¿Devolver el Huáscar al Perú?
Felicidad de lacayos de Chile
De tiempo en tiempo, algunos periodistas e incluso políticos sugieren, aparentando inocencia, que una posible devolución del Huáscar al Perú sería un gesto muy positivo de Chile que contribuiría a atenuar los malos recuerdos que tenemos los peruanos de la agresión chilena de la Guerra del Pacífico y, al mismo tiempo, para hacernos olvidar de las actuales usurpaciones que comete el enemigo chileno (triángulo de 37 000 m2 de tierra tacneña y 36 000 km2 de mar).
De tiempo en tiempo, algunos periodistas e incluso políticos sugieren, aparentando inocencia, que una posible devolución del Huáscar al Perú sería un gesto muy positivo de Chile que contribuiría a atenuar los malos recuerdos que tenemos los peruanos de la agresión chilena de la Guerra del Pacífico y, al mismo tiempo, para hacernos olvidar de las actuales usurpaciones que comete el enemigo chileno (triángulo de 37 000 m2 de tierra tacneña y 36 000 km2 de mar).
El señor Tomás Hirsch, ex candidato a la presidencia de la república de Chile por el Partido Humanista, ha declarado recientemente que sería de gran significado la devolución del Huáscar al Perú, que Michelle Bachelet debería devolverlo y que si él llegase a ocupar la presidencia de su país, lo devolvería. En el mejor de los casos, la del señor Hirsch es una propuesta bien intencionada, pero que sería rechazada tanto en Chile como en el Perú.
Hace unos meses el Perú está sondeando la posibilidad de recuperar por lo menos los libros que los militares chilenos robaron durante la guerra. Bien, todo lo que sea netamente robo (libros, estatuas, instrumentos de laboratorio, etc.) se puede reclamar a Chile y pedir su devolución. Pero lo que los chilenos capturaron en combate (banderas, armamento, documentos militares, el Huáscar, etc.) no es robo sino trofeo de guerra.
En todo el mundo los trofeos de guerra deben quedar en manos de quien se apoderó de ello, hasta que el país afectado decida recuperarlo por la fuerza de las armas.
Chile, país delincuente, es nuestro enemigo histórico que hasta hoy usurpa Arica y Tarapacá y —como sabemos— sigue robando territorio del Perú. Por esta razón, es totalmente fuera de foco mendigar que nos devuelvan los trofeos de guerra, porque eso —como hemos señalado— se hace por la fuerza de las armas, algo que hoy no sucede por múltiples razoness.
Por el contrario, entre los uniformados de acá hay abyectos sirvientes prochilenos que dan la cara y no tienen ninguna vergüenza de rendir homenaje a sus vencedores, como se demuestra por el monumento que al delincuente Arturo Prat han erigido oficiales peruanos de corazón chileno en la Escuela Naval de la Marina de Guerra del Perú.
Como vemos, cuando hay pérdida de valores, todo es posible. Y alertamos a nuestros lectores, entre los que se encuentran militares, sobre algo que puede ocurrir y que nos llenaría de vergüenza a todos los peruanos. Sucede que lo del repugnante monumento al delincuente Arturo Prat1 se originó años atrás cuando los marinos chilenos rendían homenaje a Grau cada vez que con sus barcos visitaban el Perú. Poco a poco, los sirvientes chilenos que visten el uniforme de la Marina de Guerra del Perú correspondieron a estos guiños del enemigo y patrón (de ellos, de los sirvientes) rindiendo homenaje al asaltante Arturo Prat cuando los barcos de guerra peruanos visitaban Chile.
Aparte del juicio moral que nos merece esta conducta lacayuna, tenemos también el bajo coeficiente intelectual de ciertos marinos peruanos sirvientes de Chile, limitación mental que les impidió entender que Chile estaba tendiendo la red del juego de la reciprocidad (“yo rindo homenaje a Grau y tú rindes homenaje a Prat”), que finalmente surtió efecto.
