, Potosí, Arica y en Nueva Granada, Venezuela, Panamá y Ecuador se suceden sublevaciones levantando el nombre de Túpac Amaru.
10 de noviembre de 1836
Nace en Ayacucho Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, cuya vida ejemplar y resistencia a todas las adversidades, mantuvo y mantendrá por siempre la Dignidad de la Patria.
11 de noviembre de 1854
Nace en la provincia de Calca, Clorinda Mato de Turner, reconocida ampliamente por sus novelas Aves sin nido e Índole. Tuvo el valor de atreverse a criticar la costumbre institucionalizada por todas las autoridades citadinas y rurales, de exaccionar y esclavizar a hombres y mujeres oriundos de esta tierra, más conocidos como “la indiada”.
Pero, Clorinda, mujer patriota y combativa es, además, la primera que reivindica, en su obra teatral, Ima Súmac, a Túpac Amaru, cuyo nombre y memoria, permanecían proscritos.
Así mismo se siente comprometida con la Patria y en la erogación nacional que se dispone, desde Lima, en abril de 1879, para solventar los gastos de guerra, está en primera línea anotándose con 389 pesos que prácticamente es la cantidad que envía la provincia de Tinta.
18 de noviembre de 1780
Batalla de Sangarará
Las huestes rebeldes se encuentran en Sangarará con las españolas encabezadas por Tiburcio Landa, enviado desde el Cusco y el Corregidor de Quispicanchis, Cabrera, apoyados por los caciques traidores Sahuaraura y Chillitupa. Se desata la batalla y deciden éstos protegerse dentro de la iglesia, llevando dos pequeños cañones al interior de la iglesia.
Túpac Amaru, envía en dos oportunidades emisarios, solicitando su capitulación. No obtiene respuesta, se entabla la lucha y el grupo rebelde obtiene la célebre victoria de Sangarará.
19 de noviembre de 1879
Batalla, o semibatalla de San Francisco, como la titulan algunos historiadores.
Un hecho fortuito en el empeño de los soldados de beber agua, luego del extenuante recorrido desde Pisagua, produce unos disparos de fusil que de inmediato es respondido por los invasores chilenos, instalados en el cerro y desata un desconcertado ataque entre uno y otro ejército.
El comandante Ladislao Espinar, jefe de La Ambulancia, avanza a la voz de “¡A los cañones, a los cañones!” seguido por las dos compañías del pozo de agua de donde partió el disparo, y comenzaron a trepar el cerro, hasta casi lograr su objetivo de capturar los cañones, pero un disparo certero, siega su vida.
Al caer, así mismo, el coronel Villamil, se produce el desbande total de las tropas bolivianas, que un día antes se enteraron de la traición de su presidente Hilarión Daza.
27 de noviembre de 1879
¡Tarapacá! Victoria de lo imposible, victoria a contraconrriente de leyes biológicas y físicas.
¿Puede alguien creer que un ejército agotado por la marcha, exánime por el hambre, descalzo, llagado, piojoso; esté en condiciones de librar una batalla y ganarla?
El mismo coronel Cáceres nos informa: “Nuestros artilleros que abandonaron sus cañones en la retirada de San Francisco, formaban una columna de infantería a órdenes del coronel Castañón. Caballería, no teníamos. El escuadrón de gendarmes no tenía caballos y formaba igualmente una columna de infantería. Nuestras fuerzas de Tarapacá estaban constituidas en su totalidad por hombres de a pie. Carecíamos no sólo de municiones, sino de subsistencia y de vestuario”.
El invasor apareció en las alturas del poblado alrededor de las ocho de la mañana del día 27. El coronel Cáceres tomó de inmediato una determinación temeraria: el batallón Zepita, bajo su mando y el Dos de Mayo al mando del coronel Manuel Suárez, empezaron la ascensión.
La batalla duró todo el día; en marchas, ataques y contraataques se capturó ocho cañones al enemigo. Con serenidad increíble, Cáceres fue dirigiendo las acciones a las que se fue sumando el resto del ejército, entre los que estaban el Batallón Iquique con el coronel Alfonso Ugarte, el Batallón Guardias de Arequipa que comandaba el coronel Francisco Bolognesi. El coronel Isaac Recavarren, que había defendido el puerto de Pisagua, para evitar la entrada del invasor a territorio peruano, resultó herido en Tarapacá y continuó en su puesto de combate.
Muchos soldados y jefes cayeron en la refriega, como el coronel Manuel Suárez, el comandante Zubiaga, el mayor Pardo y Figueroa, el oficial Juan Cáceres –hermano de Andrés– y por supuesto los Quispe, los Condori, Apazas, Vilcas… las rabonas.
La batalla culminó en una victoria increíble. Cuando el sol se iba extinguiendo en el ocaso, el extenuado, victorioso ejército peruano, malenterró a sus muertos y reemprendió su marcha hacia la base Arica-Tacna.
¡Que disyuntiva tan lacerante para todos los combatientes… Haber hecho correr de Tarapacá, al invasor y no poder quedarse allí, en la tierra, para seguirla defendiendo! Allí estaba el aislamiento desolador, la certeza de que ningún refuerzo llegaría desde Arica. Hilarión Daza con tres mil hombres y armamento, ya había retornado a Bolivia.
Así pues, el ejército vencedor de Tarapacá, dejaba ese espacio de la Pachamama, regando las arenas con lágrimas y sangre; con la garganta estrangulada por la duda de ¿hasta cuando quedaría Tarapacá a merced del invasor?
A medida que las últimas pisadas de la retaguardia se iban hundiendo en las arenas, las negras sombras de una larga noche descendían sobre esa heredad de la Patria.
¡Gloria eterna a los Héroes de Tarapacá!
Octubre 28, 2012
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