Ernesto Linares Mascaro
El motivo para escribir este artículo es que hoy se recuerda el combate de Sierralumi, un triunfo peruano que tuvimos en el lejano 1882 durante la Guerra con Chile. La importancia del combate radica en que el ejército chileno no fue vencido por el ejército peruano, sino por un grupo de pobladores unidos por amor a la patria.
Sierralumi
Yo he estado en el lugar del combate y es uno de los lugares más bellos que he visitado, tanto así que creo necesario promocionar un recorrido turístico a Sierralumi -lugar conocido por sus pequeñas cascadas que caen desde las alturas-, al vecino pueblo de Comas y el recorrido desde la ciudad de Concepción hasta Sierralumi, pues todo ese camino muestra lo mejor del paisaje andino, como la laguna de Pomacocha (4,484 msnm). El camino es una via bien asfaltada que parte desde Concepción (al norte de Huancayo) y llega a Satipo. Comas está a una hora de Concepción.
Uno de los paisajes en la ruta Concepción - Sierralumi
Laguna Pomacocha
El ejército chileno había invadido el departamento de Junín a inicios de 1882. El ejército del general Andrés A. Cáceres se había retirado a Ayacucho, tras vencer a los chilenos en el combate de Pucará (05/02/1882), ocupando los chilenos las poblaciones desde Cerro de Pasco hasta Huancayo.
El lugar del combate, Sierralumi, es un desfiladero en donde había un angosto camino de herradura, por donde pasó la expedición chilena montada a caballo. Los peruanos atacaron a los chilenos desde las alturas arrojando piedras (galgas), venciéndolos. Yo pienso que las piedras no fueron de gran tamaño, sino de un tamaño regular como para ser piedras lanzadas con la mano, pues en la zona no encuentro piedras de un tamaño como para ser rodadas.
Una interesante versión de este combate la cuenta Juan P. Salazar, que dice lo siguiente:
“El Jefe del ejército chileno, acantonado en Huancayo, destacó parte del "Escuadrón Yungay", á órdenes de dos distinguidos oficiales de su ejército, el capitán Fernando Germain y el teniente Ildefonso Alamos, para que expedicionasen sobre la hacienda Runatullo, situada al oriente del pueblo de Comas, á extraer reses de dicha hacienda, no sólo para el consumo del ejército enemigo, sino también para vender á los extranjeros, quienes aprovechando de las desgracias de nuestra patria, combinaban grandes negociaciones con los invasores. El italiano Luis Loero fué el guía de esa expedición.
En la mañana del 24 de febrero del 82, se presentó en la población de Comas, un piquete del "Escuadrón Yungay", compuesto de cuarenta hombres; el jefe de la expedición Germain, exigió de pronto rancho para esos individuos, que se les proporcionó sin dilación alguna, y después de consumido, siguieron su derrotero sin decir una palabra acerca del objeto de comisión, ni adonde iban, ni cuando regresarían; solo se limitaron á encargar que, para su regreso, preparasen rancho agradable y abundante.
A raíz del avance de los expedicionarios, el pueblo reunido en comicio popular, nombró por aclamación Comandante Militar de la plaza al estudiante Salazar y Márquez, por haber manifestado éste desde su arribo á aquel pueblo, el 8 de febrero, que urgía organizar fuerzas y reunir armas, para un á taque sorpresivo á la guarnición araucana de Jauja o de Concepción. Se resolvió en ese momento, por opinión unánime del pueblo y sobre todo su jefe, presentar combate al destacamento á su regreso. Cualquiera que fuese el éxito que se obtuviera.
La primera medida adoptada por el jefe de la plaza, para estar al corriente del camino que tomaría el enemigo á su regreso, fué enviar chasquis detrás de éste, á conveniente distancia, siguiéndoles las pisadas hasta el término de su viaje, con la misión de transmitir, á su vez, las noticias á otros que, á distancia equidistantes, se iban ubicando en toda la extensión del trayecto, á medida que avanzaba el enemigo en su itinerario. Necesitaba el jefe de la plaza tener dato seguro sobre la ruta de la vuelta, para improvisar trincheras en los sitios más estrechas del tránsito. Podían haber optado al regreso cualquiera de las tres vías que dan acceso á esa región.