El asunto del cual alertamos es el siguiente. Chile ha adquirido un barco de guerra que lleva el nombre de Patricio Lynch, marino chileno ladrón, asesino y terrorista, precursor del terrorismo en América Latina, cuyas atrocidades las conocemos bien2. Si Chile, país enemigo y delincuente que derramó tanta sangre peruana, decide enviar de visita ese barco al Perú, por dignidad y respeto a nuestros muertos debemos rechazar que esa inmundicia surque aguas peruanas y menos que llegue a nuestros puertos. Además, considerando que Patricio Lynch fue un avezado terrorista, alertamos a los fiscales de las salas antiterroristas para que estén atentos y procedan a denunciar y encarcelar por apología del terrorismo a cualquier peruano —civil o militar— que rinda homenaje al sanguinario delincuente Patricio Lynch; lo único digno es rechazar cualquier cosa que suene a homenaje a ese ladrón, asesino y terrorista. Finalmente, pedimos al gobierno aprista que siquiera un momento deje de ser sirviente de Chile y, llegada la ocasión, niegue al barco chileno Patricio Lynch la entrada a nuestro mar territorial.
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Hace unos meses el Perú está sondeando la posibilidad de recuperar por lo menos los libros que los militares chilenos robaron durante la guerra. Bien, todo lo que sea netamente robo (libros, estatuas, instrumentos de laboratorio, etc.) se puede reclamar a Chile y pedir su devolución. Pero lo que los chilenos capturaron en combate (banderas, armamento, documentos militares, el Huáscar, etc.) no es robo sino trofeo de guerra.
En todo el mundo los trofeos de guerra deben quedar en manos de quien se apoderó de ello, hasta que el país afectado decida recuperarlo por la fuerza de las armas.
Chile, país delincuente, es nuestro enemigo histórico que hasta hoy usurpa Arica y Tarapacá y —como sabemos— sigue robando territorio del Perú. Por esta razón, es totalmente fuera de foco mendigar que nos devuelvan los trofeos de guerra, porque eso —como hemos señalado— se hace por la fuerza de las armas, algo que hoy no sucede por múltiples razoness.
Por el contrario, entre los uniformados de acá hay abyectos sirvientes prochilenos que dan la cara y no tienen ninguna vergüenza de rendir homenaje a sus vencedores, como se demuestra por el monumento que al delincuente Arturo Prat han erigido oficiales peruanos de corazón chileno en la Escuela Naval de la Marina de Guerra del Perú.
Como vemos, cuando hay pérdida de valores, todo es posible. Y alertamos a nuestros lectores, entre los que se encuentran militares, sobre algo que puede ocurrir y que nos llenaría de vergüenza a todos los peruanos. Sucede que lo del repugnante monumento al delincuente Arturo Prat1 se originó años atrás cuando los marinos chilenos rendían homenaje a Grau cada vez que con sus barcos visitaban el Perú. Poco a poco, los sirvientes chilenos que visten el uniforme de la Marina de Guerra del Perú correspondieron a estos guiños del enemigo y patrón (de ellos, de los sirvientes) rindiendo homenaje al asaltante Arturo Prat cuando los barcos de guerra peruanos visitaban Chile.
Aparte del juicio moral que nos merece esta conducta lacayuna, tenemos también el bajo coeficiente intelectual de ciertos marinos peruanos sirvientes de Chile, limitación mental que les impidió entender que Chile estaba tendiendo la red del juego de la reciprocidad (“yo rindo homenaje a Grau y tú rindes homenaje a Prat”), que finalmente surtió efecto.
El asunto del cual alertamos es el siguiente. Chile ha adquirido un barco de guerra que lleva el nombre de Patricio Lynch, marino chileno ladrón, asesino y terrorista, precursor del terrorismo en América Latina, cuyas atrocidades las conocemos bien2. Si Chile, país enemigo y delincuente que derramó tanta sangre peruana, decide enviar de visita ese barco al Perú, por dignidad y respeto a nuestros muertos debemos rechazar que esa inmundicia surque aguas peruanas y menos que llegue a nuestros puertos. Además, considerando que Patricio Lynch fue un avezado terrorista, alertamos a los fiscales de las salas antiterroristas para que estén atentos y procedan a denunciar y encarcelar por apología del terrorismo a cualquier peruano —civil o militar— que rinda homenaje al sanguinario delincuente Patricio Lynch; lo único digno es rechazar cualquier cosa que suene a homenaje a ese ladrón, asesino y terrorista. Finalmente, pedimos al gobierno aprista que siquiera un momento deje de ser sirviente de Chile y, llegada la ocasión, niegue al barco chileno Patricio Lynch la entrada a nuestro mar territorial.
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