Con el procedimiento que se adoptó, se había establecido una línea telegráfica, á usanza del tiempo incaico, que dió proficuos resultados.
Los chasquis anunciaron al cuarto dia, que los chilenos regresaban por el mismo camino que los había conducido, trayendo un respetable contingente de reses y caballos; desde luego ya hubo base para construir trincheras, situar piedras para galgas y contar casi con el triunfo, porque, inevitablemente, tenían que volver á pasar por Sierralumi, especies de horca caudina.
Vista de la quebrada desde Sierralumi
El desfiladero de Sierralumi tiene más de un kilómetro de largo, de camino estrecho cortado á pico; por el pie corre un río de mucho caudal en invierno, á 200 metros, antes de llegar al puente del río, para pasar al pueblo de Comas, se levantó una trinchera doble, toda de piedra destinada para los expertos tiradores, capitaneados por Manuel Arroyo.
La parte alta del camino estrecho es un despeñadero de varios centenares de metros de extensión, abundante en piedras de todo volumen; allí se colocaron cincuenta hombres con objeto de hacer funcionar las galgas, luego que los chilenos tropezacen con la trinchera preparada, porque era de esperarse que las reses y los arreadores, que venían fraccionados, estuviesen ya todos dentro de la quebrada, encerrados como en un cartabón.
Así sucedió en efecto. Entre las malezas del otro lado del puente, para ascender ya á Comas, se emboscaron convenientemente treinta hombres con rifles Minié, bien provistos de municiones.
Dispuestas así las cosas, hasta el primero de marzo, sólo esperaban que los enemigos ocupasen toda la quebrada que, desde las once del dia del dos, principiaron á descender; alas once y veinte minutos, por señal convenida, hicieron funcionar las galgas, en cuanto el capitán de la trinchera y sus compañeros iniciaron los fuegos de fusilería, en la trinchera levantada en pleno camino, pero en lugar estratégico.
El efecto producido por las galgas fué desastroso para los enemigos, quienes rodaban al abismo que se extiende al pie del ya mencionado camino cortado á pico, arrastrados por las mismas reses selváticas que, al ruido de las piedras que, al desprenderse una por lo empinada del cerro, arrastraba diez en su caída; prodújose un torbellino espantoso, que, en ménos de veinte minutos, quedaron inhabilitados para el combate de fusilería; más de la tercera parte del destacamento chileno, entre éllos Germain, con las piernas fracturadas. Los que venían atrás y los que aún salieron ilesos de las galgas, optaron por abandonar sus cabalgaduras y las reses que arreaban, para desplegarse en guerrilla en la margen izquierda del rio, desde donde se empeñó un encarnizado combate con los comasinos emboscados entre los arbustos de la margen derecha; después de dos horas de continuada refriega, quedaron en el campo treinta y cinco chilenos y solo salvaron cinco, á uña de caballo y por caminos extraviados, incluso el teniente Alamo y el guía Loero.
El completo éxito de este combate generó, por decirlo así, la épica resistencia de la Breña, contra nuestros implacables enemigos; iniciada y sostenida por un pueblo patriota y su joven caudillo. Sin esta altiva y patriótica actitud, todo habría pasado sin protesta alguna, como en un pueblo envilecido, servilmente conquistado.
A fin de que, el capitán Germain y los suyos, cayesen cuando ántes á la trampa, se excogitó un ingenioso ardid, que rindió los más óptimos frutos; el cual consistió en lo siguiente: se colocaron sobre piedras, en la parte más visible de la plaza, cuatro grandes peroles llenos de agua, con fogatas de paja húmeda, que producían mucha humareda; con el preconcebido propósito de hacer creer á los invasores que el encargo sobre rancho agradable y abundante se cumplía al pié de la letra. En cuanto los rotos voltearon la cumbre del desfiladero, hacia Comas, se encontraron con ese hermoso espectáculo, a causa de que, desde aquella cumbre, se abarca el pueblo con la vista, en toda su extensión, por estar situado éste, en plano más bajo, sobre una pequeña colina. Ante perspectiva tan atrayente, los de Chile apresuraron su marcha, notablemente, y pronto se dio buena cuanta de ellos.
Los hijos de Comas, que colocaron con más eficacia, en la preparacion y ejecución del plan concebido por el jefe de la plaza, fueron los siguientes: Luis Chavez, José Gil, Manuel Arroyo, el cura Soto, José Manuel Mercado, Jerónimo Huaylinos, Nazario Valero, Venancio Valdez, Vicente Buendía, Baltazar Chavez, Isidro Muñoz, Mateo Garay, Pedro Medina, Venancio Martinez, Andrés Gonzales, Pablo Bellido, N. Huancauqui, José R. Paitampoma, Manuel de la O., Melchor de la O, Presentación de la O, Gregario de la O, Evaristo Solís y Facundo Mercado; todos los demás ciudadanos del distrito cumplieron tambien con su deber en aquel día de imborrable recordación.
El comandante militar de la plaza, el héroe adolescente, después de dirigir al pueblo una conceptuosa proclama, se ocupó de enviar, el parte oficial de ese hecho de armas, al jefe superior, político militar de los departamentos del Centro, que se encontraba en Ayacucho, á cincuenta leguas de distancia, del teatro de la resistencia: tan vigorosamente iniciada; el expreso Juan Yupanqui, conductor del documento oficial regresó á los veinticinco dias trayendo la contestación y la ratificacion del nombramiento, conferido en plebiscito á favor de Salazar, como comandante militar de la plaza, seis dias ántes del combate”.(1)
Sierralumi
Parece que los chilenos no tuvieron bien establecido cuál fue la fecha del combate. El coronel Estanislao Del Canto, comandante de la División chilena, escribió que fue el 3 de marzo, mientras el alférez chileno Ildefonso Álamos dice que fue el 6. A continuación, un extracto del parte oficial del Álamos:
“Como a las 10 de la mañana, bajamos la cuesta que hay frente al pueblo de Comas, yendo el señor Jermain y yo a retaguardia del arreo con el objeto de atender y observar la mejor manera la conducción del arreo.
En esta circunstancia, me vinieron a avisar que un paisano, que acompañaba nuestra tropa en calidad de guía, estaba herido. En el acto fui a cerciorarme de esto, y efectivamente encontré a dicho individuo en tierra como a la medianía de la cuesta; me bajé a observar su herida y preguntarle de qué le prevenía. En este instante se desprende de la altura una inmensa cantidad de “galgas” que me arrebataron mi caballo, varias mulas cargadas y gran número de los animales de arreo e hiriéndome a mí en la cabeza, golpe que me aturdió por algunos momentos.
Luego que hube vuelto de mi aturdimiento, traté de juntar mi tropa y empecé a ascender la cuesta para evitar así la gran lluvia de piedras. Una vez arriba, me encuentro con que el enemigo nos tenía cortados, razón por la cual resolví bajar a la quebrada e intentar tomar el pueblo, único recurso que en ese momento creí conveniente. Hicimos el descenso con mucho peligro.
Casi todos mis soldados tuvieron que echar pie a tierra para poder aprovechar mejor sus tiros y tratar de esquivar las galgas favoreciéndose en la orilla de la cuesta; por este motivo la mayor parte de los caballos se dispararon y fueron arrebatados por las piedras.
Una vez en la quebrada y visto el muy reducido número de soldados que me seguían, y encontrando el puente cortado, esperé la reunión de algunos más con los que traté de tomarme el pueblo, consiguiéndolo después de algún tiempo, a pesar de las dificultades del camino y de la resistencia que hacían los habitantes. Conseguimos, sin embargo del inmenso peligro, ponernos al abrigo de las casas los pocos que llegamos arriba. A pesar de ser grande el número de cholos que estaban en el pueblo, armados de cuchillos, palos, sables, etc., no se atrevieron a atacarnos cuerpo a cuerpo, o más bien de frente, pero nos daban hondazos y tiros de mampuesto con rifle, con lo que consiguieron herirme dos soldados que me seguían de cerca. Convencido de la inutilidad de nuestro refugio en el pueblo, decidí tomar el camino conocido, arriesgando el todo por el todo. Nuestra salida del pueblo fue ordenada; dispuse que los heridos, que eran cinco, subieran en los tres únicos caballos que habíamos salvado. Una vez que la gente del pueblo vio que tomábamos el camino para retirarnos, coronó las alturas una inmensa muchedumbre que principió a hostilizarnos a nuestro paso, siguiéndonos de cerca por el camino gran número de individuos; estas hostilidades nos molestaron durante un trayecto de más de tres leguas. Yo hice la salida del pueblo a la cabeza de mi tropa; pero ya muy fatigado por el ascenso y descenso del caminó, monté a la grupa del caballo de uno de los soldados heridos, razón por la que me adelanté un poco del grueso de mi tropa…
… Anduve toda la noche; la nieve que no cesó de caer desde que oscureció y borró los senderos, y por algún tiempo divagábamos sin encontrarle, llegando por fin a Concepción como a las 2 de la mañana, donde di cuenta inmediatamente del suceso”.(2)
El coronel Del Canto en su parte del 4 marzo al contralmirante Patricio Lynch, dice que Fernando Jermain era empleado de la comisaría del ejército chileno y acompañó a la tropa voluntariamente. También menciona las siguientes bajas:
“El resultado de este desgraciado incidente, ha sido la pérdida del empleado de la Comisaría del Ejército don Fernando Jermain, que fué el primero que fué ultimado por una gran piedra; la muerte de los soldados de carabineros Anselmo Vasquez i Feliciano López; habiendo salido heridos los soldados del mismo cuerpo, Isidoro Cisterna, Domingo Alborquenqui, Serzo Hévia, Clodomiro Aliste, Nicanor Fuentes i Jose A. Quijada”.(3)
Finalizo este artículo con un extracto del parte oficial del comandante Ambrosio Salazar, jefe del grupo de peruanos en aquel combate:
“A las 9 a.m. del ventiseis de febrero ultimo, nos sorprendieron treinta y dos chilenos de caballería, con dos extranjeros mas, los que servían de guías á los primeros; despues de consumar sus atroces delitos y tomar almuerzo pasaron á donde se dirigían a cumplir el cometido que premeditaron con anticipación, á robar lo que en ella encontraron.
Fui llamado por el pueblo, para disponer la manera de recibirlos á su regreso; preparamos galgas, cayados y hondas, por que es todo lo que por aquí se encuentra y balas en poca cantidad.
El dos de Marzo regresaron trayendo un magnífico botín de rapiñas: consistía en 600 reses, 50 @ de mantequilla y menudencias; luego que llegaron al punto donde habíamos preparado galgas, las desprendimos sobre los enemigos, produjeron buen efecto, muy pocos huyeron en completa dispersión y heridos gravemente, les tomamos las reses, 28 caballos, las mantequillas y algunas armas.
Vuestro esclarecido criterio será el mejor termómetro para apreciar el patriotismo desplegado por mi gente; los admiradores de vuestras virtudes militares apoyan á V.E. el triunfo sobre nuestros aleves y felones enemigos; la gente de mi mando ántes prefiere quedar pulverizada, que permanecer impasible soportando por mas tiempo la opresión chilena ”.(4)
Comas
NOTAS
(1) Archivo del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú (ACEHMP). Manuscrito: “La resistencia de la Breña Durante la brutal conquista, llevada á efecto por las hordas de Chile, en 1882 y 1883”, por Juan P. Salazar, pp. 5-9.
(2) Estanislao Del Canto, “Memorias Militares”, edición y estudio militar de Alejandro San Francisco, pp. 162-164. Parte oficial de Ildefonso Álamos – Huancayo, 8 de marzo de 1882.
(3) Pascual Ahumada Moreno, “Guerra del Pacífico, recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referente a la guerra que han dado a la luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia, tomo VI, pp. 488-489. Parte oficial de P. Lynch al ministro de la Guerra – Lima, marzo 9 de 1882.
(4) El Registro Oficial del Departamento, Ayacucho, miércoles 10 de abril de 1882. Parte oficial de Ambrosio Salazar – Comas, marzo 12 de 1882.
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